Capítulo uno
Paleo Fáliro, un antiguo puerto de la ciudad, estaba rodeado de aguas poco profundas en las que se podía nadar con seguridad.
Llevaba poco más de cinco horas en Grecia y cada segundo que pasaba me enamoraba más de aquellas mágicas y majestuosas tierras. Los últimos días habían transcurrido como si viviera en un mundo diferente, algo así como Narnia o El país de las maravillas.Ya había visitado Gran Bretaña, Alemania, Italia, España y la maravillosa Francia. Y había viajado en primera clase; mientras pudiese permitírmelo, lo seguiría haciendo. Sin embargo, ningún lugar poseía la magia y el magnetismo de Atenas.
Llegué al magnífico restaurante que me habían recomendado en el hotel y respiré profundamente el delicioso aroma que provenía del mismo. Eran pasadas las siete de la tarde y tenía un hambre voraz. Entré en el lugar y dejé que un amable y muy apuesto camarero me guiara hacia mi mesa.No pude evitar mirar alrededor; era como si viviera una realidad alternativa. Tres meses atrás, jamás se me hubiese pasado por la cabeza que me encontraría cenando en un estirado restaurante del puerto de Falero.
<< ¿Qué diría mi tía si me viera ahora? >>Una espontánea sonrisa se dibujó en mi rostro. No estaba segura de poder regresar a mi monótona vida en Sydney, después de saborear la libertad y volverme adicta a ella.Suspiré y continué con mi escrutinio del lugar, y entonces le vi. Estaba apoyado sobre la barra y era demasiado atractivo.Sin poder evitarlo, mi timidez hizo que apartara la mirada automáticamente.
Otros hombres atractivos me habían observado antes, aunque no se podía decir que fuera cosa de todos los días.
Pero nunca había podido llevarlo con el aplomo o cinismo con el que se lo tomaban la mayoría de las chicas.
Negué con la cabeza y levanté la carta del menú para ocultar la turbación que sentí en aquel momento. Segundos después, el camarero se acercó a mi mesa con una botella de champán en las manos—. Con los saludos del señor Katsaros —explicó.— ¡Oh! —exclamé siguiendo la mirada del empleado hasta el hombre que había en la barra.Iba a decir algo, pero me callé antes de llegar a tartamudear. Recordé que una mujer sofisticada jamás balbucearía ante una simple botella de champán. No, definitivamente, no. Debía aceptar la bebida con gracia y dignidad. Y tal vez, si no era tonta del todo, me relajaría lo suficiente como para coquetear con el hombre que me estaba invitando.Dejé que el camarero me sirviera una copa, la tomé en mis manos, la alcé en dirección al sujeto de la barra y bebí el primer sorbo.— Delicioso —no pude evitar que la expresión saliese de mi boca. Aquella bebida debía ser de una marca bastante ostentosa; algo que nunca hubiese podido permitirme.Cuando volví a mirarle, él se acercaba hacia mí. Y al verle caminar, pensé que no solo era atractivo, sino que además era espléndido. Tenía una mirada atenta y una boca maravillosa. Por un momento, tuve la impresión de estar contemplando a Apolo o a un antiguo dios de la Mitología Griega.El sol reverberaba en su pelo y su tez bronceada se veía, en cierto modo, resaltada por una mandíbula altiva y rasgos marcados. Su rostro irradiaba fuerza y brillo, justo como los míticos dioses del Olimpo y se encontraba adornado por los ojos más espectaculares que había visto en toda su existencia: de un color púrpura. No parecía real, sino sacado del mejor libro romántico que había leído jamás; o tal vez fuese un ángel bajado del cielo para torturar a los seres humanos con su belleza.
<< Demasiada tentación para una mortal como yo >>, pensé.— Buenas tardes. Me llamo Xanthos Katsaros —su voz era rica y profunda, con un acento demasiado sutil para ser griego. Eso solo aumentaba su atractivo y rápidamente me intrigó.Sin salir de mi estupor, obligué a mi cuerpo a adoptar una pose de mujer de mundo para tenderle la mano—. Hola. Yo soy Lisa, Elisa Payton. Muchas gracias por el champán; ha sido todo un detalle.Él tomó mi mano derecha y me besó el dorso de la muñeca, como si fuese un caballero de otra época. Una extraña agitación me corroyó ante el gesto.Me sentí tonta, como la vieja Lisa y decidí retirar la mano para dejarla en mi regazo.— Me pareció que era lo apropiado —respondió finalmente. Luego me escrutó con la mirada y eso me produjo una descarga eléctrica. Por más que lo intentase, mi antiguo yo siempre salía a flote; pero no pensaba darme por vencida en esa batalla. Me había hecho la promesa de convertirme en una mujer de mundo, y eso haría—. Usted está sola —parecía una pregunta, pero en realidad era una afirmación esperando ser confirmada.— Así es.Tal vez había sido un error admitirlo, pero si me proponía vivir la vida al máximo, tenía que correr ciertos riesgos.La tentación estaba allí, frente a mis ojos, y no pensaba ignorarla. Solo una ingenua decidiría mirar hacia otro lado.
