— ¿No tienes vergüenza alguna Lucía? —me gritó Alejandro—. ¿Tan urgida andas por acostarte con quien primero se te cruce?Se me subió de inmediato la sangre a la cabeza y vi todo rojo. Le metí una sonora y bien merecida cachetada con todas mis fuerzas. Alejandro se quedó , con la mejilla bien marcada. Era la primera y última vez que me le ponía al brinco. Ya quería largarme de esa maldita casa para siempre.— Alejandro, esta es la última vez que te trato como mi hermano —la solté—. Me criaste 18 años y fueron 18 años de mucho sufrimiento. No te mereces ser mi hermano.Alejandro frunció el ceño y apretó los labios, como un león tratando de controlar su furia. En un segundo, su cara se transformó y me agarró de los hombros, zarandeándome de un lado al otro.— Lucía, te volviste loca de remate —me gritó—. Cuando te arrepientas, ni creas que te voy a perdonar o dejar entrar de nuevo a mi casa.Me reí con sarcasmo en su cara.— Mejor así —le respondí—. Es lo más inteligente que he hecho en
Día siete, después de mi muerte.Alejandro por fin se decidió a salir a buscarme, pero Yulia lo detuvo al instante.— Alejandro, seguro Lucía se fue a casa de ese hombre no te preocupes —le dijo—. Si vas ahora y te encuentras con el novio de tu hermana...Dejó la frase a medias, pero esto fue suficiente.Alejandro se desplomó pesadamente en el sofá de cuero, arrojando despreocupado las llaves de su BMW a un lado. Abandonó simplemente la idea de buscarme. Vi la sonrisa triunfante en los labios de Yulia.Poco después, Alejandro llamó a su mejor amigo para quejarse de mí.— Lucía lleva siete días sin volver a casa, quién sabe dónde andará de loca.— Bah, tu hermana... la he visto varias veces en bares, rodeada de malas compañías. Seguro ahora está muy tranquila en brazos de algún tipo.Escuché con mucha frialdad cómo Alejandro y su amigo mancillaban de la peor manera mi reputación. Así que así me veía, como ese tipo de jóvenes.Su hermanastra era tan pura e inocente.Me alejé flotando, ob
Pero nunca imaginé que Felicia iría a mi casa.Ella detestaba a Alejandro. Si no fuera porque a veces tenía que llevarme a casa, jamás pisaría ese suburbio tan apartado.Pero llevaba siete interminables días sin contestar el teléfono.Cuando Alejandro abrió la puerta y vio justo a Felicia con sus tatuajes en la clavícula y sus rastas, se enojó.Antes de que pudiera hablar, Felicia lo atacó enfurecida:— ¿Dónde tienes encerrada a Lucía?Alejandro se quedó asombrado.— ¿No anda de parranda con ustedes? —respondió con mucho desprecio, mirándola de arriba a abajo.Siempre era así, menospreciando a todos mis amigos.Pero si bien podía difamarme a mí, no le permitiría insultar a mis amigos y, mucho menos a mi hermana.Los ojos de Felicia se abrieron de par en par por un momento. Luego su rostro se transformó.— Alejandro, ¿acaso no eres humano? —Lo insultó—. Tu hermana lleva siete días desaparecida y estás tan tranquilo, ¿no la buscas? ¿No temes que le haya pasado algo?La mano de Alejandro
Alejandro se preguntaba una y otra vez:Si aquella noche hubiera seguido su corazón y hubiera salido a buscar a su hermana, ¿hubiera sido diferente pues el desenlace?Pero sus pasos se detuvieron en la puerta. Pensó que Lucía siempre regresaba. Por más que la regañara, era su hermana y él su único familiar. ¿A dónde más podría ir?Alejandro fue a la comisaría a reportar la desaparición. El policía le preguntó de manera normal:— ¿Cuántos días lleva desaparecida?— Siete días —respondió con exactitud Alejandro, algo avergonzado.— ¿Usted es su hermano? ¿Y tan tranquilo, recién viene a denunciar después de una semana?La mirada tan reprobatoria del policía hizo crecer un mal presentimiento en Alejandro. No podía pensar con mucha claridad. Una voz retumbaba en su cabeza: "¿No temes que le haya pasado algo?"Yo flotaba en el aire, viendo a Alejandro correr acelerado de un lado a otro como un simple pollo sin cabeza. Era extraño verlo tan preocupado por mí por primera vez.Hasta pensé que e
