Alguien creyó original adornar las cornisas del colegio de las hijas de Uriñes con figuras de niños leyendo, pintando, jugando. Simulaba gárgolas de una naturaleza infantil. El resultado era grotesco en realidad.
Inmersa en esos pensamientos, sentí el tacto de Martina, la hija pequeña de mi compañero de la comisaría. La niña me saludó efusiva, quería mostrarme la botella con algodón y guisantes florecidos que traía en las manos.
Uriñes se acercaba a nosotras, sonriente. ¿En verdad este sujeto tiene una sonrisa tan atractiva o soy yo que hoy todo lo veo diferente?, pensé. A lo lejos, la hija mayor - nunca recuerdo su nombre - farfullaba algo sobre que iban a llegar tarde a la primera clase.
Martina me preguntó qué si prefería las clases de lengua o las de ciencia. Le contesté que era una eterna enamorada de las matem
La conversación con Edna no fue sencilla. No sé si era por sus dotes de actriz, pero había conseguido hacer de todo aquello un verdadero drama. En cierta forma tenía razón en algo, los motivos por los cuales me había contratado no estaban resueltos.— ¿Quién mató a Marcos, Cecilia? ¡Eso no me los has dicho! No me importa si hay un pedófilo en esta historia o 15. Tú me diste tu palabra.Afortunadamente, Mateo estaba ahí como intermediario. Intentó explicarle una y otra vez porque era importante que la policía tomara cartas en el asunto. Entregar los nuevos datos significaba ofrecer pistas frescas que podía ayudar a encontrar al culpable de la muerte de su marido.De pronto, en medio de los gritos y quejas de la dramática estrella, sentí el bip de mi celular. Lo saqué del bolsillo y me puse de lado, para leerlo y poner una barre
Mis padres seguían viviendo en el mismo adosado donde mi hermano y yo crecimos. Nunca dejaron la casa, aun cuando mi abuela decía que ese sitio traía mala suerte. Puede que fuera cierto; en verdad mis padres había tenido un largo rosario de tormentos. Llegué a nuestro viejo vecindario poco antes del anochecer.Aparqué mi Corvette C3 en la entrada y me dispuse a llamar a la puerta. Justo en la acera me encontré con la señora Montero, una antigua compinche de mi madre, que vivía dos bloques más abajo.—¡Ceci, cariño, cuánto tiempo! —me dio dos besos y un largo abrazo.—¿Cómo está, señora Montero? ¿Qué tal los nietos?—¿Cómo es eso de señora, cielo. Puedes llamarme Celeste, me conoces de toda la vida. Los nietos, grandes, enormes, en cualquier momento son hombr
Entré a mi edificio y en automático me quité los zapatos. Los pies me dolían. Mis botas no tenía un tacón alto ni fino, pero yo estaba agotada de llevarlas después de más de 14 horas seguidas. Subí hasta mi apartamento para encontrarme con una sorpresa.Mateo estaba sentado en el suelo, recostado a mi puerta. Tenía el chaleco del traje sobre las piernas, la camisa blanca remangada y la corbata deshecha. A su lado, una caja de pizza y un six pack de cervezas. Parecía dormido. El cabello largo, algo encrespado, caía sobre sus hombros de una forma casi angelical.Como no tenía zapatos puestos, él no consiguió despertarse con mis pisadas. Me acerqué lo más que pude y le di un beso en los labios. Nada: otro. Entonces reaccionó. Sin abrir los ojos esbozó una sonrisa y susurró que era una perra por hacerlo esperar tanto.Sonre&iacu
