Capítulo 25

Despertar a Mateo, la mañana siguiente, fue una tarea titánica. Además de lo tarde en que conseguimos dormir, estábamos exhaustos de tanta actividad. Jugué la carta que menos él imaginaba.

— Son las 7, todavía puedes conducir hasta la guardería de tu hijo y darle un beso antes de que comiencen las clases.

Como si de un resorte se tratara, se levantó y entró al baño. Me acerqué a la ducha y pregunté que si prefería fruta o tostadas. Pidió solo café. Monté el tinglado en la cocina y justo cuando la cafetera completaba su magia, él apareció bien arreglado y afeitado.

— Tomé tu maquinilla, perdona.

— No importa. Ya era tiempo de que la tirara.

Tomó la taza con una sonrisa. Yo tenía un par de preguntas cruzando mi mente, pero no quise decirla. Solo me puse un mechón de cabello

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