CAPITULO 38

—Pero ¿qué tenemos aquí? ¿Acaso estás buscando que alguien muera de un infarto? —Mónica, junto con sus comentarios cargados de ironía y diversión, entró a mi habitación mientras terminaba de arreglarme para la cita que tenía con Diego.

Estaba nerviosa y me sentía perturbada. Mis manos torpes no permitían que de una vez terminara de maquillar un poco mi rostro; el temblor en ellas hacía de aquello tan fácil para mí, una tarea imposible. Mónica, quien no recibió respuesta de mi parte, frunció el ceño contrariada y estudió mis movimientos. Cuando quise de nuevo tratar de colocar un poco de sombra sobre mis párpados, me detuvo al quitarme la brocha con cuidado.

—Lo haré yo. Siéntate y relájate —habló de manera suave y obedecí de inmediato—. ¿Est&aacut

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