Lucas
—Si me disculpan, el señor Sullivan puede seguir explicándoles todo lo relacionado a nuestra sociedad. Tengo invitados que atender, con permiso —me excusé ansioso por librarme de aquellas personas que no me dejaban partir tras ella. Una mirada cargada de odio me escrutó de manera intensa, pero lo ignoré y seguí hacia donde se perdieron esos dos.
—Lucas, déjala en paz. Ella no está lista para superar a Diego, olvídala, por favor. —Laura se interpuso en mi camino para convencerme de que sacara a Ana de mi cabeza, cosa que ya era imposible.
—Laura, por favor no te metas en mis asuntos —dije demasiado brusco y ella me miró incrédula por cómo le hablé. Me pasé la mano por el rostro con exasperación. Era la primera vez que perdía el control de las cosas. Ni siquiera el abandono de Milena, hizo que perdiera t
LucasSalí con sigilo de la habitación y desde cierta distancia, pude ver el semblante sombrío de Sullivan, quien se notaba arrebatado por la rabia y el dolor. Ese hombre estaba sufriendo en carne propia lo que significaba ser traicionado, cosa que dudo hubiera experimentado en su existencia. Sabía del prontuario de mujeriego que cargó en el pasado, como para imaginar que alguna vez pasaría por semejante situación.Por mi parte, sentía rabia de haber querido manipular las cosas para conseguir mi propósito. En el pasado fui víctima de engaños y maquinaciones que destruyeron mis esperanzas frente al amor y me habían hecho dudar de las personas, por lo que la idea fugaz de utilizar esta situación a mi favor y sacar del camino a ese hombre, me resultaba deshonesto.Oí sus reclamos cargados de ansiedad y dolor, que tan solo recibían respuestas vací
AnaSentí un fuerte aroma invadir mis fosas nasales, logró que cobrara mis sentidos y reaccionara poco a poco. Lentamente abrí los ojos y me encontré con aquella mirada que, desde el día que nos conocimos, aunque él no lo supiera, me embrujó por completo. Su preocupación era evidente y el desconsuelo por mi falta me embargó tanto, que comencé a llorar con culpabilidad.Entre mis sollozos, oí cómo el señor Spencer se despedía y nos dejaba a solas a Mónica, Diego y a mí.—Shh, cariño, ya pasó —susurró tierno, acunó mi mejilla y retiró las lágrimas de mi rostro.—Diego; ¿puedes ir por agua, por favor? —pidió de manera ansiosa mi amiga. La conocía y sabía que quería crear un espacio para que pudiéramos estar a solas.—Mej
«El trabajo, la empresa… Lucas», pensé. Abrí los ojos con desesperación.¡Por dios, Lucas!El hombre que acababa de confesarme su amor y al que estuve a punto de entregarme hace cuestión de hora, seguía esperando por mí en la habitación. Tendría que enfrentarlo, pedirle perdón por lo que propicié presa del deseo y las ganas de olvidar algo inolvidable. Pensé en ese momento, que realmente no me merecía a alguien como Lucas: un verdadero caballero, un hombre que, a pesar de todos los problemas que cargaba, eligió creer en mí, seguirme y apoyarme. Sentía remordimientos por las falsas esperanzas que sembré en él.Respiré profundo y separé los párpados para iniciar mi marcha hacia la alcoba, decidida a enfrentar las consecuencias de mis actos, haciendo caso omiso al temblor, la vergüenz
—Pero ¿qué tenemos aquí? ¿Acaso estás buscando que alguien muera de un infarto? —Mónica, junto con sus comentarios cargados de ironía y diversión, entró a mi habitación mientras terminaba de arreglarme para la cita que tenía con Diego.Estaba nerviosa y me sentía perturbada. Mis manos torpes no permitían que de una vez terminara de maquillar un poco mi rostro; el temblor en ellas hacía de aquello tan fácil para mí, una tarea imposible. Mónica, quien no recibió respuesta de mi parte, frunció el ceño contrariada y estudió mis movimientos. Cuando quise de nuevo tratar de colocar un poco de sombra sobre mis párpados, me detuvo al quitarme la brocha con cuidado.—Lo haré yo. Siéntate y relájate —habló de manera suave y obedecí de inmediato—. ¿Est&aacut
Llegué hasta la puerta y mi pulso se aceleró al notarla entreabierta. Un presagio perturbador nubló mis pensamientos, me imaginé miles de escenarios donde en todas las escenas, Diego resultaba lastimado.Al pensar en él, en su integridad y seguridad, me armé de valor e ingresé a la casa con cuidado. Mis ojos viajaron con rapidez a la mesa cubierta de rosas, copas de vino y velas; suspiré tranquila. Tal vez era adrede todo y Diego solo quería sorprenderme.—¡¿Diego?! —lo llamé. Entretanto, con los ojos buscaba su figura imponente sin obtener respuesta.Avancé hacía la mesa dispuesta, recorrí el lugar a diestra y siniestra, tratando de encontrarlo. De inmediato, una tarjeta captó mi atención; era de un papel color rojo fuego y estaba ubicada en el centro de la mesa, recostada en la botella de vino con la inscripción de mi nombre:
LucasCuando salí del departamento, mis sentidos me abandonaron por completo, y no era para menos: volver a sentir esa emoción que solo el amor podía brindar y recuperar las esperanzas de que todo saldría bien esta vez… para nuevamente ser rechazado… dolía. Por Dios que escocía mi corazón y mataba por entero mis ilusiones. Por un momento creí que con ella todo sería distinto y que sabría reconocer lo que le ofrecía: mi vida entera y el mundo a sus pies. Sin embargo, ella decidió que quedarse con él era lo más adecuado.Mentiría si dijera que no aborrecí el momento en que ambos se confesaban su amor, que no me dolió ni enfureció comprender que Ana solo tenía ojos para ese hombre y que, por fortuna, no llegamos a nada porque de ser así, me hubiera sentido peor de lo que me encontraba.Sabía que Jo
Apresurado, bajé las escaleras aguardando lo peor, pero cuando abrí aquella puerta, la visión que se formó delante de mis ojos me dejó sin aliento.De pie, con los orbes rasados, triste y abatida, se encontraba ella y, al verme, un llanto desbordado se apoderó de su ser. Prácticamente convulsionando, se lanzó a mis brazos y se aferró a mí, que al principio la miré con confusión y, para qué mentir, con un poco de enojo, mas al oír sus palabras, no pude más que desechar mi intención de ser indiferente y la acogí en mis brazos para consolarla de sea lo que fuera, que la atormentaba.Luego de un rato en la misma posición, el llanto mermó un poco y la abracé, guiándola hasta el salón de la casa.—Shh. Sea lo que sea, pasará, princesa, deja de llorar, por favor —pedí desesperado por no saber
—Bien. Jonás se encargará de todos tus asuntos. —Arrugó la frente sin comprender—. Eres accionista en la constructora y las empresas Sullivan. No puedes abandonar tus responsabilidades, así como así, por lo que le cederás el poder a Jonás y él tomará las decisiones que te corresponden, luego de comunicarse contigo y de que tú estés de acuerdo con todo. No hará nada sin tu autorización, puedes confiar ciegamente en él. Además, está lo de tu divorcio y supongo que seguirás con los trámites... —lancé esperanzado y ella afirmó.—Gracias... no había pensado en todo eso. —Sacudió la cabeza, sorprendida—. Lucas... mis cosas, no tengo nada...—Eso es lo de menos, Ana. Compraremos todo lo necesario cuando lleguemos a nuestro destino.—Pero... no puedo viajar as&iacut