CAPITULO 37

«El trabajo, la empresa… Lucas», pensé. Abrí los ojos con desesperación.

¡Por dios, Lucas!

El hombre que acababa de confesarme su amor y al que estuve a punto de entregarme hace cuestión de hora, seguía esperando por mí en la habitación. Tendría que enfrentarlo, pedirle perdón por lo que propicié presa del deseo y las ganas de olvidar algo inolvidable. Pensé en ese momento, que realmente no me merecía a alguien como Lucas: un verdadero caballero, un hombre que, a pesar de todos los problemas que cargaba, eligió creer en mí, seguirme y apoyarme. Sentía remordimientos por las falsas esperanzas que sembré en él.

Respiré profundo y separé los párpados para iniciar mi marcha hacia la alcoba, decidida a enfrentar las consecuencias de mis actos, haciendo caso omiso al temblor, la vergüenz

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