—Bien. Jonás se encargará de todos tus asuntos. —Arrugó la frente sin comprender—. Eres accionista en la constructora y las empresas Sullivan. No puedes abandonar tus responsabilidades, así como así, por lo que le cederás el poder a Jonás y él tomará las decisiones que te corresponden, luego de comunicarse contigo y de que tú estés de acuerdo con todo. No hará nada sin tu autorización, puedes confiar ciegamente en él. Además, está lo de tu divorcio y supongo que seguirás con los trámites... —lancé esperanzado y ella afirmó.
—Gracias... no había pensado en todo eso. —Sacudió la cabeza, sorprendida—. Lucas... mis cosas, no tengo nada...
—Eso es lo de menos, Ana. Compraremos todo lo necesario cuando lleguemos a nuestro destino.
—Pero... no puedo viajar as&iacut
AnaSantorini, Grecia6 meses después…Tal lejos veía ahora toda mi desgracia. Kilómetros atrás quedó mi vida, mi pasado y lo que creí estaría en mi futuro. Aquel hombre que amé con tanta pasión, con tanta vehemencia, tomó todo de mí dejándome sin nada más que ofrecer.El agua embravecida chocaba con las rocas más abajo y podía admirar el paisaje sereno desde aquella altura. Absorbí con ganas aquel aroma salino que me brindaba ese lugar y respiré tranquila, aplacando mi ansiedad.Atrás quedaron los días en que las lágrimas no dejaban de aflorar ni un solo instante del día ni la noche. Mi vida para entonces estaba carente de emociones, de sentimientos y llena de nada. Me sentía seca, muerta por dentro como si el otoño hubiera arrancado
El dolor y la decepción me colmaron por entero, todo por lo que trabajé durante esos largos meses, se fue a la basura, dándome el golpe de gracia sin compasión. Y es que inútilmente pensaba que, al no verlo, dejaría de sentir.Los ojos estuvieron por llenárseme de lágrimas, pero me armé de valor comprendiendo que no podía seguir así, y que, si él siguió sin problema alguno con su vida, yo también merecía darle una oportunidad a la mía.La impotencia y la rabia recorrieron cada tramo de mi cuerpo. Después de mucho, sentí que mi torrente sanguíneo bullía y estaba a punto de explotar como un volcán enfurecido que deseaba arrasar con todo. Y no era para menos. Mientras yo estaba muerta en vida, mientras mis días no tenían sentido ni razón, él simplemente después de
LucasLlegué agotado, con la esperanza que, por una vez en todo este tiempo, ella no estuviera parada en aquella terraza que se convirtió, sin lugar a dudas, en su refugio, y donde certeramente dejaba volar sus pensamientos hacia Londres… hacia él.Para entonces, ya perdía la ilusión de que se repusiera de todo y que por fin se diera la oportunidad de volver a vivir, a disfrutar y a sentir. Escasos fueron los intentos por hacerla reaccionar, por hacerle ver que tenía toda una vida por delante y que me tenía de manera incondicional para ayudarla a superar toda su pesadilla. No me importaba que al final buscara su felicidad en otra parte, pero verla de nuevo con la vitalidad con que la recordaba, era lo primordial para mí.Dejé mis cosas en el recibidor de ese lugar acogedor que poco a poco se me hacía insoportable. La estancia, dispuesta por muebles de madera blanca con co
Lucas Oírla decir aquello, fue algo tan asombroso que llenó por entero mi alma, mi corazón y mi vida. La tomé del rostro, besándola con dulzura y tratando de acallar todos sus miedos. Lo que acababa de escuchar era más que suficiente para mí.La seguí besando de manera tierna, delicada, como si tuviera temor a que sus labios me fueran arrebatados. Profundicé el beso y la escuché gemir sobre mi boca, eso bastó para que mi bestia interior saliera a flote, despertando consigo todo el deseo y las ansias que fueron reprimidos durante este largo tiempo. Sin más, la tomé por la cintura y presioné su cuerpo contra el mío, vehemente. Ana sintió mi urgencia y acompañó el ritmo de mis besos un tanto torpe, temblorosa al principio, hasta que por fin me siguió el viaje. Nuestras lenguas se encontraron y sentí algo extraño en mi
Ana—Cuando por fin obtengas el divorcio, cásate conmigo, Ana —repitió—. Te prometo hacerte la mujer más feliz del mundo. En todo este tiempo que vi cómo te marchitabas día tras día, pensé que todo lo que soñaba a tu lado jamás se cumpliría, pero desde que te vi parada allí afuera, sentí que el alma me volvió al cuerpo y mis esperanzas de una vida a tu lado resurgieron con más firmeza que antes, dejándome la ilusión de que por fin todo lo que anhelo a tu lado, se haga realidad.Me quedé paralizada, lo miré como si se hubiera vuelto loco. Me tomó por sorpresa.Si bien tomé la decisión de dejar atrás mi pasado y darle una oportunidad a lo que la vida me ofrecía de la mano de Lucas luego de escuchar a una sabia mujer como Diana, jamás esperé que él me propusie
Ana4 meses después...—¡Mi amor! ¿Dónde te metiste? —Escuché la voz de Lucas resonar por el lugar, buscándome.Viajó a España por asuntos de trabajo hace una semana y realmente ya lo extrañaba. Sonreí feliz al oír su voz y Diana se acercó hasta mí para quitarme el delantal que llevaba puesto.—Ve, mi niña. No hagas esperar a ese hombre que, si no te encuentra, estoy segura echará abajo el lugar con sus gritos —dijo divertida, invitándome a salir de la cocina, donde la ayudaba a preparar las galletas favoritas de Lucas.—Gracias, Diana... por todo —reí dándole un beso en la mejilla y corrí alegre para unirme a su encuentro.Cuando lo divisé, se despojaba de la sudadera que llevaba puesta, caminé sigilosa dispuesta a saltarle en la espalda y to
DiegoHoy por fin vería a Ana después de diez largos meses. O eso esperaba. Liam me aseguró que con la contrademanda presentada para solicitar el divorcio, y una orden ex parte, Ana no tendría más remedio que presentarse ante el juez. No sabía qué hizo Liam, ni cómo consiguió que pasara de ser el demandado, a ser el demandante, y además de emitir aquello que me explicó, era una orden de emergencia que el juez emitía tras presentar alguna moción en contra de la otra parte.Cuando me propuso hacer aquello, al principio me negué rotundamente porque sería un canalla si la culpaba de abandono de hogar, cuando fue por mi causa que ella se alejó de mí y de todos.La entendía, y por Dios que la comprendía, pero ella tenía que escucharme, saber la verdad y perdonarme por todo el daño que le causé sin habé
AnaEsa misma tarde en que recibí la noticia de que Diego presentó una demanda en mi contra por abandono de hogar, volamos a Londres.No podía creer en su cinismo. Engañarme de manera tan vil, tan cruel, para luego realizar semejante declaración en mi contra, me parecía de lo más bajo. Si tanto le urgía el divorcio para rehacer su vida, seguramente con aquella mujer escocesa, solo hubiera firmado los papeles que Jonás tenía en su poder. Pero acusarme de semejante acto, no lo esperaba de su parte. Estaba furiosa, rabiosa, dispuesta a plantarle una merecida cachetada y escupirle sus verdades en la cara, pero en el fondo sabía que aún no estaba lista para enfrentarlo. Me sentía nerviosa, ida, con mis pensamientos volando en direcciones diferentes que no me llevaban a ningún lugar.Lucas estaba igual o peor que yo, y sabía que tenía inseguri