CAPITULO 149

Mis manos, que guardaron en su memoria y recordaron a la perfección sus contornos, tomaron consciencia. Al fin la tocaban y sentían de nuevo. Recorrieron su espalda y se deslizaron en la curvatura de su cadera para presionarla contra la mía. Su pelo suave y largo acariciaba su espalda como una cascada a las rocas. Agarré un mechón y lo olí. Ella emitió un hondo suspiro.

Entonces recordé el día que la conocí. Quedé deslumbrado con sus ojos y su sonrisa. A partir de allí, la amaba, desde ese día la quería. Todas las estupideces y locuras que había cometido a lo largo del tiempo desde ese instante, nos condujeron por tantos y distintos caminos lisos, llanos y con exageradas curvas, pero que se volvieron a unir para devolverme este acto único: la tenía solo para mí, cercana en todos los sentidos, tan próxima a ser parte de mi alma y de mi cuerpo, abandonada y vulnerable por el amor que también sentía hacía mí.

Sus dedos se afianzaron alrededor de mi cintura. Sentí un enorme deseo estremec
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