4.

Bianca

Raro...

Fue la palabra que se me vino a la mente.

-¿Pasó algo? -pregunte a mi hija y a su novio.

Pero ella parecía tan impresionada como yo.

-No sé que mosca le picó, mamá -soltó ella y se concentró en la tv.

Pero miré a Lucas y este se encontraba riendo por lo bajo. Él sabia lo que había pasado.

-¿Lucas? -lo llamé sacándolo de sus pensamientos y pegó un salto al escucharme.

-Si, suegrita -respondió dándome una sonrisa angelical y detrás de él, mi hija soltó una risita por cómo me llamó.

-No te la des de gracioso y dime, ¿Qué le pasó a Mateo? -lo miré con los ojos entrecerrados.

-Creo que le dió ganas de cagar, mami Bianca -le sonreí con ternura por como me llamó.

Lucas es un yerno muy atento y lo quería como a un hijo.

-Tan bello mi niño, -le hablé como si fuera un bebé y se acercó a mi como perrito. Le sonreí abiertamente hasta que estuvo frente mío y ágilmente llevé una mano a su oreja y lo hale de ahí haciéndolo chillar como niña.

-Ay, mami, me lastimas -lloró como bebé y ni me inmuté.

-¿Qué le pasó a Mateo? -le pregunté pero o fingió muy bien o estaba diciendo la verdad pero no me dijo nada relevante.

Lo solté y se quejó con Bárbara pero ella solo se burló de él y dejándolos en la sala subí a buscar a Mateo.

Quería saber por qué se había ido así, después de casi comerme con los ojos.

Cada vez que me mira así siento mi piel arder y es sorprendente como es que mi cuerpo reacciona a él.

Nerviosa, me detuve frente a la puerta de la habitación y me limpié mi sudor del pantalón de mi pijama.

Respiré hondo y toqué la puerta.

Automáticamente se escuchó la voz de él frustrada. -Lucas, lárgate de aquí.

Gritó del otro lado de la puerta y me exalte. Aún así no me detuve.

-No es Lucas, abre por favor.

-No estoy en condiciones ahorita para verte, Bi -dijo con voz ahogada.

-¿Cómo que no? -alcé la voz y me puse las manos en la cadera ya empezando a enojarme. -Sino me abres entraré yo.

No sé escuchó nada por un momento y luego sentí pasos hasta la puerta y el seguro se quitó, pensando en entrar lo escuché alejarse y meterse en el baño.

-Lucas me dijo que podías estar mal del estómago.

Escuché su risa a través de la puerta del baño y yo cerré la puerta principal.

-Háblame, quiero saber si estás bien -mi tono era más bajo ahora.

Él se quejó. -Bianca, por favor no hables así -suplicó.

Cada vez me sentía más confundida con su actitud.

-Dime lo que pasa, cariño -le pedí.

De un momento a otro la puerta se abrió y me jaló del brazo para meterme al baño.

Cuando logré recuperarme del aturdimiento me percaté de la nula existencia de su camisa.

-¿Estás bien? -pregunté sin aliento.

Sus ojos me miraron fijos, queriéndome decir todo con ellos.

-Debo confesarte algo.

Me puse nerviosa y asentí, mientras alzaba el rostro para poder verle la cara.

-Dime -le pedí con las cejas arrugadas.

Él me miró cada vez más fijo, más carnal y más atrevido. Yo tragué grueso y la respiración comenzó a hacer más errática.

-Me siento atraído por tí... Muy pero muy atraído -soltó dejándome muda. -Me vuelves loco y fue inevitable no excitarme cuando te vi envuelta en esta pijama.

Pasó un dedo por la tela de mi hombro.

La pijama era todo menos sexy, me sentía apenada por producir eso en un hombre.

Hace mucho tiempo que no me sentía así y no sabía cómo actuar. Era nueva en ésto de nuevo. Y totalmente nueva en gustarle a alguien mucho menor que yo.

