6 - Parte I

Bianca

Mi mente estaba en blanco, no pensaba, no razonaba. Solo lo sentía a él y a sus movimientos bruscos en mi interior.

Mateo tenia una manera de hacerme olvidar el mundo que me tenia muy pero muy inestable.

Nunca me imaginé estar sobre el mesón de mi cocina abierta de piernas para alguien, pero heme aquí, con Mateo introduciéndose tentadoramente en mi interior. 

—Dame más, —le pedí, perdida en mi propio placer.

Ahora mismo me importaba una m****a ser encontrada por mi hija o quien sea. Solo quería venirme junto a él.

—¿Te gusta? —soltó él, con la voz ronca elevándome el placer por escucharlo.

Yo le asentí repetidamente, mirándolo fijamente a los ojos con la boca entreabierta y un gemido suave saliendo de mis labios.

 —Te sientes tan bien, —sus palabras cada vez me llevaban lejos de aquí. —Apretada, caliente y húmeda para mi.

Gemí ruidosamente y giré mis ojos dejándolos en blanco. Sus palabras me estaban llevando lejos de aquí, me sentía caliente y necesitada de él.

Quiero que esto nunca termine, quiero seguir sintiendo sus caricias en mi cuerpo. Y aunque sé que esto está mal, no quiero pararlo.

—Mateo, me encanta —solté en un quejido cuando sentí sus dientes rozar suavemente mi cuello.

Él aceleró los movimientos y me atrajo más a él dejándome el culo en el borde del mesón para darme más duro con movimientos torpes y desesperado. Yo aun gimiendo lo tomé del cabello de su nuca y me tensé alrededor de él hasta que sentí como mis paredes vaginales lo apretaron arrancándole un gemido, no tardamos mucho en venirnos juntos.

Mi frente terminó en su hombro mientras trataba de regular mi respiración. Sentía su respiración igual que la mía y como con sus manos me acariciaban mi espalda y cabello, el cual se había soltado del moño que tenia sujeto con una pinza.

Ya con la respiración normalizada, le di un vistazo al reloj que tenia en una pared cerca de la salida de la cocina, lentamente me separé de él.

—Tenemos que... —Meteo interrumpió lo que decía con un beso.

Sus labios calzaban con los míos como un rompecabezas, la conexión inmediata me hacía dar un vuelco en mi estómago, porque nunca me había sentido así y me preocupa la intensidad de éstos encuentros.

Porque sé que se va a meter en mi piel y no creo poder sobrevivir a otra decepción.

Ya ahora que probé lo que es tenerlo dentro de mi, podía asegurar que ésto será una necesidad.

—Sé que tenemos que separarnos, pero no me culpes por no poder hacerlo justo ahora —me susurró, pegado a mis labios y juntando nuestras frentes.

—Hay que hacerlo, ya los chicos deben estar en camino y Sophia también, ya tendremos tiempo de salir y repetir —le dije, mientras le daba un beso inocente en los labios.

—Claro que vamos a repetir, Diosa, eso es lo que pasará.

Su mirada intensa me hacía estremecer.

Salió de mi interior y ambos gemimos por el movimiento.

Él me ayudó a bajar del mesón y entre los dos limpiamos la cocina, porque había quedado en un desastre sospechoso.

Lo bueno es que la cena ya estaba lista y solo hacía falta el vino que traía Sophia.

Subí para ducharme y quitarme el olor a sexo, aunque sabía que la sonrisa de idiota me delataría ante Sophia y tarde o temprano le tendría que decir.

Salí de la ducha y fui a mi vestidor para buscar un vestido que ponerme. Encontré uno de tirantes en color vino que me quedaba a unos cuantos centímetros por encima de mis rodillas. Era holgado de la cintura para abajo y tenía diminutas flores en blanco.

Me subí a mis plataformas blancas y sequé mi cabello hasta poderme hacer una cola baja con el. No me maquillé, solo apliqué un bálsamo labial con color en mi boca porque tenía el aspecto de estar recién besada y no quería preguntas incómodas por el momento.

Salí de la habitación y bajé hasta el primer piso dirigiéndome a la cocina para ver qué todo estuviera en orden, fui a ver el pollo en el horno, me aseguré de sacar la ensalada y ya como había puesto la mesa fui a llevar las cosas para allá, que si los panes horneados y el plato de quesos.

Mientras estaba entretenida organizando todo escuché la puerta principal abrirse y voces que acompañaban el sonido hasta la cocina.

Era Bárbara la que había entrado, porque conocía el sonido de las llaves.

—Esto es incómodo —la escuché murmurar.

—Solo mantén la calma, cariño —respondió Lucas.

Escuché que refunfuñó. —Mamá —me llamó.

—En el comedor, cariño —le respondí.

A los segundos ella llegó al umbral de la puerta del comedor. Pero no venía sola, venía con Lucas, una chica que no conocía y detrás de ellos, su padre.

Me tense inmediatamente en donde estaba y no le quité los ojos de encima.

—Vine a comer en familia —habló él con un tono suave.

Evité muy brillantemente voltear los ojos con fastidio. Solo me quedo sonreír de la manera más falsa posible.

—Chicos, espérenme unos minutos en la sala y ya los llamo para que vengan a comer.

Bárbara entendió directamente y respondieron que estaba bien para luego irse hablando en murmullos.

—¿Qué coño haces aquí? —le pregunté bruscamente.

Él me miró sorprendido. —Solo quería verlas.

—Pero yo no a tí, el único lugar donde nos vamos a ver es en el juzgado.

—¿De verdad vas a tirar a la basura todos los años de matrimonio?

Me reí, créanme que lo hice. Iván era la basura más descarada del mundo.

—Que cínico eres, de verdad —seguí riéndome. —El que daño todo fuiste tú con tus múltiples engaños, así que no te la vengas a dar de esposo ejemplar.

—Bianca, yo quiero recuperarte —soltó mientras caminaba hacía mi pero lo detuve a mitad de camino al levantar mi mano.

—Lo único que quiero recuperar es mi propia felicidad. Mucho te aguanté, Iván y no está en negociación mi felicidad. Así que te pido encarecidamente que te largues de mi casa y si quieres verme espera la citación para el juicio y si quieres ver a tu hija, llámala y lleguen a un acuerdo lejos de aquí.

—No puedo creer que te rindas tan rápido —negó decepcionado.

Yo me reí con gracia, él pensaba que me volvería a manipular pero ya no será así.

—Yo tampoco quería creer todas esas veces que me engañaste, pero lo hiciste. No siempre se obtiene lo que uno quiere, Iván. Y por favor vete de la casa porque no estás invitado a mi cena.

Él se quedó pasmado ante mis palabras, pero volvió en si de inmediato y sin decir nada más lo vi marcharse. Lo escuché hablar con Bárbara y le dijo que le salió una reunión de urgencia en el trabajo, evidentemente mi hija no insistió en qué se quedara y luego escuché la puerta cerrarse.

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