Capítulo4
Camila no entendía la actitud de Luan. Apenas hace un momento, él había declarado que Viviana era la persona más importante en su vida. Y ahora la miraba con una expresión de celos y devoción que la desconcertaba.

Estaba a punto de responder cuando, de repente, Viviana tropezó y cayó al suelo sin motivo aparente.

—¡Ay! —gritó.

Al verla, Luan y Cristian olvidaron lo que le habían preguntado a Camila y corrieron a socorrerla.

Con los ojos llenos de lágrimas y con una dulzura fingida les dijo.

—Ustedes están heridos. No se preocupen por mí. Luego, dirigiéndose a Camila, pidió con voz temblorosa:

—¿Me ayudas a entrar para descansar un rato?

No le dio tiempo a responder, se inclinó sobre ella y apoyó todo su peso en sus hombros.

Ella quiso apartarla por instinto, pero sus fuerzas apenas le respondían. Sin más opción, tuvo que dejar que se sujetara de ella.

Apenas cruzaron un arco, Viviana se detuvo de golpe. La fragilidad en su rostro desapareció por completo. En su lugar, una sonrisa burlona se dibujó en sus labios y con una voz desafiante dijo:

—Camila… ¿crees que con estos truquitos tuyos puedes ganarte de nuevo su atención? ¡Te lo advierto, ni lo sueñes!

Camila se dio cuenta de inmediato que Viviana estaba tramando algo de nuevo.

Antes de que pudiera reaccionar, la vio levantar la mano y abofetearse a sí misma con fuerza, una y otra vez. Su cara enrojeció al instante. Al mismo tiempo, su voz temblorosa sonó, llena de llanto y desesperación fingida:

—¡Camila, todo es mi culpa, perdóname! ¡No me pegues! ¡No volveré a pelear contigo por Cristian y Luan, por favor, déjame en paz!

Su grito estridente no tardó en alertar a Cristian y Luan, que estaban a solo unos pasos del lugar. Los dos corrieron hacia ellas de inmediato.

Al llegar, lo primero que vieron fue el rostro de Viviana cubierto de marcas de bofetadas y sus lágrimas rodando sin cesar.

Cristian explotó en ira. Se lanzó hacia adelante y empujó a Camila con fuerza.

Ella, aún débil por las heridas, no pudo resistir el impacto y cayó de cabeza contra el borde de un macetero.

Un instante después, la sangre brotaba de su frente.

Luan la miró con furia contenida, sin averiguar lo sucedido, la reprendió:

—¡Camila! Viviana creció sin padres, sufriendo durante años. Aunque ahora viva en tu casa, no es más que una hija adoptiva. Tú, en cambio, siempre lo has tenido todo. ¿Por qué te esmeras en agredirla?

Su mirada se oscureció mientras continuaba:

—Ya me enteré de que están preparando su boda. Le quedan solo unos días antes de casarse, ¿y aun así insistes en hacerle la vida imposible?

Cristian no esperó a que ella respondiera y añadió con desprecio:

—Luan, no le des ningún chance. ¡Esto ya es demasiado! Camila, no es la primera vez que atacas a Viviana. Hace años podíamos justificarlo diciendo que eras una niña, pero ahora, Viviana está a punto de casarse, ¿por qué no puedes dejarla en paz? No puedo creer que tengo hermana tan cruel.

Camila creyó que ya nada de lo que hicieran podría lastimarla. Pensó que sus palabras no tendrían poder sobre ella. Pero cuando los escuchó acusarla con tanto cinismo, llamándola malvada sin dudarlo, la desesperación, la tristeza y el sufrimiento la envolvieron como una tormenta implacable.

Todo se acumuló en su pecho, ahogándola, hasta que finalmente explotó.

—¡No fui yo! —gritó con todas sus fuerzas—. ¡Ella misma lo fingió todo! ¡Hay cámaras ahí, vayan a comprobarlo ustedes mismos!

Pero ni siquiera había terminado de hablar cuando Viviana, con el rostro bañado en lágrimas, se cubrió la cara y sollozó con voz temblorosa:

—Cristian, Luan… Me duele mucho… ¿Y si me queda una cicatriz para siempre?

Hizo una pausa y, como si apenas hubiera procesado lo que se había dicho antes, preguntó con visible confusión:

—Por cierto… ¿De qué boda estaban hablando? ¿Casarme con quién…?

Sus expresiones cambiaron drásticamente.

Luan reaccionó primero, alzándola en brazos con ternura, mientras le susurraba con voz tranquilizadora:

—No es nada, mejor vamos al hospital.

—Viviana, escuchaste mal—agregó Cristian— y no te preocupes, te conseguiré al mejor médico de la ciudad. No te quedará ninguna cicatriz, te lo aseguro.

Camila se quedó inmóvil, escuchando sus pasos alejarse. El nudo en su garganta se hizo insoportable. Las lágrimas, esas que había intentado contener, transitaron silenciosamente a través de su cara.

Apretó la cruz en su mano con fuerza, hasta que sus dedos palidecieron.

Y en su mente, un pensamiento retumbó con amargura: «Están equivocados. Ustedes están tan equivocados. Soy yo quien se casará con Pedro Ocampo. Soy yo, Camila.»

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App