CAPITULO 145

Luego de que Pietro me diera una de las peores noticias, lo evadí como pude. Con demencia, me puse a buscar a Ana sin éxito alguno.

Una hora después, regresé al hotel. Estaba cabreado por cómo se daban las circunstancias de nuevo. Maldije mi ineptitud para llevar por buen sendero las cosas con ella. Entretanto, veía a un Ernesto sonriente conversando con el hombre que esta vez presentía que sería un estorbo en mi camino.

Traté de pasar desapercibido para esos dos, pero el idiota de Ernesto me llamó. Pietro aguardó por mí con una sonrisa de oreja a oreja. Estaba tan enfadado que no me temblaría el puño para estamparlo contra su rostro engreído. Pero ¿a quién quería engañar? Todo era mi culpa.

—Al parecer, nuestro querido amigo se ha flechado por completo —mencionó divertido el encargado. Logró que lo fulminara, amenazante, con la vista.

—Ya me ha dicho —mascullé con sequedad sin un atisbo de emoción en mis palabras.

—Y creo que su intuición ha hecho una muy buena elección. —Buscó provo
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