Luan ya no pudo contenerse. Con la voz cargada de frustración y resentimiento, exclamó:—¡No estoy de acuerdo! ¡Camila no puede casarse con Pedro! ¿Dónde está? ¡Voy a buscarla!Viviana levantó la mirada de golpe y lo miró con incredulidad antes de decir:—Luan, Camila lo hace por voluntad propia. ¿Por qué tienes que interferir?Eduardo y Rosa aprovecharon la oportunidad para respaldarla.—Viviana tiene razón. La familia Ocampo es una de las más prestigiosas de Binorte. Tal vez Camila tenga dificultades para adaptarse, pero no creo que la maltraten —dijo Rosa con tranquilidad.Parecía que los miembros de la familia Morales estaban de acuerdo con ella. Sin embargo, Luan seguía resistiéndose a aceptar la situación e intentó razonar con ellos.—Pero Camila es su hija biológica. Creció siendo mimada y consentida, ¿cómo va a cuidar de un hombre en estado vegetativo por el resto de sus días? Además, ¿no habíamos acordado que adoptar a Viviana era para…?Al ver que estaba a punto de revelar la
—Viviana, dame solo un día. Hablaremos de todo esto cuando traiga a Camila de regreso a Sunimar —suplicó Luan, casi rogando.El rostro de Viviana fue perdiendo color. Se mordió el labio con fuerza y sus ojos se llenaron de fiereza.Aunque Cristian no dejaba de consolarla, ella ya había tomado una decisión. Lo sujetó de la mano y lo arrastró hacia la salida del aeropuerto mientras decía:—Cristian, vamos a pedirles a papá y mamá que anulen el acuerdo de adopción y luego… ¡nos casaremos!No parecía estar bromeando. Cristian quedó estupefacto. Pero tras la sorpresa inicial, una inmensa alegría lo invadió y, sin perder un segundo, la llevó a casa.Eduardo y Rosa se alegraron muchísimo al enterarse y, de inmediato, iniciaron los trámites necesarios.Cuando Cristian y Viviana obtuvieron su certificado de matrimonio, Eduardo y Rosa rebosaban de alegría al ver que Viviana, su hija adoptiva, ahora se convertía en su nuera, y no tardaron en llamar a Camila para compartirle la buena noticia.Cami
La cara de Luan palideció ante sus palabras y la cuestionó con voz tensa:—Eduardo y Rosa son tus padres, Cristian es tu hermano, Viviana es tu hermana, y nosotros compartimos más de veinte años de historia juntos. Camila, ¿cómo puedes tratarnos así?Camila dejó escapar una risita, mientras un destello de ironía cruzaba su mirada.—¿En serio? Yo tenía entendido que Viviana era la verdadera hija y hermana, y que fue ella quien creció a tu lado.Luan percibió el tono sarcástico en su voz y, al recordar todo lo sucedido en ese tiempo, una punzada de culpabilidad lo atravesó. Intentó explicarse apresuradamente:—Camila, ¿por qué insistes en compararte con Viviana? Es cierto que la llegamos a tratar un poco mejor, pero solo porque iba a casarse con Pedro en tu lugar. Solo queríamos compensarla. Si lo piensas bien, antes de su llegada, te tratábamos de la misma manera…Siempre el mismo discurso cuando se trataba de Viviana. Camila estaba harta de escuchar.Al ver cómo él seguía defendiéndola
Durante el camino de regreso, reinaba un silencio absoluto dentro del auto.Pedro no preguntó nada, porque se mantenía ocupado enviando mensajes a Arturo para coordinar los últimos detalles de la ceremonia del día siguiente.Después de un mes de convivencia, Camila sabía que Pedro, por cortesía, jamás se entrometería en sus asuntos personales.Antes, ella no había querido contarle nada porque esa parte de su vida aún dolía como para recordarlas.Pero ahora, al verlo tan comprometido con los preparativos de la boda, sintió de pronto que él también tenía derecho a conocer la verdad.Así que, después de cenar y descansar un poco, Camila fue a buscarlo y le relató todo lo ocurrido en su pasado.Tal vez porque ya había logrado superar ese dolor, narró los hechos sin el menor atisbo de emoción, con una serenidad inusitada, como si estuviera contando una historia ajena. Sin embargo, mientras la escuchaba, Pedro sintió cada una de sus heridas como propias.Tomó su mano con firmeza, transmitié
