Una vez en Londres, las ansias por verla aumentaron, aunque ardía de rabia porque sería acompañante de aquel hombre que me pareció hasta formidable, antes de saber que era el esposo de la mujer que me gustaba.
Y ahora que me detenía a pensarlo, durante las videoconferencias que tuvimos en el transcurso de nuestras tratativas, su rostro me resultó familiar. No obstante, jamás imaginé que sería el hombre que gritó el nombre de Ana en Lagos. Recordaba perfectamente aquella corriente eléctrica que sacudió mi cuerpo cuando la sujeté de la muñeca para que no se fuera. Si no hubiera estado con Milena, en aquel momento no hubiera dudado en ir tras ella y molerme a golpes con el causante de sus lágrimas.
Ahora que repasaba los hechos, el nombre de Ana estaba escrito en mi destino y viéndolo de esa manera, hasta agradecía que Milena me hubiera roto el coraz&oacu
—Por Dios, Ana, ¡estás deslumbrante!Mónica quedó sorprendida por mi aspecto y me sentí conforme. Era exactamente lo que buscaba; dejar con la boca abierta a todos y en especial a ese par que pensaban que tenían todo tipo de derechos sobre mí—Creo que a esos dos les dará un paro fulminante cuando te vean, querida. —Sonreí al negar con la cabeza. En serio esperaba que fuera así.—Eso espero, Mónica. Esta noche les daré una lección a esos dos —respondí decidida—. ¿Has hecho lo que te pedí?—¡Por supuesto! ¿Crees que una idea tan descabellada como la que se te ocurrió, podría salir bien sin mi supervisión? —preguntó demasiado seria para creérselo ella misma y rodé los ojos.—No seas dramática y mejor dime cómo es el suso
—Creo que estás confundiendo las cosas —comenté mientras él bajaba y me tendía su mano para ayudarme a hacer lo mismo.—No, Ana, eres demasiado ingenua a veces. Soy hombre y me di cuenta perfectamente que te miraba con deseo, cosa que no me gustó para nada. —Me aclaré la garganta y creí que lo mejor sería callar, imaginé que me mataría cuando supiera que el fulano ese, como él lo llamaba, se trataba nada más y nada menos que de Lucas Marshall. Sin embargo, después de hoy dudaba que existiera algo más que un fugaz recuerdo de lo que pudo haber sido entre nosotros.—Y si fuera así como dices, que me veía con deseo, ¿por qué te molesta? No puedes darme lo que te pido y tú mismo dijiste que esta noche… sería nuestra última noche. ¿Por qué te fastidia que alguien me vea de esa ma
LucasSe formó un nudo en mi garganta cuando vi cómo, de manera tan natural, Sullivan tomó su mano y la besó casi en los labios. Tragué con fuerza y sentí cómo la corbata del moño de mi esmoquin, se ajustaba demasiado a mi cuello. Presioné mis puños y di un paso, cuando Bi me tomó del brazo para detenerme.—No cometas una locura, hermano. —Tuve que coger suficiente aire para no explotar—. No sé qué está ocurriendo, pero no quiero verte sufrir. Si ella será la causante de tu dolor, aunque sea mi amiga y la aprecie, de verdad prefiero que no vuelva a acercarse a ti, Lucas.Sus palabras de preocupación me calmaron y relajé mi cuerpo.—No te preocupes, pequeña. Creo que merezco lo que está sucediendo —respondí para tranquilizarla, sin dejar de mirar cómo Sullivan la tomaba de
LucasAmbos nos quedamos sin palabras viendo cómo Maximiliano se llevaba a Ana quién sabe a dónde, y ni Diego ni yo, pudimos seguirles las pisadas porque, de inmediato, luego de ver cómo la sacaba a bailar con una familiaridad que francamente me enfurecía, invitados importantes se acercaron a nosotros para entablar conversación. Sullivan parecía despreocupado, aunque en un par de ocasiones miró en dirección hacia donde desaparecieron. Sin embargo, yo estaba tan molesto que, si no acababa pronto la estúpida charla, era capaz de echar a todos para ir tras ellos.Conocía muy bien a ese condenado español como para afirmar que era capaz de seducirla en un abrir y cerrar de ojos, mas Diego Sullivan, al parecer, no se imaginaba en las manos en donde yacía su adorada esposa.***AnaMax me ofreció su brazo y acepté gustos