-Mateo, yo... -traté de hablar, pero la voz me tembló.

Él llevó una mano a mi mejilla y me hizo suspirar por su tacto tibio en mi piel fría por los nervios.

-No te obligaré a nada, solo quería que supieras que me tienes loco y que corrí aquí porque me provocaste una erección que no he sido capaz de bajar.

Cuando mencionó eso, fue inevitable no ver hacia abajo, y con la tenue luz pude ver qué no llevaba el jogger, pero si el bóxer y una muy pronunciada erección apuntaba hacía mi.

-Mateo... -susurré con la voz entrecortada.

Estaba impresionada y muy caliente. Hacía tanto tiempo que no me sentía así de deseada. No sabía cómo reaccionar y mucho menos qué hacer.

-No quiero que me veas así,porque me pondrás peor y no voy a obligarte a nada, no sabes lo apenado que me siento ahora por todo ésto.

No supe que responder y me entró los nervios y me alejé de él y me detuve en la puerta, con la cabeza pidiéndome a gritos que saliera y abrí la puerta del baño y lo vi sobre mi hombro, todo apenado y con el pelo desordenado.

Me entraba los nervios acercarme carnalmente a él porque es el amigo de mi hija.

Pero también quiero probar como se siente ser deseada de nuevo.

Salí del baño y cerré la puerta a mis espaldas con la intención de salir de la habitación y dejarlo con su situación.

Pero los quejidos y gruñidos de él dentro del baño me hicieron perder la cabeza y era ahora o nunca.

Estoy en proceso de divorcio y ésto no deberia pasar pero m****a, estaba hecha un charco allá abajo y lo peor es que era por él.

Sus gruñidos siguieron sonando pero también habían quejidos y de tanto escuchar ya estaba salivando porque solo podía imaginar que me metía su erección a mi boca.

Y ya sin poder más, tomé la parte de arriba de la pijama y me la saqué de encima y por último fui por mis pantalones holgados.

Sinceramente me había puesto está ropa interior inspirada en Mateo pero nunca imaginé que iba a verlo como lo vi ahorita.

Tomando una respiración profunda abrí la puerta bruscamente y lo hice asustarse volviendo su cabeza encima de su hombro y no pude no sentirme excitada por la mirada que me lanzó.

Sus ojos oscurecidos me observaron de pies a cabeza con la lujuria fluyendo en el ambiente.

-Bi, no quiero que... -no lo dejé hablar y me acerqué a él y lo tomé de los hombros girándolo hacia mí y bajando la mirada a su mano envolviendo su grueso pene.

Me pase la lengua por el labio inferior totalmente deseosa y hambrienta de su polla.

Con la mirada fija en él metí mis dedos de uñas largas y cuidadas entre el elástico de su boxer y fui bajándolo con la mirada fijamente en él.

Él me miraba con deseo y eso me alentaba a seguir.

Cuando quite el bóxer del camino, me arrodillé frente a él con las rodillas apoyadas en una alfombra del baño.

-Vas a tener que guiarme, hace mucho no hago ésto.

Estaba nerviosa e inexperta. Porque habían pasado tantos años sin sentirme sexy y sin que mi marido me tocará que era sorprendente sentirme como adolescente frente a Mateo.

-El tenerte aquí ante mi, así como tanto lo imaginé es más que suficiente, no necesito guiar a mi Diosa.

Le sonreí con picardía porque me sentía dueña de él en éste momento.

Masajeando su pene palpitante de arriba a abajo lo acerqué a mi boca y le pasé la lengua en una larga lamida para reconocer el sabor en mis papilas gustativas, y lamentablemente me hice adicta a ese sabor en menos de lo que esperé.

Desesperada fui metiéndolo a mi boca poco a poco mientras lo llenaba de mi saliva para que se me hiciera más fácil manejarlo.