—¿De qué hablas? Tú eres nuestra hija verdadera, aunque claro está que no queremos desprendernos de Viviana. Además, sabes que tanto Cristian como Luan la quieren. No sería lo más justo que ella se case con Pedro, ¿no crees? —dijo Rosa Espinar.—La familia Ocampo ya está preparando la boda. Camila, recoge tus cosas. En dos semanas, vendrá gente de la familia Ocampo para llevarte a Binorte —añadió Eduardo Morales.Después de soltar frases vagas, Eduardo y Rosa colgaron el teléfono.Mirando la pantalla de su celular, que poco a poco se apagaba, Camila Morales fijó la vista hacia la foto sobre la mesa.En la foto, sus padres, su hermano mayor y su amigo de la infancia la rodeaban. Llevaba un vestido de princesa y una corona en la cabeza; su cara irradiaba felicidad.En aquellos días, todos sus amigos y conocidos querían ser como ella, todos le guardaban envidia. Tenía unos padres que la trataban como su mayor tesoro, un hermano mayor que la adoraba como a nadie y una amistad de la infanci
Cuando Camila volvió a abrir los ojos, ya había caído la noche. Miró a su alrededor y se encontró en una habitación vacía de hospital. De la nada, una mueca de desagrado apareció en su cara.Poco después, una enfermera entró con un informe médico en mano. Le explicó brevemente su estado y le informó que debía pagar la cuenta, pues recibiría el alta al día siguiente.Camila se tomó su tiempo para revisar el informe, mientras su celular, a un lado de la cama, vibraba sin parar.Eran mensajes de Viviana. Le había enviado decenas de fotos, presumiendo sin parar.En ellas, se veía a Luan cargándola en su espalda hasta casa, a Cristian con un delantal cocinándole la cena, a ambos hombres rodeándola con un cariño desbordante. A sus pies, una montaña de regalos.Entre los mensajes, destacaba uno en particular:[Camila, Cristian y Luan me quieren demasiado. Soy la muchacha más afortunada del mundo.]Echó un vistazo a las fotos y los mensajes, pero no respondió ni uno solo.Después de descansar
Al llegar el fin de semana, Camila fue a la iglesia La Serenidad. Había escuchado que aquel lugar era conocido por sus milagros, así que decidió ir a rezar por su prometido.Se decía que Pedro Ocampo había sido un joven excepcional, el orgullo de toda su familia, hasta que un accidente de auto lo dejó postrado en cama durante cinco largos años.Ahora que iba a casarse con él, sus destinos estaban irremediablemente atados: si él prosperaba, ella también; si él caía, ella caería con él.Pero Camila ya había tomado una decisión. Haría todo lo posible para despertarlo. Si no lo lograba, lo cuidaría por el resto de su vida. Solo él y ella. Nadie más.Subió los escalones arrodillándose paso a paso, rezando con devoción. Pero, al llegar a la mitad de la montaña, se topó con unos rostros familiares: Luan y CristianTenían las rodillas raspadas, con sangre brotando sin cesar, pero aun así protegían a Viviana en medio, cuidando que no tropezara.Ellos también se sorprendieron al verla allí. Vivi
Camila no entendía la actitud de Luan. Apenas hace un momento, él había declarado que Viviana era la persona más importante en su vida. Y ahora la miraba con una expresión de celos y devoción que la desconcertaba.Estaba a punto de responder cuando, de repente, Viviana tropezó y cayó al suelo sin motivo aparente.—¡Ay! —gritó. Al verla, Luan y Cristian olvidaron lo que le habían preguntado a Camila y corrieron a socorrerla. Con los ojos llenos de lágrimas y con una dulzura fingida les dijo.—Ustedes están heridos. No se preocupen por mí. Luego, dirigiéndose a Camila, pidió con voz temblorosa:—¿Me ayudas a entrar para descansar un rato?No le dio tiempo a responder, se inclinó sobre ella y apoyó todo su peso en sus hombros. Ella quiso apartarla por instinto, pero sus fuerzas apenas le respondían. Sin más opción, tuvo que dejar que se sujetara de ella.Apenas cruzaron un arco, Viviana se detuvo de golpe. La fragilidad en su rostro desapareció por completo. En su lugar, una sonrisa b