PROTECCIÓN

Mi cuerpo se sumergió en la profundidad de la piscina y sentí el dolor de mi brazo con más intensidad.

—Maldición —gemí cuando nadé con rapidez saliendo a la superficie sintiendo el ardor en mis fosas nasales.

Jamás me había considerado ágil, pero supongo que cuando estás tratando de huir de un asesino las cosas cambian. Mis manos impulsaron mi cuerpo hacia arriba para salir del agua justo cuando oí un chapoteo detrás de mí.

Una mano fuerte se enroscó en mi pie para tirar de mí.

—¡No!

Me moví con desesperación golpeando con el otro su cara.

Esto lo hizo soltarme por un momento y aproveché la oportunidad para correr.

Ese hombre me había seguido, se había lanzado como yo a la piscina y ahora estaba corriendo detrás de mí.

Afortunadamente encontré un móvil en la tumbona al lado de la piscina el cual tomé antes de seguir mi camino.

—Eleri…

Una vez más podía sentir la advertencia en su voz pero nada en este mundo podía detenerme.

Me fijé que estaba adentrándome a un bosque, lo que era más complicado y al mismo tiempo me daría una ventaja.

Solo tenía que ser silenciosa.

—Detente.

—¡Nunca, bastardo!

Lo oí gruñir detrás de mí y agradecí a Dios que el bosque estaba cada vez más oscuro.

Apenas podía ver por donde iba.

—¿Intentas morir, mujer?

Reprimí un grito asustado cuando resbalé deslizándome hasta que un árbol me detuvo, golpeándome el abdomen.

—Ah…

Corté mi gemido y esperé que ese hombre viniera por mí, mi respiración estaba entrecortada por todo lo que había corrido.

—Por favor, no vengas aquí —supliqué por medio de susurros.

Rápidamente tomé el teléfono entre mis manos y marqué el número de la persona que sabía que iría por mí hasta el confín del infierno.

—Sage, estoy en problemas…

—¡¿Eleri?! Maldición, ¿Dónde estás? Estamos buscándote por todos lados.

—No lo sé, un hombre me trajo…

Me quedé muda al escuchar el sonido de un arma siendo cargada antes de sentir esta apoyada contra mi frente.

Ay no.

—¿Eleri? —llamó Sage al otro lado de la bocina, podía oír la preocupación en su voz.

—Cuelga.

Alcé mis ojos horrorizados encontrándome con los suyos tormentosos y sentí que cada parte de mi cuerpo se estremecía.

—¡Eleri!

Va a matarme.

—Ahora —ordenó mi captor con voz gélida pero al mismo tiempo yo sabía que estaba furioso.

Antes de que pudiera hacer algo él me tomó con fuerza por el brazo sano estampándome contra su pecho, sin quitar el arma de mi cabeza.

El teléfono cayó de mi mano al suelo y él lo pisó rompiéndolo en pedazos, sin apartar su mirada de mí.

—Dejemos algo claro, mujer.

Cuando yo ordeno algo, tu obedeces, Capisci?

—¡¿Vas a dispararme?! ¡Mátame entonces! ¡No voy a obedecerte! —grité empujando su pecho a pesar de que estaba sumamente temblorosa.

Mi oportunidad de escapar estaba acabada, mi primo no llegará a tiempo.

Él apretó su mandíbula y vi el músculo de esta palpitar.

—Camina.

Comenzó a empujarme sin ninguna delicadeza llevándome de vuelta a la casa, específicamente al lugar donde me tenía.

—¿Qué quieres de mí? —solté angustiada cuando hizo que entrara a la habitación.

—Trae a la enfermera —ordenó al hombre que estaba dentro de la habitación.

—No. No dejaré que nadie me toque hasta que me digas de una vez por todas ¿Por qué estoy aquí?

El hombre hizo un gesto para que su subordinado saliera de la habitación dejándonos solos.

—Métete a la cama. Esperaba que no actuaras como una mocosa pero al parecer eso no será posible.

Él se me adelantó antes de que pudiera decir algo colocando su dedo sobre mis labios para después empujarme a la cama dejándome sentada frente a su imponente cuerpo.

—Tu padre está muerto.

Yo palidecí de inmediato ante aquella verdad que había pensado durante este tiempo aquí.

Sin embargo, no dolía.

Era como si de alguna manera me hubiera liberado, por horrible que sonara, tenía mis razones para pensarlo, aunque eso no me hiciera sentir menos culpable.

Después de todo era mi padre.

—Estás recibiendo amenazas de muerte tú también —continuó él—. Lo sepas o no tu padre es uno de los mafiosos más importantes de Italia y ahora tú eres su heredera.

—¿Qué? —pregunté en un hilo de voz.

Sabía que mi padre era peligroso pero estar en la mafia era algo inesperado, y mi amenaza de muerte… Yo no podía cargar con algo como eso.

Me horrorizo con tan solo pensarlo.

Comenzaba a sentir que la cabeza me dolía, a parte de mi brazo y cuerpo.

—No quiero eso.

Él me miró fijamente haciéndome estremecer antes de que se moviera hasta el baño y trajera una toalla con la que terminó cubriendo mi cuerpo.

Si creía que mi estremecimiento era por el frío que azotaba mi cuerpo, no estaba cerca.

—No es que lo quieras. Todos saben de ti, aunque no sepas nada de la mafia.

—¿Por qué estoy aquí? —pregunté asustada viendo la mirada tan penetrante que él me dedicaba.

—Necesitas protección.

—Y tú quieres ayudarme.

Casi bufé en ese momento, si no supiera que mi vida estaba en peligro.

Los latidos de mi corazón fueron más rápidos al verlo ladear una sonrisa llena de malicia.

¿Estaba mal que esa sonrisa hiciera algo en mi interior?

—Nada es gratis en este mundo. Me encargaré de tu protección, acabaré con cualquiera que siquiera piense en lastimarte, a cambio de que sea yo el único líder de la mafia Sacheverell.

—¿Y yo… qué tengo que hacer para cederla?

Él se quedó por un momento en silencio mientras que yo contenía el aliento a la espera.

—Casarte conmigo.

Cada parte de mi cuerpo se paralizó mientras mi corazón saltaba ante sus palabras, entonces supe que mi padre, incluso muerto, se las había arreglado para joderme a lo grande.

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