Ordené a mi cerebro dar un paso hacia adelante e intentar emitir otra sonrisa.>> Lo menos que puedo hacer es ofrecerle una copa.Él imitó mi gesto y se sentó frente a mí. Despidió al camarero y se sirvió a sí mismo la bebida.—¿Es usted americana? —preguntó para romper el hielo. Algo que agradecía; me encontraba demasiado nerviosa para comenzar una conversación.— No. Soy australiana. ¿No se me nota?— Sinceramente, no —su respuesta me hizo sonreír—. En realidad pensé que era francesa hasta que empezó a hablar.— ¿En serio? —expresé muy complacida—. Acabo de llegar de París.Inconscientemente, mis manos se dirigieron hacia mi nuevo peinado. Me había cortado el cabello en un salón de belleza francés.Xanthos chocó su copa con la mía para después probar el champán. Mis ojos se deleitaron en verle saborear la bebida y de pronto, sentí la boca reseca. Tragué saliva y luego bebí un sorbo de mi copa en un intento de calmar mi repentina sed.— ¿Fue allí por negocios?— No, solo por placer —contesté pensando que el mundo era maravilloso y llevaba demasiado tiempo privándome de él—. Es una ciudad encantadora.— Cierto. ¿Y va muy a menudo? — No lo suficiente —respondí con suspicacia—. ¿Y usted?Ladeó la cabeza antes de contestar—: De vez en cuando.Estuve a punto de suspirar. No podía creer que estuviera sentada al lado de un hombre que hablaba de ir a París <<de vez en cuando>>.— Hubiese querido pasar más tiempo allí —me permití un momento de sinceridad—; pero me había prometido a mí misma venir a Grecia. Y a decir verdad, no me arrepiento para nada; lo poco que he conocido de estas tierras me ha parecido espectacular. Además, por lo que me han dicho el centro de la ciudad supera Falero con creces.— ¿Falero es su primera escala?Volví a beber un sorbo, dudando de si estaba en un sueño o si todo era real: Grecia, champán, aquel hombre que parecía la personificación de un dios mítico... demasiado bueno para mí.— Sí. Es un puerto hermoso. Mucho más de lo que imaginaba.
— ¿Entonces, es su primer viaje? —indagó demasiado expectante a mi respuesta—. ¿Va a quedarse mucho tiempo?— Tanto como quiera —dije sonriendo. El sabor de la libertad era simplemente insuperable al de cualquier platillo exótico—. ¿Y qué hay de usted?— Creo que me quedaré más tiempo del que tenía planeado.No fui consciente del tiempo que permanecimos observándonos fijamente. Era como si nuestras miradas fueran atraídas por un imán. Era desconcertante y agradable a la vez. Un tiempo después, reapareció el camarero. Xanthos habló rápidamente algo que no entendí con el menú entre las manos; supuse que había hablado en griego. — Si no le importa —esta vez se dirigió hacia mí—, me gustaría guiarla por la cocina griega en su primera comida en la ciudad.La antigua Lisa hubiese estado demasiado nerviosa como para resistir una cena con un total desconocido. Pero la nueva Elisa Payton sonrió y volvió a beber de su copa, esta vez hasta llegar al fondo.— Me encantaría —concedí sin perder la sonrisa—. Muchas gracias.Capítulo dos-Xanthos-Sentado en la barra de mi restaurante favorito, bebí mi vaso de whisky de un sorbo. Era mi último día en la zona de Paleo Fáliro. El hotel marchaba de maravilla, como ya era de costumbre y no me quedaba nada más por hacer.No pude evitar resoplar.Tenía una carrera como empresario demasiado exitosa para mí edad. Los negocios iban viento en popa y aun así, mi éxito profesional no terminaba por satisfacerme completamente. De un tiempo para acá todo lo que hacía le aburría. Había logrado todo por lo que luché desde joven y eso me enorgullecía. Sin embargo, sentía que me faltaba algo, un poco de chispa, de emoción, de vida.Desvariando con mis propios pensamientos observé la puerta de entrada con demasiado ahínco. Pensé que era hora de marcharme…, y entonces la vi.Me fijé en ella en cuanto entró en el local. No era partic
Capítulo tres-Elisa-Resultaba fácil sentarme, reír y probar sabores nuevos. Olvidé que él era un extraño, que el mundo en el que me encontraba era solo provisional. No hablamos nada importante, retazos de nuestra niñez, París, el tiempo, el champán… No obstante, estaba segura de que era la conversación más interesante que había tenido en toda mi vida. Él me miraba como si estuviese encantado de pasar el tiempo hablando de cualquier cosa. El último hombre que había cenado conmigo había pretendido que le hiciera un descuento de su declaración fiscal y en ese momento me sentí patética.Xanthos no me pedía nada más que no fuese su compañía. Cuando me observaba, no parecía precisamente que fuera a preguntarme cómo se rellenaba el impreso de deducciones.Cuando sugirió que diéramos un paseo por la playa, acepté sin remordimientos.<< ¿Qué mejor forma de coronar una velada qu