Despertar a Mateo, la mañana siguiente, fue una tarea titánica. Además de lo tarde en que conseguimos dormir, estábamos exhaustos de tanta actividad. Jugué la carta que menos él imaginaba.— Son las 7, todavía puedes conducir hasta la guardería de tu hijo y darle un beso antes de que comiencen las clases.Como si de un resorte se tratara, se levantó y entró al baño. Me acerqué a la ducha y pregunté que si prefería fruta o tostadas. Pidió solo café. Monté el tinglado en la cocina y justo cuando la cafetera completaba su magia, él apareció bien arreglado y afeitado.— Tomé tu maquinilla, perdona.— No importa. Ya era tiempo de que la tirara.Tomó la taza con una sonrisa. Yo tenía un par de preguntas cruzando mi mente, pero no quise decirla. Solo me puse un mechón de cabello
— Consiguió engañarme muy bien, señor Gárciga — exclamé mientras Uriñes, el sujeto calvo y yo nos sentábamos en la sala de interrogatorios de la comisaría.El funcionario de Helios Gestoría me dedicó una mirada llena de chanza. Apoyó los codos sobre la mesa y colocó su barbilla sobre sus manos. Era evidente que se burlaba de mí, de toda la investigación. Sin embargo, ahora estaba aquí. ¿Qué ganaba con descubrirse ante nosotros?— Como le dije en nuestra entrevista anterior, inspectora, soy un amante del anonimato.Uriñes observaba al sujeto reclinado hacia atrás en su silla. Al cabo de unos segundos, se colocó en la misma posición que el entrevistado. Ahí comenzó el interrogatorio.— Señor Gárciga, tenemos constancia de una serie de pagos hechos en su nombre a
De forma rápida y somera, contaré que Edna quedó muy sorprendida con toda la historia. Que insistió en pagarme por mis “servicios” pero le decliné con énfasis su oferta. También le pedí que borrara mi número, que nunca más me llamara. A fin de cuentas, llevábamos mucho tiempo sin ser amigas reales.— Yo le amaba, Ceci. Aún cuando no se excitara sexualmente conmigo, aún cuando fuera un drogadicto de mierda. Le amaba.— Si tú lo dices. Yo creo que amabas más la idea de que todos los que vimos como te rompió el corazón, lo vieran volver a tus brazos tanto tiempo después. Le dí la espalda y dejé atrás su cuasi-mansión.Augusto Íñiguez comenzó a ser investigado por la Unidad de Crímenes Especiales de nuestra jefatura. A Horacio Gárciga no le dieron derecho a
En menos de dos meses, la Unidad de Víctimas Especiales consiguió pruebas para imputar a Augusto Íñiguez. También quedaron implicados en sus actos su hermana y un par de funcionarios más relacionados con Helios Gestoría. El negocio familiar perdió su valor en bolsa y la familia cayó en banca rota.Yo, finalmente, le pedí disculpas a su hijo. Fue la mañana después de oír el alegado del padre sobre qué había sucedido con mi hermano Bernie. Aquel monstruo lo había atropellado y él mismo había manipulado algunas evidencias para porder inculpar a Jaime.Mi ex-novio aceptó mis palabras con agradecimiento, hasta podría decirse que con dulzura. Incluso, intentó pedir mi número, “para retomar el contacto”. Puede que todavía él sintiera algo por mí, pero yo de seguro que había cerrado ese
La primera vez que Edna vio a Marcos me susurró al oído que algún día se casaría con ese chico. Estábamos en primer año de secundaria, no podíamos tener más de 13 o 14 años. Le dije que estaba loca, que no fuera ridícula. Ahora me sentía una fantoche, mientras los observaba bailar el vals nupcial rodeados de un centenar de invitados.Edna estaba tan bella como de costumbre. Su pelo negro caía por su espalda en pesados bucles. Marcos era otra cosa. Ya quedaba poco de aquel muchacho que arrebataba suspiros en la escuela. Se estaba quedando calvo y sus pocos pelos ralos comenzaban a teñirse de plata. Nadie podría imaginar que tenía 32 años, solo dos más que su recién estrenada esposa, y que yo.En la secundaria fue otra cosa. Era el muchacho más bello que nosotras conocíamos. Alto, más de metro 90, de cabellos color miel