Capítulo9
Después de siete horas de vuelo, Camila finalmente llegó a Binorte.

Ya era de noche, pero frente a ella, una imponente villa que ocupaba casi la mitad de la montaña brillaba con tantas luces que parecía mantenerse de día.

Apenas bajó del auto, alguien se acercó para ayudarla a sentarse en una silla de ruedas y la empujaron suavemente hacia la entrada.

Desde lejos, vio a un grupo de personas esperándola en la puerta, y de inmediato se puso nerviosa.

A su lado, el mayordomo le habló con tono afable mientras le presentaba a cada uno de los presentes:

—Señora Camila, puede dirigirse a ellos como lo hace el señor Pedro. En el centro está la señora Luisa Hidalgo, la abuela del señor Pedro. A su izquierda, el señor Jorge Ocampo, su padre, y la señora Ramona Vergara, su madre. A la derecha, los abuelos maternos del señor Pedro. Y detrás de ellos…

Camila nunca imaginó que en su primer día en la villa tendría que conocer a tantos miembros de la familia Ocampo.

Camila intentó no mostrarse. Ajustó rápidamente su respiración y su expresión antes de enfrentarse al grupo.

Cuando llegó frente a ellos, hizo un esfuerzo por incorporarse, pero la anciana del centro, con una sonrisa cálida, la detuvo con suavidad.

—Camila, querida, has viajado desde muy lejos y debes estar agotada. Además, estás herida. No hacen falta formalidades, quédate sentada, tranquila.

—Cuando nos enteramos de que vendrías a Binorte, toda la familia quiso conocerte. No te alteres, ¿sí? —dijo un hombre con voz amable.

—¡Sí, sí! ¡Hola, Camila! Soy la prima de Pedro, puedes llamarme Yanina. Y esta es la abuelita Luisa…

Gracias a la espontaneidad de aquella niña de unos diez años, que se ofreció a presentarlos a todos, Camila pudo saludar sin problemas a todos los de la familia Ocampo.

La conversación transcurrió con fluidez, y para cuando se dieron cuenta, ya casi era medianoche. La gente comenzó a despedirse, acordando volver a reunirse cuando Camila hubiera descansado y sanado.

Una empleada la empujó en la silla de ruedas hasta su habitación, y Luisa entró tras ellas. Al verla de cerca, los ojos de la anciana se llenaron de nostalgia y dijo:

—Camila, cuando recién naciste, ¡yo misma te tuve en mis brazos! En aquel entonces, tu abuelo todavía vivía y solía bromear diciendo que debíamos comprometerlos. Pedro, que era solo un niño, te quería como una hermanita y aceptó de inmediato.

—Después la familia Ocampo se mudó de regreso a Binorte y nuestras familias perdieron el contacto, pero Pedro nunca te olvidó. Poco antes de su accidente, aún hablaba de tu próximo cumpleaños. Quería visitarte. Lástima que, al final, pasó lo que pasó y no pudo.

La anciana suspiró y le dio unas palmaditas en la mano, continuó diciendo:

—Pero bueno, todo eso ya quedó atrás. Ahora que estás en Binorte, toda la familia te da la bienvenida. A partir de hoy, este también es tu hogar. Si necesitas algo, no dudes en decírmelo. Soy tu abuela y, pase lo que pase, siempre estaré aquí para ti.

Al escuchar a Luisa hablar con tanto cariño sobre aquellos recuerdos, Camila sintió que algo se removía en su interior.

Aunque no tenía mucha memoria de su infancia, podía percibir la genuina calidez que emanaba de aquella anciana amable y cercana. Con suavidad, apretó su mano en respuesta y murmuró:

—Abuelita, mi abuelo me hablaba mucho de usted. Decía que eres ‘una señora de muy buen carácter y muy proactiva’…

Las dos comenzaron a charlar sobre el pasado, abriendo poco a poco sus corazones. Para cuando se dieron cuenta, la conversación fluía con naturalidad, y terminaron riendo con una alegría sincera.

Antes de despedirse, Luisa le acarició la cabeza con una sonrisa cálida y dijo:

—Descansa bien, mañana te acompaño a que te hagan una revisión general, y por la tarde vamos juntas a ver a Pedro, ¿te parece?

Camila asintió con una sonrisa y la acompañó hasta la puerta.

Cuando la puerta del cuarto se cerró tras de sí, recordó que la madre de Pedro había mencionado que todo estaba listo. Con esa idea en mente, se dirigió al vestidor.

Al abrir el armario, encontró un sinfín de prendas cuidadosamente dispuestas: pijamas, ropa casual, abrigos y vestidos formales, ropa interior y una variedad de medias. Junto al tocador, una selección de productos de cuidado facial de distintas marcas la esperaba, y en el baño, cada artículo de aseo estaba meticulosamente ordenado.

Pensando en todo lo que había ocurrido en apenas dos días, una extraña sensación de irrealidad se instaló en su pecho.

«¿De verdad estoy en Binorte? ¿Y en poco tiempo me casaré con Pedro Ocampo?», pensó Camila, sintiendo cómo su corazón latía con incertidumbre.
Continue lendo este livro gratuitamente
Digitalize o código para baixar o App

Capítulos relacionados

Último capítulo

Explore e leia boas novelas gratuitamente
Acesso gratuito a um vasto número de boas novelas no aplicativo BueNovela. Baixe os livros que você gosta e leia em qualquer lugar e a qualquer hora.
Leia livros gratuitamente no aplicativo
Digitalize o código para ler no App