ATRAPADA

—¿Estás con esos hombres de negro? —preguntó recordando vagamente a los hombres que habían estado en la habitación.

Acababa de recordar que no era la primera vez que despertaba, pero sí la primera vez que se mantenía lúcida.

Eleri sintió como su corazón latía cada vez más rápido y el miedo la azotaba.

Esperaba la respuesta de aquel hombre intimidante pero él se mantenía en silencio, con los ojos tan gélidos clavados en ella como si pudiera ver su interior.

—¿Quién eres tú?

Había algo en ese hombre que hacía que su piel se erizara.

Enseguida ella se sobresaltó al verlo dar un paso más cerca de ella.

Asustada tiró de la colcha de la cama para cubrirse casi por completo y él se detuvo enseguida frunciendo el ceño.

—¿Dónde está mi padre? ¿Dónde estoy?

Las preguntas salieron de su boca con rapidez pero el Diablo simplemente gruñó por lo bajo de manera amenazante.

Todo aquello le parecía ridículo.

“Quiere jugar conmigo.”

Pensaba él furioso.

—Estás irritándome, mujer. Eso no me gusta.

Ella sintió como su corazón saltó y las lágrimas se arremolinaron alrededor de sus ojos.

Ella no entendía qué era lo que estaba pasando.

Eleri lo observó apretar la mandíbula una vez más antes de que él hablara.

—¿Qué es lo que recuerdas? —gruñó él a regañadientes.

—Bueno…

Ella mordió su labio inferior sin darse cuenta que los ojos de él siguieron el movimiento con hambre que reprimió.

Eleri hizo memoria aunque su cabeza dolía un poco.

Recordaba una discusión con su padre.

Le había rogado que no quería casarse pero él quería que lo hiciera, esa noche se iba de viaje a buscar a su futuro marido pero ella se había metido en el auto para convencerlo de que no lo hiciera.

Más tarde unas personas los habían estado siguiendo.

—¡¿Dónde está mi padre?! —exclamó ella al recordar el accidente—. Él estaba sangrando mucho, intenté sacarlo pero alguien me ayudó. Me puso en el suelo y no recuerdo nada más.

—¿Qué día es hoy?

—28 de Julio de 2024.

—¿Sabes quién eres?

¿Acaso él era un doctor?

Ella deslizó la mirada por su cuerpo pero él no llevaba un uniforme.

Estaba vestido de negro, quizás eso mismo lo hiciera parecer tan intimidante, dada su altura, y su mirada mortífera.

—Soy Eleri Sacheverell, tengo 26 años.

—¿Sabes quién soy yo? —preguntó él después de un momento en silencio.

Parecía como si él no hablara demasiado y le costara hacerlo.

La muchacha alzó su mirada deslizándola por su rostro, casi no podía verlo gracias a la carencia de luz pero aunque le pareciera extrañamente familiar, no podía recordarlo.

—¿Mi médico?

Ella lo vio tensarse sin saber qué estaba pasando por su cabeza.

El Diablo estaba tan furioso que apenas podía contenerse.

Ella lo recordaba todo, el accidente, a su miserable padre, incluso sabía qué día había sucedido su accidente pero no se acordaba de él.

Su memoria lo había olvidado deliberadamente porque él no le importaba.

Muy bien, él tenía un plan.

Sin responderle, se dio la vuelta y salió de aquella habitación con la mirada de Eleri sobre él.

—Espera…

Pero él la ignoró.

Ella sabía que algo estaba mal con aquel hombre, se preguntaba por qué estaba ahí y no en su casa, con sus padres.

Más tarde su verdadero médico fue a verla, atendiendola.

Eleri hizo preguntas, pero nadie respondió.

Cada vez se sentía más angustiada porque sabía que algo raro estaba sucediendo ahí.

—Quiero ver a mi madre —exigió la mujer al día siguiente a una de las enfermeras que cuidaban de ella.

—Señorita...

—Busca a tu jefe.

Pero ella no lo hizo.

Así que cuando llegó la hora de la comida no comió, haría una huelga si era necesario pero tenía que saber dónde estaban sus padres o alguien de su familia.

¿Qué hacía en ese lugar sola?

¿Dónde estaban todos?

—Señorita, debe comer —le dijo la enfermera.

Ella no había comido en todo el día, comenzaba a pensar que estaba secuestrada pero que era importante para su captor si estaba tratando de cuidarla.

—No lo haré hasta obtener respuestas.

—No sea terca, el jefe no llegará hasta muy tarde y usted no ha comido en todo el día.

—Entonces llámalo y dile exactamente lo que está pasando.

Eleri no supo en qué momento se había quedado dormida pero cuando volvió a despertar notó una sombra sentada frente a la cama.

Él era alto incluso sentado, ella vio el movimiento del humo y el olor a cigarrillo llenó sus fosas nasales.

Nunca le había gustado ver a nadie fumar pero él se veía tan sexy ahora mismo haciéndolo.

Sus ojos se encontraron con los suyos y en ese momento vio como arrojaba el cigarro al suelo y lo pisaba para después levantarse caminando en su dirección.

—No me gustan las amenazas, princesa.

—No estoy amenazándote, quiero ir a casa. Ni siquiera sé quién eres tú.

Ella vio la rabia parpadear en su mirada y algo más peligroso que hizo que contuviera el aliento.

No esperó que él tomara su barbilla inclinándose hacia ella.

Su respiración chocó con la suya enseguida mientras que su corazón golpeaba fuertemente contra su pecho.

—Vas a conocerme, princesa. No te quede duda de eso. Comerás, ¿O quieres que te obligue a hacerlo?

Ella movió su cara para no ser tocada por él y lo miró furiosa.

—No sé quién crees que eres. Me tienes aquí, sin respuestas, no sé nada de mi familia, no sé dónde estoy y pretendes que esté tranquila.

—Lo sabrás, come.

Ella no respondió.

Dejó que él se fuera, algo malo estaba pasando y ella tenía miedo.

—¿Y si él es el hombre con el que mi padre quería casarme…?

Tenía que irse de ese lugar cuanto antes, le pediría ayuda a sus primos, ellos siempre habían tratado de protegerla, aunque ella nunca les había contado todo lo que su padre era capaz de hacer.

—¿Qué es eso?

Escuchó el sonido de unos disparos y sintió que su corazón se detenía.

A pesar del dolor que sentía se levantó de aquella cama yendo a la ventana para ver lo que pasaba y tuvo que ahogar un jadeo de horror.

—¿Acaba de matar a un hombre?

Pero no solo lo había matado, sino que había sido de una manera horrible.

Eleri se apartó de la ventana sintiendo como su cuerpo dolía, estaba tan asustada ahora viendo la escena repetirse en su cabeza.

—¿Dónde he venido a parar? ¿Qué quiere ese hombre de mí?

Sintió que sus piernas temblaban mientras se dirigía a la puerta.

—Tengo que salir de aquí —susurró.

Pero al intentar abrir la puerta se dio cuenta que esta estaba cerrada con llave, estaba atrapada.

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