De forma rápida y somera, contaré que Edna quedó muy sorprendida con toda la historia. Que insistió en pagarme por mis “servicios” pero le decliné con énfasis su oferta. También le pedí que borrara mi número, que nunca más me llamara. A fin de cuentas, llevábamos mucho tiempo sin ser amigas reales.
— Yo le amaba, Ceci. Aún cuando no se excitara sexualmente conmigo, aún cuando fuera un drogadicto de mierda. Le amaba.
— Si tú lo dices. Yo creo que amabas más la idea de que todos los que vimos como te rompió el corazón, lo vieran volver a tus brazos tanto tiempo después. Le dí la espalda y dejé atrás su cuasi-mansión.
Augusto Íñiguez comenzó a ser investigado por la Unidad de Crímenes Especiales de nuestra jefatura. A Horacio Gárciga no le dieron derecho a
En menos de dos meses, la Unidad de Víctimas Especiales consiguió pruebas para imputar a Augusto Íñiguez. También quedaron implicados en sus actos su hermana y un par de funcionarios más relacionados con Helios Gestoría. El negocio familiar perdió su valor en bolsa y la familia cayó en banca rota.Yo, finalmente, le pedí disculpas a su hijo. Fue la mañana después de oír el alegado del padre sobre qué había sucedido con mi hermano Bernie. Aquel monstruo lo había atropellado y él mismo había manipulado algunas evidencias para porder inculpar a Jaime.Mi ex-novio aceptó mis palabras con agradecimiento, hasta podría decirse que con dulzura. Incluso, intentó pedir mi número, “para retomar el contacto”. Puede que todavía él sintiera algo por mí, pero yo de seguro que había cerrado ese
La primera vez que Edna vio a Marcos me susurró al oído que algún día se casaría con ese chico. Estábamos en primer año de secundaria, no podíamos tener más de 13 o 14 años. Le dije que estaba loca, que no fuera ridícula. Ahora me sentía una fantoche, mientras los observaba bailar el vals nupcial rodeados de un centenar de invitados.Edna estaba tan bella como de costumbre. Su pelo negro caía por su espalda en pesados bucles. Marcos era otra cosa. Ya quedaba poco de aquel muchacho que arrebataba suspiros en la escuela. Se estaba quedando calvo y sus pocos pelos ralos comenzaban a teñirse de plata. Nadie podría imaginar que tenía 32 años, solo dos más que su recién estrenada esposa, y que yo.En la secundaria fue otra cosa. Era el muchacho más bello que nosotras conocíamos. Alto, más de metro 90, de cabellos color miel
La pista estaba concurrida, y aunque no me agradaba la idea de bailar con el esposo de otra, si tenía muchos deseos de mover los pies. Sonaba salsa y la verdad no soy muy buena, pero me defiendo. Al primer compás supe que estaba acabada. Matt dio solo dos pasos y parecía un profesional.Bailamos un par de canciones seguidas sin darnos cuenta de que cambiaban los acordes. Era una sensación rara porque me sentía torpe y al mismo tiempo feliz de estar ahí. Por varios minutos olvidé la boda, los ex compañeros de clases, la mirada prejuiciosa de Edna, la incomodidad por la presencia de Jaime. Todo se resumía a Matt, nuestros pies y yo.Cuando por fin nos cansamos me dijo con una sonrisa que iba a sentarse junto a Nina. Le dije que me parecía bien y que era genial bailando. Me devolvió el cumplido, aunque dudo mucho que sea cierto. Se alejó de mí y me dediqué a observar su cuerp
El capitán Linares se acercó a mí y me miró con suspicacia.—¡Cuánta elegancia, Artigas!Aquella frase quería decir en realidad: "Se te ven enormes las tetas con ese vestido, zorrita". Pero como cualquier otro día en que usa sus babas conmigo, decidí ignorarlo. "El cuerpo de policía no es lugar para una mujer como tú", me había dicho la sargento que llevó todo mi recorrido en la academia. Sin embargo, una de mis metas en la vida era demostrar que ella se equivocaba. La verdad mis compañeros no me la ponían fácil. De igual modo, me bastaba con saber que la mayoría ni siquiera sería capaz de multiplicar o hallar una raíz cuadrada.—Era invitada en la boda, capitán - dije con desdén.—¿Conocía al occiso?—Era Marcos Sagastumé, el novio. Lo
Ricardo Fontebella había aparecido muerto en su mansión a orillas de la playa. Lo habían asfixiado. Sin embargo, las pruebas forenses señalaban que alguien llevaba meses suministrándole un medicamento que no necesitaba y que debilitó las paredes de su corazón. De no haber sido asesinado, igualmente habría muerto. Ricardo Fontebella tenía tres hijos, una nuera y dos yernos, seis nietos, una ex mujer achacosa y una nueva y flamante esposa 25 años más joven. Todas esas personas tenían un único interés en la vida, esperar que el anciano hombre de negocios muriera y cobrar la cuantiosa herencia.Las pruebas indicaban que el asesino era una persona cercana, pues el fallecido apenas había puesto resistencia. Después de dos meses de análisis e interrogatorios yo había conseguido dar con la verdad. Fernando Fontebella, nieto mayor y favorito del occiso, ten&iac
La expresión de Linares era de satisfacción. Por fin había conseguido joderme, aunque no fuera a cuatro patas como en realidad él querría. Con la sonrisa más descarada que había visto en mi vida me informó que me inhabilitaban y que estaba bajo investigación. Al parecer, la señora de Sagastumé, la bella Edna, actriz reconocida y rostro precioso de la gran pantalla, aseguraba que yo la chantajeaba y había puesto una denuncia contra mí. Yo, con las manos escondidas en los bolsillos del pantalón, escuché pacientemente la sarta de idioteces de mi jefe.El capitán pidió que debía entregar mi móvil como prueba pues me acusaban de tener imágenes poco decorosas que podían dañar la reputación de la famosa intérprete. Definitivamente, Edna había escuchado el sonido de la cámara digital a pesar de estar entr
La tapicería del interior de la limusina de Edna era de un verde muy tenue. El olor no era agradable. El ambientador parecía una mezcla de menta con y violetas que no combinaban bien. Para colmo, Edna fumaba y uno de sus gorilas parecía no haberse bañado desde antes de la boda. Sentada a la izquierda de mi interlocutora, esperé a que alguien me explicara todo este despropósito.—¿Te gusta esa comisaría, Cecilia? —preguntó Edna sacando el cigarrillo de sus labios por unos segundos.Me sentía cada vez más enfadada. Los dos gorilas en los asientos de la derecha. Mateo y yo apretados justo al frente y ella, muy acomodada en el medio de nosotros. Podría haberla matado. Sin embargo, opté por sonreír y ser sarcástica.—Amo mi trabajo, Edna.—Amas la investigación. Ser detective. Pero no amas a ese conjunt
No podía seguir soportando la cara de satisfacción de Edna. Seguro estaba más que contenta porque me conocía bien y entendía que en ese momento yo me sentía ridícula. De más está decir que esa suposición era cierta. Entonces volvió a preguntar si estaba dispuesta a ayudarle. La miré con rabia. Contesté que tomaría el caso.—Ok, ¿cómo seguirás con esta investigación?— quiso saber la cuasi-estrella internacional.— Mañana deben entregarte las pertenencias de Marcos. Entre ellas deberá estar la manilla. Hazla llegar a mí en cuanto la tengas.Salí de aquella limusina sin mirar atrás. Me monté en mi coche y conduje hasta casa. Ya en mi departamento me metí a la ducha y bajo el agua comencé a gritar de rabia. Mis vecinos deben pensar que soy una desequilibrada