2.

Bianca

—¿De verdad dijo eso? —me preguntó Sophia con indignación.

—Sí, lo hizo, —le respondí apartando los ojos de ella y centrándome en los cuatro chicos en la piscina.

Lucas tenía a Bárbara sobre sus hombros y Mateo tenía a Gaby, la hermanita de diez años del novio de mi hija.

Los veía tan felices que me contagiaba solo de verlos.

—Iván es un imbécil. —finalizó mi mejor amiga.

—Solo quiero divorciarme lo antes posible, así yo vivo en paz y él puede cogerse todo lo que quiera, —dije encongiendome de hombros.

—¿Hace cuánto dejaste de amarlo?

La pregunta de mi amiga me dejo pensando por unos minutos, sin embargo, esa respuesta la sabía desde hace mucho.

—Creo que desde la primera infidelidad, yo estaba recién parida y con algo de depresión postparto. Él nunca se detuvo a pensar en mis duros momentos ni en que lo necesitaba cerca para poder seguir adelante y eso mató todos mis sentimientos hacia él.

Ella me miró fijamente con los ojos cristalizados y no es para menos, Sophia ha sido mi mejor amiga desde prescolar, ella me conoce bien y me ama aunque de las dos yo sea la menos alocada.

—Nunca me contaste eso, Bi. —me dijo con lágrimas en los ojos.

Yo estiré mi brazo hacia ella y entrelazó su mano con la mía.

—No quise preocupar a nadie y tener a Barbie tan pequeña me hizo entender que solo me tenía a mi y yo, a ella.

Sophia apretó mi mano tiernamente y con la otra mano limpio sus mejillas mojadas.

Nos quedamos un rato más en las tumbonas de la piscina bebiendo las piñas coladas que nos hacía Mateo mientras reíamos de momentos graciosos que recordábamos.

—Oye, he notado algo en esta tarde, —me dijo sacándome de mis pensamientos.

Le di unos sorbos a la piña colada y alcé una ceja en su dirección para que siguiera.

—Mateo te ha estado observando más de lo normal.

Ella lanzó eso y fue inevitable no sonrojarme a lo que ella abrió la boca asombrada.

—Dime ya qué ha pasado, —chilló bajito para no llamar la atención de los chicos.

—Anoche se fueron de fiesta y fue cuando tuve toda la discusión con Iván. No quería ni verlo así que tomé mi frazada y fui a la habitación de invitados...

Ella me interrumpió, —La habitación de Mateo querrás decir.

Yo me reí y asentí. El alcohol de las cuatro bebidas me daban más fluidez en mi lengua y comencé a contarle todo, desde que entró a la habitación y por poco se desnuda frente a mi, hasta cuando en la mañana nos llevo el desayuno a la cama a Barbie y a mí.

—Él siempre ha dicho que le gustas, Bianca. —me señaló con su dedo.

—Son cosas de críos, Sophi —le resté importancia. —Además, soy demasiado mayor para él.

Sophia giró los ojos con aburrimiento.

—Son límites estúpidos que te pones en esa cabeza, eres una mujer libre, hermosa y sexy, —me señaló con sus manos haciéndome sonrojar. —Mírate ese maldito rostro de muñeca, esas tetas y ese cabello rojizo que es la tentación de cualquier hombre, yo hasta entiendo a ese niño, —mi amiga es una psicótica, de verdad.

Me reí por lo que me dijo, —Pareces lesbiana —le dije en broma.

—Si no me gustara tanto el pene, créeme, serías mi sueño más húmedo.

Me reí tan fuerte que llamé la atención de los chicos y a los segundos tuve a mi hija sentada en mis piernas abrazándome por los hombros.

—¿A quién destruyen? —pregunta llena de energía, me reí y acaricié su cabello castaño como el de Iván.

—A nadie, solo le recordaba a tu madre lo sexy que es —respondió Sophia dándole un sorbo a su trago despreocupadamente.

—Hay que buscarte citas,mami —soltó alegre mi hija.

Yo la miré con pánico habiendo que ella y mi amiga se partieran de risas.

—Están locas, —dije refunfuñando.

Bárbara se levantó de mis piernas y se sentó en las de su tía y empezaron a planear todo para "mi regreso a las grandes ligas".

No creo haber pertenecido a esas ligas nunca, porque solo tuve como tres novios antes de Iván.

Bueno, si fui una bandida, no puedo ocultar eso aunque quisiera.

Pero igual veo lejos volver a sentirme lo mismo de sexy que me sentía antes.

