Camila rodeó a Anita con un brazo y le acomodó el flequillo desordenado mientras escuchaba a la madre de la niña elogiarla.—¡Ay, mira nada más los gustos de esta pequeña! Seguro que fuiste tú quien lo eligió, ¿verdad, Camila? Conozco bien a Pedro, y él jamás habría acertado tan bien en un regalo para Anita. La última vez le regaló un libro de ejercicios de matemáticas… y antes de eso, ¡un curso de baile! Anita se enojó tanto que no le habló en dos meses —contó la mujer entre risas.Al escuchar esto, Camila giró para mirar a Pedro, sus ojos reflejaban sorpresa. Durante esa semana, Luisa la había llevado todos los días al lugar de reposo para visitar a Pedro, y pasaban allí casi toda la jornada. Como ambos eran jóvenes y de temperamento apacible, habían terminado por familiarizarse sin darse cuenta. Siempre encontraban algo de qué hablar.En la impresión de Camila, Pedro era un hombre sincero, educado, inteligente y sereno.Esa misma mañana, cuando salieron a elegir los regalos, Pedro h
Camila se quedó estupefacta.No esperaba que él no la cuestionara, que incluso estuviera dispuesto a asumir las consecuencias por ella. Por un instante, su corazón se vio invadido por una oleada de emociones encontradas, un huracán imposible de descifrar.—¿Y tú? ¿Cómo vas a explicárselo a tus padres… y a tu abuela? —preguntó Camila con la voz apenas audible, cargada de inseguridad.Al ver esa expresión cautelosa en la cara de Camila, Pedro sintió un apretón en el pecho.Ya había revisado los documentos que Arturo le había enviado, y la rabia lo había consumido durante un largo rato.No estaba furioso con la familia Morales por intentar sustituir a la novia con otra persona para cumplir el acuerdo. Lo que realmente lo enfurecía era cómo habían tratado de cruel a Camila, su hija de sangre.Y, sobre todo, porque Camila no era una extraña para él. Era la muchacha que había ocupado su corazón desde hacía más de una década. Había esperado pacientemente este momento, decidido a hacerla su es
Ninguno de ellos imaginó que durante el mes que Camila había desaparecido, no estaba en el hospital ¡sino que estaba preparando su boda!Comparado con Cristian, Luan, quien había crecido junto a Camila, mostraba una mayor agitación. Hasta ese momento, jamás se le había cruzado por la cabeza que Camila pudiera casarse con otro hombre. En su mente, tanto en el pasado como en el presente, e incluso en el futuro, ella solo podía pertenecerle.Por eso, no podía aceptar lo que acababa de escuchar. Seguía negándolo con una obstinación feroz.—Oigan, por favor, dejen de bromear. Camila ni siquiera conoce bien a Pedro, ¿cómo va a casarse con él? —preguntó Luan.—Nosotros tampoco entendemos del todo qué pasaba por su cabeza —respondió Rosa, con un suspiro—. Tal vez, al ver cuánto te gusta Viviana… quiso hacerse a un lado, ceder su lugar para que ustedes pudieran estar por fin juntos.Al escuchar esas palabras, Luan se quedó helado, como si le hubieran dado una bofetada.A su lado, Cristian tampo
Luan ya no pudo contenerse. Con la voz cargada de frustración y resentimiento, exclamó:—¡No estoy de acuerdo! ¡Camila no puede casarse con Pedro! ¿Dónde está? ¡Voy a buscarla!Viviana levantó la mirada de golpe y lo miró con incredulidad antes de decir:—Luan, Camila lo hace por voluntad propia. ¿Por qué tienes que interferir?Eduardo y Rosa aprovecharon la oportunidad para respaldarla.—Viviana tiene razón. La familia Ocampo es una de las más prestigiosas de Binorte. Tal vez Camila tenga dificultades para adaptarse, pero no creo que la maltraten —dijo Rosa con tranquilidad.Parecía que los miembros de la familia Morales estaban de acuerdo con ella. Sin embargo, Luan seguía resistiéndose a aceptar la situación e intentó razonar con ellos.—Pero Camila es su hija biológica. Creció siendo mimada y consentida, ¿cómo va a cuidar de un hombre en estado vegetativo por el resto de sus días? Además, ¿no habíamos acordado que adoptar a Viviana era para…?Al ver que estaba a punto de revelar la
