CAPÍTULO 18

—Bienvenidas a casa —dijo Humberto, bajito, viendo a su amada llegar colgada del brazo de su hermano mayor, quien en el otro brazo cargaba a una de sus bebés, y detrás de ellos iba la esposa de ese hombre rubio, cargando a la otra bebé y una gran pañalera.

Ni bien había regresado a la ciudad, Humberto Valtierra llamó a Elisa, pero la llamada fue tomada por Mayte, quien le informó que tanto la joven como las pequeñas estaban siendo dadas de alta, y le dio su dirección para que fuera a ese lugar, a esperarlas junto con sus hijos y la abuela de ese par de niños, la abuela materna, porque a la madre de Elisa ni siquiera le habían hablado de las pequeñas, menos la invitarían a conocerlas cuando la rubia se negó a ello con tanta insistencia.

Elsa lo había entendido, ella sí preguntaba por su hija y ese nieto que no conocía, pero Jonás había sido muy insistente en que lo principal era el bienestar de su hermana menor, sobre todo el emocional, y a la pobre chica le sentaba demasiado mal el si
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