CAPITULO 26

Mis ojos se llenaron de lágrimas por aquellas palabras escritas de puño y letra por el hombre que amaba tanto. Por el hombre que me enseñó la felicidad y el dolor, a amar y a saber lo que se siente no ser correspondido. Por su nota, entendí que al fin comprendió que lo del divorcio iba en serio y que se había resignado al inevitable final de nuestro matrimonio.

Por alguna extraña razón, en vez de darme paz y tranquilidad aquella decisión, en mi pecho se instaló una extraña sensación de pérdida y ese sentimiento oprimía con fuerza a mi corazón. Tal vez aún, en el fondo de mi ser, tenía la esperanza de que recapacitara, que confiara en mí, que liberara sus miedos conmigo y que confesara que me amaba, pero prefería vivir sin mí que dar aquel paso a mi lado.

Restregué el dorso de mi mano a través de mi rostro para

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