Invadió mi boca con ímpetu, sin darme oportunidad a emitir protesta alguna. El sabor de sus besos era una mezcla agridulce que revelaban que bebí de más. Y, al parecer, el alcohol era dueño de sus impulsos. De todas maneras, el placer y sentimientos encontrados me asediaron, por lo que luego de resistirme en contra de mi propia voluntad, me dejé llevar por el deseo intenso que despertaba en mí cuerpo.Cuando me hubo faltado la respiración, mis manos que estaban envueltas en su cuello, bajaron hasta su pecho y, con dificultad, empujé de manera firme para crear un espacio y tomar el aire que ambos necesitábamos. Lentamente fue bajando la intensidad del beso, separó su boca de la mía. Respiró suave, con los ojos cerrados, recargando su frente en mi hombro y dejándome un cálido beso a su paso. Volvió a levantar ese rostro de facciones perfectas y sus orbes diaból
—No es posible, tú no puedes estar diciendo eso. Mucho menos sentirlo. —Me negaba a creerlo.—Ni siquiera sé cómo sucedió, pero lo hago y no tengo miedo de asumirlo y de decirlo, aunque no quieras escuchar esta confesión precisamente de mi boca. Te amo y te necesito como no te imaginas. Añoro todo de ti, de tu cuerpo, de tus labios y el calor que me da tu sonrisa. De esos ojos que dejan ver el alma pura y trasparente que tienes. Después de ti, estoy seguro que no podré ver a nadie más de esta manera. —Me brindó una tierna sonrisa y creí morir.Mis orbes se llenaron de lágrimas por la emoción de aquellas palabras que jamás había oído.—Nadie jamás me dijo que me ama —confesé con nostalgia.—Y con nadie, ¿te refieres a un hombre? —preguntó y negué.—Nad
Lucas—Si me disculpan, el señor Sullivan puede seguir explicándoles todo lo relacionado a nuestra sociedad. Tengo invitados que atender, con permiso —me excusé ansioso por librarme de aquellas personas que no me dejaban partir tras ella. Una mirada cargada de odio me escrutó de manera intensa, pero lo ignoré y seguí hacia donde se perdieron esos dos.—Lucas, déjala en paz. Ella no está lista para superar a Diego, olvídala, por favor. —Laura se interpuso en mi camino para convencerme de que sacara a Ana de mi cabeza, cosa que ya era imposible.—Laura, por favor no te metas en mis asuntos —dije demasiado brusco y ella me miró incrédula por cómo le hablé. Me pasé la mano por el rostro con exasperación. Era la primera vez que perdía el control de las cosas. Ni siquiera el abandono de Milena, hizo que perdiera t
LucasSalí con sigilo de la habitación y desde cierta distancia, pude ver el semblante sombrío de Sullivan, quien se notaba arrebatado por la rabia y el dolor. Ese hombre estaba sufriendo en carne propia lo que significaba ser traicionado, cosa que dudo hubiera experimentado en su existencia. Sabía del prontuario de mujeriego que cargó en el pasado, como para imaginar que alguna vez pasaría por semejante situación.Por mi parte, sentía rabia de haber querido manipular las cosas para conseguir mi propósito. En el pasado fui víctima de engaños y maquinaciones que destruyeron mis esperanzas frente al amor y me habían hecho dudar de las personas, por lo que la idea fugaz de utilizar esta situación a mi favor y sacar del camino a ese hombre, me resultaba deshonesto.Oí sus reclamos cargados de ansiedad y dolor, que tan solo recibían respuestas vací