Me levanté de la tumbona dejando al par de locas haciendo planes para mí pero sin incluirme.

Me daré un baño en la piscina porque para eso la tengo en casa.

Me quité el vestido que tenía encima y me teji rápidamente el cabello en una trenza larga. Mi cabello es larguísimo, lo he mantenido así porque siempre había querido dejármelo crecer y mantener mi color natural.

Aprovechando que los chicos estaban dentro de la casa, me metí en la piscina en un clavado y nade alrededor por unos minutos disfrutando del agua y del sol del atardecer bañando mi pálida piel.

Me consideraba bonita, si, pero demasiado pálida. Aunque es normal teniendo las raíces que tengo. Mi madre es rusa y mi padre francés.

Ellos viven en rusia actualmente, así que muy poco los veo, puede que lo primero que haga luego de firmar el divorcio es ir a visitarlos.

Me sumergí en el agua y me relajé hasta volver a subir y quitar el exceso de agua de mi rostro.

Cuando por fin abrí los ojos, me encontré con los de Mateo. Sus ojos tenían un color hermoso, era un miel con toques de verde, parecía un gatito, un gatito fuerte con sonrisa pícara.

Él me sonrió y yo se la devolví tímidamente para después darle la espalda y seguir nadando en mi bikini negro sencillo de dos piezas.

Me gustaba mucho como me quedaba y aunque no me sentía cien por ciento yo, me levantaba la autoestima que una pieza tan sencilla me quedara tan bien.

Hoy en la mañana, después de que Mateo se fuera de la casa hablé con mi abogada y quedó en ponerse en contacto con el abogado de Iván para empezar los trámites del divorcio.

Ya quería ser libre y que él lo fuera también, pero lejos de mi.

También me comuniqué con él y muy amablemente le pedí que se quedara en su departamento de soltero y no regresara a la casa a quedarse que antes de venir se pusiera en contacto con Bárbara para saber si ella estaría disponible para recibirlo o no.

Él aún piensa que se pueden arreglar las cosas, pero lo que él no entiende es que ya yo no quiero arreglar nada.

Definitivamente no voy a arreglar lo que yo no dañe.

(....)

Nos encontramos cenando todos en el comedor que tengo en el patio, todo estaba iluminado por mis farolitos decorativos y se veía tan bonito.

Me sentía feliz hoy, estar con Sophia, mi hija y los muchachos me hacía muy feliz.

Habíamos pedido sushi a domicilio y nos encontrábamos cenando tranquilamente, menos Gaby que se cansó y subió a mi habitación a dormir.

Para no incomodar a Barbie y a Lucas les dije para quedarme con ella y Sophia. La cama era demasiado grande para mí sola y hoy necesitaba compañía.

A cada minuto se asienta la verdad en mi cabeza, me duele pensar en un matrimonio perdido, pero me duele más haberme perdido yo en el proceso.

Cuando todos terminamos me levanté a recoger las cosas de la mesa y Mateo se levantó para también ayudarme mientras los muchachos y mi amiga empezaron a recoger el desastre de la piscina.

Me había vuelto a colocar el vestido holgado y con el viento moviéndolo libremente entré a la casa con las manos llenas de desechos y algunos platos.

Mateo ingreso detrás mío para ayudarme con la basura y yo empecé a lavar los platos sucios.

—Te ayudo, —me dice Mateo al volver de llevar la basura afuera.

Tomó un paño seco de cocina y me ayudó a secar las cosas.

—No es necesario que me ayudes, ve afuera con los muchachos, —le dije amablemente.

Él se negó y siguió en su tarea. —Estoy bien aquí. Al menos que quieras que me vaya —dijo mirándome a los ojos.

Me sentía nerviosa por su presencia pero no quería que se fuese.

—No me molesta tu presencia, —respondí y proseguí a limpiar el lavavajillas.

—Eso es bueno, —su sonrisa me deslumbró.

Negué con una sonrisa y empecé a secarme las manos porque había terminado.

—¿Te quedarás? —pregunté tranquilamente mientras empezaba a soltarme la trenza enmarañada.

Él siguió cada uno de mis movimientos haciéndome sentir un poco insegura, no sabía qué me miraba tanto.

—Sí, al menos que no quieras.

Me reí por el comentario, anda chistoso últimamente.

—Andas de chistoso, —le sonreí mientras pasaba mis manos por mi cuero cabelludo masajeandolo.

Él me sonrió y siguió con la vista fija en mis movimientos. —Solo quiero que hables más conmigo.

