Al final no resistió lo suficiente para esperar a que llamara a la ambulancia y se desmayó. Estuvo tirada en el suelo media hora, hasta que Luan la encontró y la llevó al hospital. Tras más de veinticuatro horas inconsciente, finalmente despertó. El dolor en su pecho era insoportable. Tres costillas rotas hacían que cada respiración fuese una tortura.Su cuerpo estaba tan débil que ni siquiera podía coordinar movimiento; cada leve intento se sentía como si mil agujas le atravesaran la piel.Eduardo y Rosa no se apartaron de su lado ni un solo segundo, con rostros llenos de preocupación.Cristian no dejaba de preguntarle al médico, buscando una manera de aliviar su dolor.Luan le sostenía la mano con fuerza, limpiando el sudor frío que perlaba su frente. Era raro, pero tras el accidente, toda la atención parecía haber vuelto a centrarse en ella.Camila sabía que no estaban allí únicamente por preocupación, tampoco para cuidarla.—El médico dice que el dolor es temporal. Aguanta un po
Después de siete horas de vuelo, Camila finalmente llegó a Binorte.Ya era de noche, pero frente a ella, una imponente villa que ocupaba casi la mitad de la montaña brillaba con tantas luces que parecía mantenerse de día.Apenas bajó del auto, alguien se acercó para ayudarla a sentarse en una silla de ruedas y la empujaron suavemente hacia la entrada.Desde lejos, vio a un grupo de personas esperándola en la puerta, y de inmediato se puso nerviosa.A su lado, el mayordomo le habló con tono afable mientras le presentaba a cada uno de los presentes:—Señora Camila, puede dirigirse a ellos como lo hace el señor Pedro. En el centro está la señora Luisa Hidalgo, la abuela del señor Pedro. A su izquierda, el señor Jorge Ocampo, su padre, y la señora Ramona Vergara, su madre. A la derecha, los abuelos maternos del señor Pedro. Y detrás de ellos…Camila nunca imaginó que en su primer día en la villa tendría que conocer a tantos miembros de la familia Ocampo.Camila intentó no mostrarse. Ajustó
Camila se acostó en la cama y pronto cayó en un sueño profundo.A la mañana siguiente, cuando abrió los ojos, se dio cuenta de que ya eran las diez. Se levantó apresurada y se arregló.En la sala, Luisa, Jorge y Ramona ya estaban despiertos, conversando animadamente mientras tomaban té. Apenas la vieron llegar, Ramona pidió a la cocina que trajeran el desayuno, y todos la recibieron con entusiasmo.—Camila, ¿descansaste bien anoche? ¿Se te antoja algo en particular para desayunar? —preguntó Jorge. —Baja las escaleras con cuidado. Sabemos que el viaje fue agotador. Puedes descansar un poco más, no hay necesidad de que te levantes tan temprano —dijo Luisa con dulzura.Ser recibida con tanto cariño por los mayores de la familia, a quienes apenas conocía, hizo que Camila se sintiera a la vez abrumada y halagada.Quizá para evitar que se sintiera incómoda, Luisa encontró una excusa para alejar a su hijo y a su nuera. Luego se quedó con Camila, hablando tranquilamente mientras le servía la
Camila había venido exclusivamente a Binorte para casarse, así que, por supuesto, no tenía ninguna objeción.Luisa estaba radiante de felicidad. Un deseo de años estaba a punto de cumplirse, así que se quedó charlando con ellos durante media hora.Después, Arturo llegó con unos documentos, y ella aprovechó la oportunidad para irse con él, diciendo que iba a organizar los detalles de la boda que acababan de discutir.La habitación quedó en silencio. Solo Pedro y Camila quedaron allí.Sin saber qué decir, Camila tomó por instinto una revista de la mesa.Pedro, en cambio, parecía desenvolverse con naturalidad. Le pasó un vaso de agua y rompió el hielo.—La abuela mencionó que estabas herida. ¿Fue un accidente de auto? ¿Cómo estás? —preguntó con interés.—Sí, fue un accidente de auto. Me rompí unas costillas, pero el médico dijo que con un mes de descanso estaré bien.Pedro expresó duda con su cara. Quiso preguntarle más detalles sobre el accidente, pero notó la evasión en su mirada.Se di
