Capítulo9
Incontables veces volví a casa despeinada y con la ropa bastante desarreglada. Alejandro solo me miraba con frialdad y preguntaba: "Lucía, ¿andas haciendo cosas indecentes por ahí? Eres una niña, ¿qué diría tu madre?"

Contenía las lágrimas y el llanto, pero no podía contener el agudo dolor en mi cuerpo y mi corazón.

Quería contarle a Alejandro. Pero Yulia y unos chicos de la clase me habían quitado la ropa y tomado fotos demasiado humillantes.

Con una sonrisa inocente, Yulia me amenazó enfurecida: "Si hablas, difundiré estas fotos. Ya veremos qué piensa Alejandro de ti entonces."

¿Importaba si hablaba o no? No lo sabía.

Empecé a tomar pastillas. Se me caía el pelo a manotadas, pero no servía de nada.

Fui a terapia. El psicólogo me acarició la cabeza con una ternura y tierna preocupación que nunca había visto. Se me hizo un nudo en la garganta y lloré. Jamás había recibido tanta bondad.

— Eres bastante joven, Lucía —me dijo—. Tienes toda una vida por delante. No hay obstáculo alguno que
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