CAPITULO 54

—Yo… los dejo solos —dijo Mónica y caminó hacia su alcoba. Si quería amedrentarme, lo consiguió, pero no se lo haría saber. No le debía nada y no había hecho nada malo. Solo traté de seguir, igual que él.

—Tú querías explicarme lo que había sucedido y enseñarme algo, así que aquí estoy. —Una estruendosa carcajada resonó por el lugar.

—¿Es en serio? ¿Aún te importa lo que tenga que decirte? —preguntó irónico y lo miré confundida—. No me hagas reír, Ana. Ya vi con quién me estuviste viendo la cara todo el tiempo. Nada más y nada menos que con nuestro socio; no te dio pena mentirme en la cara. ¡Hacerme pasar por estúpido delante de ese engreído de Marshall, de Mónica, que estoy seguro lo sabía, de ese abogaducho de qui

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