Los dos jóvenes charlaron durante toda la tarde y, poco a poco, la barrera entre ellos empezó a diluirse.Camila se sentía mucho más cómoda y empezó a indagar sobre los gustos de los miembros de la familia Ocampo. Pedro captó enseguida que probablemente quería preparar algunos regalos, y con una leve sonrisa, respondió:—Nuestra familia es bastante grande, y la verdad, tampoco recuerdo muy bien los gustos de cada uno. Tendré que pensarlo con tiempo. Hagamos esto: en una semana me darán el alta y regresaré a casa. Entonces podemos salir a comprar algunos regalos para todos. Y, de paso, te llevo a conocer un poco de Binorte.Las palabras de Pedro tomaron a Camila por sorpresa. No esperaba que le dieran el alta tan pronto. Considerando que aún estaba en un lugar desconocido, le pareció una buena idea, así que asintió con confianza.El cielo comenzaba a oscurecer cuando Luisa, tras terminar sus quehaceres, llegó a buscarla.Camila se despidió de Pedro con un gesto de la mano.Apenas el aut
Viviana, todavía brava, se tapó los oídos y se encerró en el baño.Al ver su silueta alejarse con rabia, ambos hombres soltaron un suspiro de preocupación.A un lado, Eduardo y Rosa, conscientes de lo que los inquietaba, aprovecharon el momento para contarles algo:—No se desanimen tanto. Viviana no se casará con Pedro, así que pueden estar tranquilos.Ambos hombres los miraron con incredulidad. Pero, apenas asimilaron la noticia, una alegría desbordante reemplazó su asombro.—¿Es en serio? ¿La familia Ocampo aceptó cancelar la boda? —preguntó Luan, sin poder creerlo.—¡Esto hay que celebrarlo! Deberíamos salir esta noche y llevar a Camila con nosotros —propuso Cristian. Sin embargo, al escuchar el nombre de Camila, los rostros de Eduardo y Rosa se endurecieron por un instante.Eduardo estuvo a punto de revelar el plan, pero Rosa lo detuvo con un leve tirón de la manga y le susurró al oído:—No les digas nada todavía. Esperemos a que lo de la boda esté completamente resuelto. No quere
Camila rodeó a Anita con un brazo y le acomodó el flequillo desordenado mientras escuchaba a la madre de la niña elogiarla.—¡Ay, mira nada más los gustos de esta pequeña! Seguro que fuiste tú quien lo eligió, ¿verdad, Camila? Conozco bien a Pedro, y él jamás habría acertado tan bien en un regalo para Anita. La última vez le regaló un libro de ejercicios de matemáticas… y antes de eso, ¡un curso de baile! Anita se enojó tanto que no le habló en dos meses —contó la mujer entre risas.Al escuchar esto, Camila giró para mirar a Pedro, sus ojos reflejaban sorpresa. Durante esa semana, Luisa la había llevado todos los días al lugar de reposo para visitar a Pedro, y pasaban allí casi toda la jornada. Como ambos eran jóvenes y de temperamento apacible, habían terminado por familiarizarse sin darse cuenta. Siempre encontraban algo de qué hablar.En la impresión de Camila, Pedro era un hombre sincero, educado, inteligente y sereno.Esa misma mañana, cuando salieron a elegir los regalos, Pedro h
Camila se quedó estupefacta.No esperaba que él no la cuestionara, que incluso estuviera dispuesto a asumir las consecuencias por ella. Por un instante, su corazón se vio invadido por una oleada de emociones encontradas, un huracán imposible de descifrar.—¿Y tú? ¿Cómo vas a explicárselo a tus padres… y a tu abuela? —preguntó Camila con la voz apenas audible, cargada de inseguridad.Al ver esa expresión cautelosa en la cara de Camila, Pedro sintió un apretón en el pecho.Ya había revisado los documentos que Arturo le había enviado, y la rabia lo había consumido durante un largo rato.No estaba furioso con la familia Morales por intentar sustituir a la novia con otra persona para cumplir el acuerdo. Lo que realmente lo enfurecía era cómo habían tratado de cruel a Camila, su hija de sangre.Y, sobre todo, porque Camila no era una extraña para él. Era la muchacha que había ocupado su corazón desde hacía más de una década. Había esperado pacientemente este momento, decidido a hacerla su es