El gruñido que soltó reaccionando a mi mamada me hizo sentir en fuego, mi piel pedía a gritos que me tocara y viéndolo directamente a los ojos me metí su polla hasta la garganta aguantando el voltaje y respirando por la nariz para no ahogarme. La reacción de él fue instantánea, sus muslos se tensaron y su mano fue a parar a mi cabello, tomó un puñado y guío las embestidas que recibían mi boca.

Me sentía perdida en el deseo y en el pecado mientras seguía succionando, lamiendo y gozando de tener su polla en mi boca.

La saliva resbalaba por las comisuras de mis labios y la barbilla y no sé qué imagen proyectaba para él, pero sus ojos no se separaban de los míos.

-Me encanta tu boca -gimió con los labios entreabiertos y mientras sus caderas se movían de una manera sensual para poder satisfacerse con mi húmeda boca. -No sabes todo lo que soñé con tenerte así.

Me separé de su polla y sonreí para morderme el labio inferior.

Mateo no soportando más me tomó por debajo de los brazos y me cargo hasta sentarme en el lavamanos.

-Hay algo más con lo que soñé -me dijo y su mano fue a parar a mi cuello y con la otra tomaba el borde del lavado.

-¿Con qué? -no reconocía mi voz, me había convertido en una mujer que solo hablaba a través del pecado y del deseo.

—Con besarte la boca y comerme ese coño que está cubierto por ésto —dijo, y la mano que estaba en el borde del lavado la llevo a mi feminidad cubierta por la pequeña tanga la cuál estaba empapada de mis fluidos.

—Entonces bésame y cómeme para que puedas cumplir tú sueño —le solté con picardía y con una sonrisa que lo que hizo fue alterarlo más.

Sin esperar que le volviera a pedir que me besara lo hizo, con una fuerza y unas ganas que me hacían enloquecer.

En el proceso llevó sus manos al broche del sostén y lo soltó arrancandome el pedazo de tela de encima.

Mis tetas rebotaron al momento de que él me arrancó el sostén y despegó sus labios de los míos para poder apreciar mis tetas.

A veces me sentía insegura de ellas porque por ser un poco grandes pues las tenía un poco caídas y más por amamantar a mí hija, mi cuerpo definitivamente no era como lo apreciaba a mis veinte años.

Mi ex esposo siempre me hacía sentir insegura por eso, porque decía que me había descuidado y que hasta los pechos los tenía caídos y al recordar eso fue inevitable no llevar mis manos a ellos para taparlos de los ojos de Mateo.

Pero él frenó mis movimientos y me miró fijamente a los ojos, los cuales tenían un brillo en particular y me sonrojé porque ya ahora no teniendo la cabeza tan nublada del deseo, me daba muchísima pena estar aquí y así con él.

—¿Por qué quieres cubrirte? —su pregunta me dejó sin palabras por un momento.

—Porque me siento insegura de ellos, están un poco caídos y no tengo cuerpo de veintiañera —le dije.

Una mano fue a mi pecho y lo estrujó y solté un gemido entrecortado. Mis senos son el lugar más sensible de mi cuerpo y es lo que más me hace excitar, jugar con ellos.

—Tu cuerpo es perfecto, no quiero un cuerpo de veintiañera, quiero el tuyo y tus tetas son las más hermosas y sexys que he visto —sus palabras me hicieron sentir bien y aún cuando estaba tratando de acostumbrarme a ellas, sentí la humedad de su boca cubriéndome un pezón.

Comenzó a succionarlo con hambre y para mí fue imposible no gemir. Me sentía cada vez más necesitada y lentamente llevé una mano a mi coño para masajearme el clítoris por encima del tanga.

Él estaba atento a cada movimiento y aún con un pezón en la boca y con los ojos fijos en los míos, llevó sus manos a un lado de mi tanga y la rompió en el proceso maltratando mi piel en el proceso pero sin importarme nada porque me estaba haciendo sentir como nunca me había sentido.

