CAPITULO 23

Desesperado, me tomó por los hombros y sorbió las lágrimas que descendieron por sus mejillas.

—No digas tonterías. Tú me amas, lo dijiste y yo lo sentí. No puedes simplemente dejarme cuando yo... yo... —Su cuerpo temblaba al igual que su voz.

—Tú qué, Diego, ¡tú qué! —Permaneció en un silencio que dolía y calaba el alma profundamente. Sin embargo, me besó, presionó con vehemencia nuestros labios y buscó que reaccionara. Yo, con simpleza, no respondí a su beso, y cuando se separó queriendo descifrar mi expresión, no pude evitar derramar lágrimas—. No siempre funcionará que me beses para evitar decir algo que necesito escuchar, pero que tú no puedes decir. No siempre.

—Ana, por favor...

—Hay alguien más, Diego —dije de pronto y su cuerpo se paraliz&oacu

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