Capítulo7
En un instante, en el salón entero se instaló un silencio sepulcral.

La cara de Viviana palideció.

Camila, tambaleándose, se puso de pie. Casi lo había olvidado. Temiendo que Viviana volviera a incriminarla como la última vez, había escondido una cámara en uno de sus aretes.

Se secó las lágrimas con el dorso de la mano y, con los dedos temblorosos, se quitó el arete que contenía la cámara. Sin dudarlo, lo conectó a la pantalla grande.

Las imágenes hablaron por sí solas. Se veía con claridad cómo, al pasar detrás de ella, Viviana escondió el collar en los pliegues de su falda de gasa. Y no solo eso, el video también capturó cada una de sus palabras provocadoras y despectivas.

La opinión en la sala cambió de inmediato. Miradas de desprecio y repulsión se clavaron en Viviana.

Camila, con el cabello deshecho y el cuerpo tembloroso, sacó su celular y, con una determinación, marcó el 911.

—¿Aló? ¿Policía? Quiero denunciar a alguien que intentó incriminarme de un robo…

Al escuchar esas palabras, Viviana se estremeció de pies a cabeza y rompió en un llanto desgarrador:

—¡No fue mi intención! Solo… solo quería hacerle una broma. Camila, ¿por qué tienes que tomártelo tan en serio?

Al verla llorar, los tres miembros de la familia Morales y Luan se apresuraron a consolarla, secándole las lágrimas con torpeza, mientras miraban a la desaliñada Camila con miradas frías.

—Viviana ya dijo que solo era un chascarrillo, ¿por qué no la dejas en paz? —espetó Luan.

—Ella es tan buena e inocente, jamás haría algo así para incriminarte. ¡Lo mínimo que deberíamos hacer es verificar si ese video es real o no! —añadió Cristian.

—Ya basta, esta farsa termina aquí. Camila, ¿para qué llamas a la policía? ¿No te da vergüenza hacer tanto escándalo por algo tan bobo? —la reprendió Eduardo con dureza.

Mientras hablaban, los tres rodearon a Viviana y la escoltaron fuera del salón.

Camila observó sus figuras alejarse apresuradamente y, en ese instante, comprendió lo que significaba estar sola contra el mundo.

Dejó escapar una risa silenciosa, amarga, pero un escalofrío le recorrió el cuerpo, y sin poder evitarlo, comenzó a temblar descontroladamente.

Los días siguientes, no salió de su habitación ni puso un pie fuera de casa. Solo esperaba el momento de casarse y huir lejos de esa familia de una vez por todas.

Jamás imaginó que el hogar que alguna vez le brindó un amor inmenso se convertiría en una cárcel de la cual moría por salir.

Ese día, mientras ordenaba su equipaje, un alboroto afuera de la villa llamó su atención.

Se acercó a la ventana y, al abrirla, vio a Viviana manejando un auto en el amplio jardín. Luan, sentado en el asiento del copiloto, le enseñaba con una sonrisa radiante, mientras Cristian, de pie a un lado del camino, la guiaba con paciencia para que estacionara en reversa. Se veían como una familia feliz.

Un destello de nostalgia cruzó por su mente. Ella también había aprendido a manejar con Cristian y Luan.

Aquel invierno, el frío era inclemente. Luan, temeroso de que sus manos se enfriaran demasiado, se las tomaba después de cada vuelta y las metía dentro de su abrigo para mantenerlas calientes.

Cristian, por su parte, desafiaba el viento helado solo para grabarla en video y después darle una lista de consejos basados en esos videos. Pero eso había sido hace mucho, muchísimo tiempo.

Camila bajó la mirada, ocultando la nostalgia en sus ojos.

Esa tarde, había quedado con algunos amigos para despedirse. Tras terminar de arreglarse, tomó su bolso y se dispuso a salir.

Sin embargo, apenas cruzó la puerta, un auto apareció de la nada y la embistió con brutalidad, arrojándola al suelo.

Salió volando varios metros y con un golpe seco cayó sobre el duro pavimento de piedra.

Escupió sangre a borbotones mientras un dolor desgarrador se apoderaba de cada poro de su cuerpo, tirando de sus nervios sin piedad, como si la estuvieran desarmando pieza por pieza.

Entre la neblina que nublaba su mente, distinguió una figura acercándose. Era Viviana.

Bajó del auto con una sonrisa en su cara.

—Ay, Camila… qué pena. Lo siento mucho. Apenas estoy aprendiendo a manejar y confundí el acelerador con el freno. Te choqué sin querer. Mira este charco de sangre, parece que fue grave. Debes estar sufriendo muchísimo. Mejor llamar una ambulancia, rápido. Pero… ¿cuál era el número? ¿El 119? ¿El 111? ¿O era el 135? Bueno, voy a probarlos uno por uno. Aunque… así se me va a ir un buen rato. Espérame, ¿sí, Camila?

Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App