Se despegó de mi pezón y el sonido que hizo al hacerlo a mis oídos fue erótico.

—Hoy no voy a follarte como quiero porque te mereces más que un polvo en el baño, pero si quiero comerme este coño jugoso para obsesionarme más contigo.

Sonreí por sus palabras y abrí las piernas para él.

El bajó la mirada con una sonrisa que es capaz de bajarte las bragas y sin esperar tanto se agachó a la altura de mi vagina y la lamió como tanto quería.

Mis manos fueron a su cabello por reflejo y las lamidas se intensificaron y mientras sus labios y lengua succionaban mi clítoris, sus dedos fueron de lleno a mi interior bombeando lentamente dentro de mi haciéndome olvidar donde estaba y a quién realmente tenía entre mis piernas.

Mis caderas se movían al ritmo de las embestidas de sus dedos y sus gruñidos de satisfacción resonaban en las paredes del baño.

Ya estando aquí, de piernas abiertas para él, deseaba con todas las ganas que nadie nos escuchara o nos interrumpieran.

Yo solo quería que su boca no se eespegara de mi hasta que pudiera correrme en ella.

Un movimiento repentino de su lengua en mi clítoris y de sus dedos en mi interior me hizo soltar un gemido más fuerte pidiéndole más.

Gustoso, me dió lo que quería y en menos de lo que pensé me corrí en su boca soltando un grito de placer que hasta me sorprendió a mí.

Él se despegó de mi y me sonrió con su boca húmeda y esos labios apetitosos que tenía.

Le sonreí de vuelta y negué con la cabeza, me parecía increíble todo lo que había pasado en este momento.

Me tomó de la nuca y me acercó a sus labios hasta besarme con hambre aún con mi sabor en sus labios, me pareció la cosa más erótica y sexy del mundo.

—¿Sabes que después de hoy no te voy a soltar, verdad? —sus palabras me dejaron sin habla.

Me sonrió y me tomó del cuello y presionó solo un poco haciéndome gemir. —Te voy a coger tan duro la próxima vez que será imposible despegarnos.

—No podemos, Mateo —gemí por la presión y todo lo que me estaba causando.

—¿Quién lo dice? —me preguntó retóricamente.

Yo negué lentamente. —Soy muy vieja para tí.

Él me sonrió con picardía. —No sabes lo que me prende el que seas mayor que yo, y aún así logre que se te moje el coño con mis caricias y palabras.

Gemí ante sus palabras y apreté mis piernas por la oleada de excitación que me golpeó por sus palabras.

—Sacate de la cabeza que eres vieja, no lo estás, estás buenísima y desde que tengo diecisiete ya me engordabas la polla y de niño fantaseaba y le decía a todo el mundo que quería una mujer como tú cuando creciera, y ahora que te tengo no te voy a soltar.

Sus palabras me dieron escalofríos y sin pensarlo me lancé a su boca para besarlo profundamente.

Me estaba arriesgando muchísimo, él es el mejor amigo de mi hija y sé que está prohibido, pero nunca había sentido ésto que ahora siento estando entre sus brazos.

—Hay que llevar las cosas con cuidado, me estoy divorciando y lo que menos quiero es involucrarte en mis problemas.

Él repartió besos húmedos por mi cuello lentamente y se paraba cada poco para olfatear mi olor, eso me hacía erizar la piel.

—Llevaremos las cosas como tú quieras, pero no me voy a alejar de tí —sus palabras fueron directas y claras. —No busco hacerte daño, solo quiero complacer a una Diosa como tú, quiero que mi polla sea lo que tu coño necesité.

Gemí por sus palabras tan crudas y nos fundimos en otro beso húmedo.

Y ya estoy aquí, no puedo y no quiero echarme para atrás.

Asumiré el reto y todo lo que venga porque simplemente ni mi ex marido me había hecho sentir como lo hizo Mateo ésta noche.

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