CAPITULO 52

Sus ojos suaves se tornaron oscuros, duros y toscos. El estrecho espacio que había quedado entre nosotros, después que tiré de él para que se pusiera de nuevo a mi altura, desapareció por la cercanía peligrosa y furiosa de su cuerpo. Lo quería herir, lastimar y provocar, para mi desgracia, lo conseguí. Me tomó con violencia de uno de mis brazos, me acercó aún más a su anatomía, mirándome con rabia y miedo al mismo tiempo.

—No bromees conmigo, Ana —me advirtió, aguardó que retirara aquellas palabras.

Tiré mi brazo para separarme de él, pero lo único que logré fue que apresara una vez más mi cuerpo frágil y pequeño, delante de la montaña que era el suyo en comparación.

—No estoy bromeando —respondí desafiante y su semblante me vio dolido, me soltó de repe

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