—Viviana, dame solo un día. Hablaremos de todo esto cuando traiga a Camila de regreso a Sunimar —suplicó Luan, casi rogando.El rostro de Viviana fue perdiendo color. Se mordió el labio con fuerza y sus ojos se llenaron de fiereza.Aunque Cristian no dejaba de consolarla, ella ya había tomado una decisión. Lo sujetó de la mano y lo arrastró hacia la salida del aeropuerto mientras decía:—Cristian, vamos a pedirles a papá y mamá que anulen el acuerdo de adopción y luego… ¡nos casaremos!No parecía estar bromeando. Cristian quedó estupefacto. Pero tras la sorpresa inicial, una inmensa alegría lo invadió y, sin perder un segundo, la llevó a casa.Eduardo y Rosa se alegraron muchísimo al enterarse y, de inmediato, iniciaron los trámites necesarios.Cuando Cristian y Viviana obtuvieron su certificado de matrimonio, Eduardo y Rosa rebosaban de alegría al ver que Viviana, su hija adoptiva, ahora se convertía en su nuera, y no tardaron en llamar a Camila para compartirle la buena noticia.Cami
La cara de Luan palideció ante sus palabras y la cuestionó con voz tensa:—Eduardo y Rosa son tus padres, Cristian es tu hermano, Viviana es tu hermana, y nosotros compartimos más de veinte años de historia juntos. Camila, ¿cómo puedes tratarnos así?Camila dejó escapar una risita, mientras un destello de ironía cruzaba su mirada.—¿En serio? Yo tenía entendido que Viviana era la verdadera hija y hermana, y que fue ella quien creció a tu lado.Luan percibió el tono sarcástico en su voz y, al recordar todo lo sucedido en ese tiempo, una punzada de culpabilidad lo atravesó. Intentó explicarse apresuradamente:—Camila, ¿por qué insistes en compararte con Viviana? Es cierto que la llegamos a tratar un poco mejor, pero solo porque iba a casarse con Pedro en tu lugar. Solo queríamos compensarla. Si lo piensas bien, antes de su llegada, te tratábamos de la misma manera…Siempre el mismo discurso cuando se trataba de Viviana. Camila estaba harta de escuchar.Al ver cómo él seguía defendiéndola
Durante el camino de regreso, reinaba un silencio absoluto dentro del auto.Pedro no preguntó nada, porque se mantenía ocupado enviando mensajes a Arturo para coordinar los últimos detalles de la ceremonia del día siguiente.Después de un mes de convivencia, Camila sabía que Pedro, por cortesía, jamás se entrometería en sus asuntos personales.Antes, ella no había querido contarle nada porque esa parte de su vida aún dolía como para recordarlas.Pero ahora, al verlo tan comprometido con los preparativos de la boda, sintió de pronto que él también tenía derecho a conocer la verdad.Así que, después de cenar y descansar un poco, Camila fue a buscarlo y le relató todo lo ocurrido en su pasado.Tal vez porque ya había logrado superar ese dolor, narró los hechos sin el menor atisbo de emoción, con una serenidad inusitada, como si estuviera contando una historia ajena. Sin embargo, mientras la escuchaba, Pedro sintió cada una de sus heridas como propias.Tomó su mano con firmeza, transmitié
—¿De qué hablas? Tú eres nuestra hija verdadera, aunque claro está que no queremos desprendernos de Viviana. Además, sabes que tanto Cristian como Luan la quieren. No sería lo más justo que ella se case con Pedro, ¿no crees? —dijo Rosa Espinar.—La familia Ocampo ya está preparando la boda. Camila, recoge tus cosas. En dos semanas, vendrá gente de la familia Ocampo para llevarte a Binorte —añadió Eduardo Morales.Después de soltar frases vagas, Eduardo y Rosa colgaron el teléfono.Mirando la pantalla de su celular, que poco a poco se apagaba, Camila Morales fijó la vista hacia la foto sobre la mesa.En la foto, sus padres, su hermano mayor y su amigo de la infancia la rodeaban. Llevaba un vestido de princesa y una corona en la cabeza; su cara irradiaba felicidad.En aquellos días, todos sus amigos y conocidos querían ser como ella, todos le guardaban envidia. Tenía unos padres que la trataban como su mayor tesoro, un hermano mayor que la adoraba como a nadie y una amistad de la infanci