Capítulo6
Vi cómo el rostro sombrío de Alejandro, hundido en el sofá, finalmente se iluminaba con una sonrisa. Era la hora en que su hermanastra salía de la escuela.

Cuando yo estaba en primaria, había llegado a casa aquella niña sin lazos de sangre, pero que decían que se parecía un poco a mi difunta madre. Por eso Alejandro la trataba tan bien.

A menudo me preguntaba si las cosas serían diferentes si yo me pareciera más a mamá. Si hubiera sido así, tal vez papá y Alejandro no me hubiesen odiado tanto.

Yulia llegó saltando al auto de Alejandro, con un hermoso vestido blanco de princesa. Sus ojos brillaban con una dulzura que partía por completo el corazón, su naricita estaba sonrosada y su sonrisa resplandecía. Era toda una princesa mimada.

Sabía muy bien, cómo alegrar a Alejandro y a papá, ganándose fácilmente el cariño de todos. No como yo, que era torpe y tímida, y no me atrevía a nada, pues cada reclamo o llanto solo provocaba más insultos y violencia por parte de Alejandro.

Alejandro sentó a Yulia en sus rodillas, acariciando su mejilla con dulzura.

—Mi Yulia es tan buena —dijo—. No como esa Lucía, que lleva un día sin regresar. Esa chica ni siquiera tiene respeto por sí misma.

«No me respeto», pensé. Claro, porque en la fiesta de cumpleaños de Alejandro, cuando su amigo me había manoseado, yo no me había asustado, ni lo había empujado, tras darle una bofetada.

Alejandro también me había dado una cachetada.

—Mira cómo andas vestida —me recriminó—. Mi amigo dice que lo provocaste. No puedo creer que seas tan indecente y mentirosa. Sabes, muy bien que no me caes bien ni en lo más mínimo, Lucía.
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