La policía omitió esa parte del video y encontró justo otra grabación donde yo, aturdida, era atropellada en la calle.El policía miró compasivo a Alejandro y le dio una palmada en el hombro, sin decir nada.Alejandro se desplomó en el suelo, con la mirada perdida y una expresión de desamparo total. Parecía un niño de nuevo, como cuando tenía tan solo diez años y vio nacer a su hermana mientras su madre fallecía.El dolor que sentía ahora no era menor que el de aquel entonces.No le tomó mucho tiempo encontrar mi cuerpo. Que yacía allí, tranquila, gris y fría como una piedra.El personal del hospital comentaba con cierta lástima:— Pobre chica, dicen que solo tenía 18 años.Luego, con tono de reproche:— Y la familia tarda tanto en buscarla.Sus miradas juzgaban a Alejandro, claramente desaprobándolo.Y tenían suficiente razón para ello. La mayor parte de mi vida fue un infierno por culpa de Alejandro, y otra parte por Yulia. Ese par de hermanos fueron mis más grandes verdugos.Alejand
Iker y Felicia fueron juntos a exigirle mis cenizas a Alejandro. Ambos tenían los ojos muy hinchados de tanto llorar.Pensé que el afecto no se le mide por el tiempo. Viví 18 años con Alejandro, y nunca me abrazó ni me amó. Sin embargo, la mayoría del amor que sentí en mi vida vino precisamente de Felicia e Iker.Morí la noche que corría desesperada hacia una nueva vida.— Danos las cenizas de Lucía —exigió Felicia con total frialdad—. Ella no querría quedarse contigo. Lo último que hizo fue alejarse de ti, ¿no es así?Felicia se contuvo por un instante, no insultó Alejandro como solía hacerlo conmigo. Mantuvo la compostura para que no me menospreciaran por ser amiga de alguien con un lenguaje tan vulgar.— Alejandro, sé que tú también odiabas a Lucía, ¿verdad? —Felicia lo miró directamente.Él bajó instintivo la mirada, abrazando la urna con mis cenizas, sin responder.¿Qué podía decir?Pero Felicia no pensaba dejarlo en paz.— Si no, ¿por qué tú y tu hermanastra Yulia empujaron de fo
Alejandro investigó en detalle todo lo que me había pasado en vida. Solo entonces comprendió cuántas cosas había hecho Yulia a mis espaldas. Resulta que en verdad no sabía nada. Y yo que pensaba que lo sabía todo.Vi cómo sacó a Yulia de clase y la arrastró furioso al baño de mujeres. Le hizo pasar por todo lo que yo había sufrido. Y también llamó a algunos para que le tomaran fotos comprometedoras y las publicaran de forma anónima en los foros de la escuela.También se enteró de los rumores que había esparcido sobre mí y la forma cómo me había acosado en la escuela.Cuando el mal se revierte, su poder es aún mayor. Yulia se volvió infame. Lo que sufrió fue cien veces peor que lo que yo pasé.Ella suplicaba de rodillas fuera de la puerta, rogándole a Alejandro que la perdonara. No entendía por qué, si Alejandro odiaba tanto a su hermana, no estaba feliz de que hubiera muerto. ¿Por qué se preocupaba tanto por lo que le había pasado en vida, vengándose uno por uno de todos los que me hab
Como si hubiera escuchado mis pensamientos, Alejandro levantó instintivo la mirada hacia la habitación vacía donde yo solía vivir. Tan limpia como si nadie la hubiera habitado jamás. Claro, yo nunca tuve nada de lo que Yulia tenía.— Lucía, ¿sigues aún aquí? —preguntó con cierta precaución—. Siento que aún estás presente.Alejandro se sentó en la habitación, abatido. La sirvienta Ana en ese momento se acercó suspirando.— Alejandro, cuida tu salud —le dijo—. A Lucía le preocupabas mucho. Cuando llegabas borracho, ella te preparaba suero y papilla de maíz. También te dejaba cosas para el cuidado de los ojos en tu escritorio. Y planchaba con esmero todas tus camisas y ropa.Alejandro recordó de repente una noche que llegó borracho hace mucho tiempo. Al entrar, vio justo a su hermana asomarse tímidamente desde su habitación. Ella acababa de entrar a la secundaria, y él estaba siempre ocupado con asuntos de la empresa.¿Qué hizo él en ese momento? Se esforzó por recordar.— Si no fuera por