Tras la amnesia, me convertí en la esposa del mafioso.
Tras la amnesia, me convertí en la esposa del mafioso.
Por: PayperLee
ACTÚA

Las luces parpadeaban frente a los ojos de la mujer joven mientras que escuchaba gritos y voces masculinas.

—¿P-papá?

Cada parte de su cuerpo dolía, no sabía qué estaba pasando.

Una lágrima escapó de sus ojos evocando frente a ella la perfecta cara masculina que tanto había añorado y ahora parecía borrosa.

¿Era un sueño o él realmente estaba ahí?

—¿Viniste por mí...?

Nadie pudo entender su balbuceo, ella alzó su mano para tocar su rostro, aunque fuera por última vez, lo había echado tanto de menos, pero de repente todo se volvió oscuridad.

—¡El ritmo cardíaco se está incrementando! —señaló la doctora alarmada.

Aquella chica joven que parecía antes haber sido sumamente hermosa se debatía entre la vida y la muerte sin tener ni idea de lo que a su alrededor se estaba moviendo con su accidente.

Ella junto a un hombre mayor acababan de ser ingresados al hospital por causa de un accidente automovilístico.

—Está a punto de...

—Necesitamos estabilizarla.

El médico colocó con suma rapidez el desfibrilador en el pecho de la mujer inconsciente haciendo que la doctora que se estaba encargando de las heridas de su brazo derecho que casi parecía destrozado, se apartara.

—¿Qué pasa con el otro paciente?

Quien quiera que fuera el causante de este suceso había huido pero un grupo de hombres los había llevado al hospital, dejando a la mujer en las manos del médico, específicamente.

El mejor cirujano de la ciudad.

—Tuvo una hemorragia al momento del impacto, llegó sin signos vitales. ¿Cree que ella...?

—Ella estará bien. Tiene que estarlo —añadió el médico con los ojos fijos en ella.

Acababan de amenazarlo por esa mujer, él no sabía quién era ella, pero sería su muerte si no la salvaba.

—Ella se muere y tú la acompañas, doc. ¿Me explico?

El médico recordó las palabras que aquel hombre había utilizado, pero lo que se había registrado en su mente mayormente fue el arma que disimuladamente le mostró.

La mujer estaba grave pero era joven, podía salvarla.

—Necesitamos donantes, ha perdido mucha sangre.

La voz de la doctora lo trajo de vuelta al presente.

El médico pudo respirar de nuevo al notar como el ritmo cardíaco de la paciente  volvía a ser normal.

—Ve por ella, ¡Rápido!

—Hay un problema doctor Farrell, ella tiene el tipo de sangre RHNull.

—¡¿Sangre dorada?!

El médico comenzaba a desesperarse ante los nuevos acontecimientos.

—Necesito salir de aquí un momento, mantenla estable.

—Pero...

—¡Haz lo que te digo! Enviaré ayuda.

El médico salió por los pasillos notando como el hospital estaba rodeado de hombres vestidos de negro, él sabía quienes eran.

Mafiosos.

Los hombres que controlaban todo Boston.

—Maldición, necesito esa sangre.

Enseguida se horrorizó pensando que iban a matarlo.

Al mismo tiempo un hombre hablaba por un intercomunicador, él no estaba cerca pero aquella voz del otro lado prometía muerte.

Una que iba a ser letal.

—¿Estás seguro de que ella está ahí?

El subordinado del lado opuesto respondió sin demora.

—Sí, jefe. Es ella, lo comprobé yo mismo.

La línea del otro lado quedó misteriosamente silenciosa hasta que finalmente ordenó.

—Actúa.

Él sabía qué hacer.

Se dio la vuelta y fue hasta la sala de urgencias, iría a por ella, entonces la pequeña cosita que estaba inconsciente sería llevada con su jefe, casi lo lamentó por ella, porque cuando estuviera en las manos del Diablo ella habrá deseado haber muerto en ese accidente junto a su padre.

*

La sangre del hombre hervía, estaba furioso por lo que había pasado y esto solo implicaba que alguien estaba apunto de morir a sus manos.

—Ella no debía haber estado ahí.

En ese momento encendió de nuevo el intercomunicador y la voz de su segundo al mando ya no sonó tan firme como antes.

Él sintió como su cuerpo se tensaba llenándose de rabia incalculable.

—Hay un problema, jefe.

—No hay espacio para los problemas, soluciónalo.

Su voz sonó engañosamente calmada pero su mano derecha lo conocía mejor, sabía que él era mucho más peligroso de ese modo.

—Lo sé, pero... ella necesita sangre para ser operada.

—Consíguela.

—Pero, jefe...

El hombre bloqueó la comunicación sabiendo que su palabra era ley para sus hombres.

—Si no llegamos en 15 minutos, considérate muerto —habló con su característica voz fría a su piloto.

Ignoró a todos a su alrededor apretando la mandíbula, tratando de apartar aquella sensación que no le gustaba nada.

Había llegado el momento de arreglar cuentas con esa mujer.

—Aterrizaremos en breve, jefe.

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