CAPITULO 46

Lucas

Oírla decir aquello, fue algo tan asombroso que llenó por entero mi alma, mi corazón y mi vida. La tomé del rostro, besándola con dulzura y tratando de acallar todos sus miedos. Lo que acababa de escuchar era más que suficiente para mí.

La seguí besando de manera tierna, delicada, como si tuviera temor a que sus labios me fueran arrebatados. Profundicé el beso y la escuché gemir sobre mi boca, eso bastó para que mi bestia interior saliera a flote, despertando consigo todo el deseo y las ansias que fueron reprimidos durante este largo tiempo. Sin más, la tomé por la cintura y presioné su cuerpo contra el mío, vehemente. Ana sintió mi urgencia y acompañó el ritmo de mis besos un tanto torpe, temblorosa al principio, hasta que por fin me siguió el viaje. Nuestras lenguas se encontraron y sentí algo extraño en mi

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