Yo fruncí el entrecejo, era algo raro escuchar algo así de él. Si hablábamos con normalidad, me preocupaba por sus estudios y sus estados de ánimo, tanto como me preocupo por Bárbara.

—Siempre hablo contigo, Mateo. —le dije aún confundida.

Ya con mi cabello suelto y con ondas por la trenza lo acomodé en mi hombro.

Su mirada me tenía nerviosa, no dejaba de verme y me sentía desnuda.

—No, solo me preguntas cómo estoy de ánimo y sobre la universidad, pero nunca me hablas de ti, llevo años viéndote pero no te conozco en totalidad.

Sus palabras me dejaron helada, y a mí cabeza vino aquello que me daba miedo aceptar.

—Para este punto, ni yo me reconozco, Mateo —le solté sin medir la cantidad de sinceridad que llevaba lo que dije.

Él se acercó unos pasos a mi y me sostuvo la mirada.

—Eres una mujer hermosa, una excelente madre y por cómo pude observar todo este tiempo, siempre fuiste una gran esposa. Nunca es tarde para volverse a encontrar a uno mismo.

Mientras decía eso, su mano fue a mi cabello y acarició un largo mechón.

Mis ojos se aguaron y me costó mucho no llorar.

Él terminó de romper la distancia y me atrajo de la nuca hasta su pecho y sin pensarlo mucho me solté a llorar sobre él, empapando su fina franela blanca.

Es increíble la seguridad y la calidez que me brindó. Sus fuertes brazos me rodearon en un abrazo que respeto los límites. Él solo quería consolarme y yo no podía frenar el llanto por más que quería.

Era primera vez que teníamos un acercamiento así y nunca pensé que me sentiría tan plena.

También trataba de no reaccionar de otra manera por la falta de afecto que tenía. Mateo es un chico a comparación mía que ya estoy madura de edad, aunque físicamente no se notara tanto.

—Estoy aquí siempre que quieras llorar, no me veas como el pequeño niño que no entiende nada. Ya soy un hombre, Bianca y te sigo viendo como mi sueño inalcanzable, espero que tú también te sientas así a partir de ahora.

Asentí suavemente aún sobre su pecho y lentamente me separé de él limpiando mis lágrimas.

Él me tomó de las mejillas y me hizo mirarlo fijamente a los ojos. —Eres hermosa, Bianca, y ningún hombre merece tus lágrimas. Sé que más temprano que tarde podrás superar todos éstos obstáculos y volverás a ser esa mujer radiante que se levanta temprano para hacernos el mejor cereal con leche.

Solté a reír aún con lágrimas en los ojos por lo que dijo. Es increíble todo lo bien que me pude sentir con esas palabras.

Llevé una de mis manos a su mejilla y me dio escalofríos el contacto y hasta él lo notó. Pero mantuve mi mano ahí y el inspiró profundamente. —Eres un buen chico, Mateo. Gracias por hacerme sentir mejor.

Le dije y terminé de separarme de él, aunque muy al fondo quería quedarme para siempre ahí.

—Iré a tomar una ducha antes de que Bárbara me vea así de llorosa.

Él asintió con una sonrisa. —Te sigues viendo hermosa así.

Me sonrojé y negué lentamente. —Nos vemos al rato para la noche de películas.

Él asintió animado y lo dejé ahí para dirigirme a mi habitación con el corazón desbocado.

No quería sobre pensar las cosas ahora, mucho menos en este proceso del divorcio. No es fácil para mí afrontar ésto pero sus palabras fueron un bálsamo para mí herido corazón.

Entré con cuidado a la habitación para no despertar a Gaby y fui directamente a la ducha para bañarme.

Me tomé mi tiempo en el baño para ponerme todas mis cremas y secar un poco mi cabello para después salir en albornoz para vestirme y bajar a la noche de películas, cuando salí Sophia estaba en la cama mirando a su celular, cuando me dio me sonrió y señaló en baño, le sonreí de vuelta y le susurré que le había dejado toallas encima del tanque del inodoro.

Entré a mi armario y saqué un conjunto de ropa deportiva que me quedaba pegado a la piel y realzaba los lugares indicados, me lo puse y encima me puse un suéter unas dos tallas más grandes que la mía y me dejé el cabello suelto.

Me perfume con un splash de vainilla y me admire en el espejo, me veía resplandeciente y no sabía si era por la separación o las palabras de Mateo.

Cualquiera que haya sido, me dió un brillo distinto en el rostro y eso me gustó muchísimo.

Quería seguir sintiéndome así, aunque aceptar que es por Mateo, conllevaría a pagar un precio muy alto.

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