—Pero ¿qué tenemos aquí? ¿Acaso estás buscando que alguien muera de un infarto? —Mónica, junto con sus comentarios cargados de ironía y diversión, entró a mi habitación mientras terminaba de arreglarme para la cita que tenía con Diego.
Estaba nerviosa y me sentía perturbada. Mis manos torpes no permitían que de una vez terminara de maquillar un poco mi rostro; el temblor en ellas hacía de aquello tan fácil para mí, una tarea imposible. Mónica, quien no recibió respuesta de mi parte, frunció el ceño contrariada y estudió mis movimientos. Cuando quise de nuevo tratar de colocar un poco de sombra sobre mis párpados, me detuvo al quitarme la brocha con cuidado.
—Lo haré yo. Siéntate y relájate —habló de manera suave y obedecí de inmediato—. ¿Est&aacut
Llegué hasta la puerta y mi pulso se aceleró al notarla entreabierta. Un presagio perturbador nubló mis pensamientos, me imaginé miles de escenarios donde en todas las escenas, Diego resultaba lastimado.Al pensar en él, en su integridad y seguridad, me armé de valor e ingresé a la casa con cuidado. Mis ojos viajaron con rapidez a la mesa cubierta de rosas, copas de vino y velas; suspiré tranquila. Tal vez era adrede todo y Diego solo quería sorprenderme.—¡¿Diego?! —lo llamé. Entretanto, con los ojos buscaba su figura imponente sin obtener respuesta.Avancé hacía la mesa dispuesta, recorrí el lugar a diestra y siniestra, tratando de encontrarlo. De inmediato, una tarjeta captó mi atención; era de un papel color rojo fuego y estaba ubicada en el centro de la mesa, recostada en la botella de vino con la inscripción de mi nombre:
LucasCuando salí del departamento, mis sentidos me abandonaron por completo, y no era para menos: volver a sentir esa emoción que solo el amor podía brindar y recuperar las esperanzas de que todo saldría bien esta vez… para nuevamente ser rechazado… dolía. Por Dios que escocía mi corazón y mataba por entero mis ilusiones. Por un momento creí que con ella todo sería distinto y que sabría reconocer lo que le ofrecía: mi vida entera y el mundo a sus pies. Sin embargo, ella decidió que quedarse con él era lo más adecuado.Mentiría si dijera que no aborrecí el momento en que ambos se confesaban su amor, que no me dolió ni enfureció comprender que Ana solo tenía ojos para ese hombre y que, por fortuna, no llegamos a nada porque de ser así, me hubiera sentido peor de lo que me encontraba.Sabía que Jo
Apresurado, bajé las escaleras aguardando lo peor, pero cuando abrí aquella puerta, la visión que se formó delante de mis ojos me dejó sin aliento.De pie, con los orbes rasados, triste y abatida, se encontraba ella y, al verme, un llanto desbordado se apoderó de su ser. Prácticamente convulsionando, se lanzó a mis brazos y se aferró a mí, que al principio la miré con confusión y, para qué mentir, con un poco de enojo, mas al oír sus palabras, no pude más que desechar mi intención de ser indiferente y la acogí en mis brazos para consolarla de sea lo que fuera, que la atormentaba.Luego de un rato en la misma posición, el llanto mermó un poco y la abracé, guiándola hasta el salón de la casa.—Shh. Sea lo que sea, pasará, princesa, deja de llorar, por favor —pedí desesperado por no saber
—Bien. Jonás se encargará de todos tus asuntos. —Arrugó la frente sin comprender—. Eres accionista en la constructora y las empresas Sullivan. No puedes abandonar tus responsabilidades, así como así, por lo que le cederás el poder a Jonás y él tomará las decisiones que te corresponden, luego de comunicarse contigo y de que tú estés de acuerdo con todo. No hará nada sin tu autorización, puedes confiar ciegamente en él. Además, está lo de tu divorcio y supongo que seguirás con los trámites... —lancé esperanzado y ella afirmó.—Gracias... no había pensado en todo eso. —Sacudió la cabeza, sorprendida—. Lucas... mis cosas, no tengo nada...—Eso es lo de menos, Ana. Compraremos todo lo necesario cuando lleguemos a nuestro destino.—Pero... no puedo viajar as&iacut
AnaSantorini, Grecia6 meses después…Tal lejos veía ahora toda mi desgracia. Kilómetros atrás quedó mi vida, mi pasado y lo que creí estaría en mi futuro. Aquel hombre que amé con tanta pasión, con tanta vehemencia, tomó todo de mí dejándome sin nada más que ofrecer.El agua embravecida chocaba con las rocas más abajo y podía admirar el paisaje sereno desde aquella altura. Absorbí con ganas aquel aroma salino que me brindaba ese lugar y respiré tranquila, aplacando mi ansiedad.Atrás quedaron los días en que las lágrimas no dejaban de aflorar ni un solo instante del día ni la noche. Mi vida para entonces estaba carente de emociones, de sentimientos y llena de nada. Me sentía seca, muerta por dentro como si el otoño hubiera arrancado
El dolor y la decepción me colmaron por entero, todo por lo que trabajé durante esos largos meses, se fue a la basura, dándome el golpe de gracia sin compasión. Y es que inútilmente pensaba que, al no verlo, dejaría de sentir.Los ojos estuvieron por llenárseme de lágrimas, pero me armé de valor comprendiendo que no podía seguir así, y que, si él siguió sin problema alguno con su vida, yo también merecía darle una oportunidad a la mía.La impotencia y la rabia recorrieron cada tramo de mi cuerpo. Después de mucho, sentí que mi torrente sanguíneo bullía y estaba a punto de explotar como un volcán enfurecido que deseaba arrasar con todo. Y no era para menos. Mientras yo estaba muerta en vida, mientras mis días no tenían sentido ni razón, él simplemente después de
LucasLlegué agotado, con la esperanza que, por una vez en todo este tiempo, ella no estuviera parada en aquella terraza que se convirtió, sin lugar a dudas, en su refugio, y donde certeramente dejaba volar sus pensamientos hacia Londres… hacia él.Para entonces, ya perdía la ilusión de que se repusiera de todo y que por fin se diera la oportunidad de volver a vivir, a disfrutar y a sentir. Escasos fueron los intentos por hacerla reaccionar, por hacerle ver que tenía toda una vida por delante y que me tenía de manera incondicional para ayudarla a superar toda su pesadilla. No me importaba que al final buscara su felicidad en otra parte, pero verla de nuevo con la vitalidad con que la recordaba, era lo primordial para mí.Dejé mis cosas en el recibidor de ese lugar acogedor que poco a poco se me hacía insoportable. La estancia, dispuesta por muebles de madera blanca con co
Lucas Oírla decir aquello, fue algo tan asombroso que llenó por entero mi alma, mi corazón y mi vida. La tomé del rostro, besándola con dulzura y tratando de acallar todos sus miedos. Lo que acababa de escuchar era más que suficiente para mí.La seguí besando de manera tierna, delicada, como si tuviera temor a que sus labios me fueran arrebatados. Profundicé el beso y la escuché gemir sobre mi boca, eso bastó para que mi bestia interior saliera a flote, despertando consigo todo el deseo y las ansias que fueron reprimidos durante este largo tiempo. Sin más, la tomé por la cintura y presioné su cuerpo contra el mío, vehemente. Ana sintió mi urgencia y acompañó el ritmo de mis besos un tanto torpe, temblorosa al principio, hasta que por fin me siguió el viaje. Nuestras lenguas se encontraron y sentí algo extraño en mi