Capítulo6
En medio del alboroto, Camila callada en una esquina. Todo el bullicio a su alrededor no tenía nada que ver con ella.

Después de cortar la torta, una animada melodía de piano llenó el salón, y los jóvenes apuestos junto con las muchachas hermosas empezaron a bailar. Viviana recorrió el lugar con la mirada hasta que sus ojos se posaron en Camila. Con una sonrisa cargada de arrogancia, se acercó lentamente.

—¿Cómo te sientes, Camila? Seguro estás resentida porque soy yo la protagonista de tu fiesta de cumpleaños, ¿verdad? Pero no puedes hacer nada, porque ya ves, papá, mamá, Cristian y Luan me quieren más a mí. ¿Qué importa la sangre? Mírate, igual te tengo bajo mis pies. Qué patética y débil eres, me das lástima.

Camila sabía que solo quería provocarla, pero sus lágrimas se habían agotado en esos últimos años.

Así que simplemente la miró con indiferencia, mientras la otra siguió alardeando por un rato más. Pero cuando notó que Camila no lloraba como esperaba, dio un pisotón y se marchó frustrada.

Tras tanto tiempo sentada, Camila estaba cansada. Solo quería volver a su habitación y descansar. «Después de todo, la protagonista de esta fiesta de cumpleaños no soy yo», pensó mientras se disponía a irse. En eso estaba, cuando de repente, desde el centro del salón, Viviana lanzó un grito:

—¡El collar que me regaló Luan desapareció! ¡Aquí hay un ladrón!

Camila se giró y echó un vistazo. Efectivamente, el cuello de Viviana estaba vacío. Por alguna razón, un mal presentimiento la invadió.

Tal como lo temía, un segundo después, Viviana, con los ojos llenos de lágrimas, gritó:

—Hace un momento estaba hablando con Camila y, de repente, el collar desapareció. Camila, si tanto te gustaba, me lo hubieras dicho y yo te lo habría dado. ¿Por qué tuviste que robarlo?

Todas las miradas del salón se clavaron en Camila. Ella respiró hondo y, con voz firme, enfrentó aquellas miradas llenas de malas intenciones:

—No fui yo. Soy la señorita de la familia Morales. Es solo un collar… ¿de verdad creen que necesito robar?

Su actitud tranquila y segura disipó buena parte de las sospechas.

Luan frunció el ceño, incrédulo, pero Viviana no estaba dispuesta a rendirse y volvió a señalarla:

—Si no fuiste tú, ¿entonces quién? Para ti, un collar no es nada, pero este me lo regaló Luan. Estás loca por él, seguro lo quieres solo para ti. Si de verdad no tienes nada que esconder, ¡deja que te revisen!

¿Revisarla en público, frente a todos?

Camila apretó los puños con fuerza, adoptó en su cara una firmeza producto de la furia y se negó rotundamente:

—Dije que no lo hice y punto. ¿Con qué derecho piensas revisarme?

—¡Papá, mamá, Cristian, por favor, créanme! —sollozó Viviana—. Luan… Sé que solo soy una hija adoptiva. Si fuera cualquier otra cosa, no me importaría, se lo daría a Camila si ella lo quisiera. Pero este collar fue regalo tuyo. Es lo único que tengo, y no quiero perderlo.

Al verla llorar desconsolada, los corazones de los mencionados se ablandaron.

Finalmente, Cristian asintió y le hizo una señal a los guardaespaldas. Ellos avanzaron en grupo y sujetaron a Camila con fuerza.

Ella lo miró con incredulidad. No podía creer que su propio hermano de sangre permitiera que la humillaran en público de esa manera… y todo por una hermana adoptiva.

—¡No fui yo! —gritó Camila, forcejeando con todas sus fuerzas. Pero nadie la hizo caso.

Su elegante vestido fue desgarrado, su cabello recogido cayó en desorden mientras con tirones le arrancaban mechones enteros.

Desesperada, aferró las pocas telas que quedaban a su pecho, intentando cubrirse, sus ojos estaban inundados de impotencia y dolor.

Pero por más que luchara, por más que suplicara, los que la rodeaban la miraban con indiferencia, como si todo aquello no fuera más que un espectáculo.

Con el aliento entrecortado, Camila alzó la vista. Sus padres permanecían impasibles. Luego miró a Luan y Cristian, quienes estaban demasiado ocupados consolando a Viviana para voltearla a ver.

En ese instante, sintió que había caído en una pesadilla de la que jamás despertaría.

Antes, sus padres la tenían en la palma de su mano, cuidándola como si fuera de cristal, temiendo que se lastimara.

Cristian siempre la defendía cuando alguien la hostigaba, poniendo en su lugar a cualquiera que se atreviera a molestarla.

Luan estaba siempre a su lado, protegiéndola de cualquier tormenta que el mundo le arrojara.

Pero ahora, ¡todo era distinto!

Cuando su vestido estuvo a punto de ser arrancado por completo, las lágrimas de dolor nublaron su vista. En medio de la desesperación, un pensamiento cruzó su mente.

Alzó la mano, con las uñas rotas y ensangrentadas, y con toda la fuerza que le quedaba, gritó:

—¡No fui yo! ¡Las cámaras de seguridad lo pueden demostrar!

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