Capítulo cuatro-Xanthos-Nunca me había considerado del tipo de hombres que trastocan su jornada para pasar el día con una mujer. Especialmente con una que no conocía.Me consideraba un hombre saludable; pero también un hombre ocupado al que la ambición y el orgullo le obligaban a mantener un alto grado de compromiso en todos sus proyectos. Era responsable de mis actos y mis deberes, y había aprendido a disfrutar de los beneficios de tener constancia y dedicación.Tenía muy claro que aquellos días en Paleo Fáliro no eran vacaciones; es decir, no habían sido planeados para disfrutar de unas vacaciones. Mezclar el placer con los negocios no solía ser mi estilo. Sin embargo, me encontré haciendo juegos y malabares con citas, reuniones y conferencias; con el propósito tener una tarde libre para dedicársela a Elisa, la mujer que me había tentado, cautivado y luego intrigado.Era más que evidente que cu
Capítulo cinco-Elisa-Cuando él se me quedó mirando, me pregunté si debía haberme ofrecido a limpiar su chaqueta. Jugueteé unos segundos con la correa del bolso hasta que finalmente, decidí que no. Una mujer de mundo no haría una cosa así.— ¿Te molesta que lleve mi cámara? —pregunté dudosa. Su presencia me ponía los pelos de punta. Solo esperaba que él no se diese cuenta.— Por supuesto que no—respondió para mi alivio; había comenzado a adorar mi afición por la fotografía—. ¿Por qué iba a molestarme?— Porque hago montones de fotografías —expliqué—. En serio, es algo que no puedo evitar.Pude apreciar que Xanthos pronto se dio cuenta de que no bromeaba. Conforme nos dirigíamos hacia una pequeña zona rural llena de campos y vegetaciones, tomaba fotos de todo; de los animales, los huertos de vegetales, los extensos viñedos y las plantas de salvia dispersas.Era increíble y a l
Capítulo seis-Xanthos-Aquella mujer era de lo que no había. Se detenía para fotografiar a un par de ranas croando. No dejaba de asombrarme al ver que las cosas más simples y sencillas le afectaban; y eso encreíblemente me, complació.Atrapé una de sus manos con las mías, no para besarla, sino solamente por el placer de tocarla; una necesidad de la que no había sido consciente en horas.Por un momento me pareció que lucía casi asustada, frágil y asustada. Siempre evitaba con cuidado a las mujeres a las que se les podía hacer daño fácilmente. Sin embargo, Elisa me enviaba señales tan contradictorias que me hacían lanzarme y retraerme al mismo tiempo; como si caminara por una cuerda floja.La observé maravillarse ante un arbusto de espino coronado de flores amarillas. Ella me hacía darme cuenta, con un sentimiento de pesar, de que habían pasado muchos años desde que no contemplaba las co
Capítulo siete-Elisa-Él estaba a punto de besarme y entonces, se irguió.Un suspiro escapó de mis labios, no sabía si había sido producto del alivio o de la decepción. Me encontraba demasiado confusa.Me bajé del coche y con la mente agitada, eché a andar por el sendero polvoriento. En el camino no dejaba de reprenderme mentalmente; me decía a mí misma que una mujer de mundo no se ponía a temblar cada vez que un hombre se acercaba. Pero lo curioso es que yo ya había sido besada antes, y jamás había temblado; era una sensación nueva y ante ella sentía un poco de temor.Ahora podía responder con seguridad que no sentía temor de Xanthos, sino de las sensaciones que él me provocaba y el efecto que tenían sus acciones en mí.Sacó la cesta de comida del maletero y sorprendiéndome una vez más, volvió a tomarme de la mano. En silencio, cruzamos el viñedo, como si fuéramos una pereja
Capítulo ocho-Xanthos-Ella era dulce, deliciosamente dulce. Cuanto más la abrazaba, excitado por la simplicidad de su aceptación, más me desarmaba y me afectaba su dulzura.Recorrí su espalda baja, sus omóplatos, sus hombros y luego dejé descansar mis brazos en su cintura. Era curiosa, sencilla, generosa. Cualquier hombre podría ahogarse en su dulzura, caer prisionero de su docilidad… y también podía salvarse por ella. A la sombra del antiguo sauce y rodeados por las uvas, Elisa me daba algo más, algo nuevo, diferente; me daba esperanza.Ella se había amoldado a mi abrazo, como si nos hubiésemos conocido de antes, mucho antes; como si nos hubiésemos amado hace siglos, en nuestras vidas antepasadas.Parecía que en medio de nuestros cuerpos, un volcán había erupcionado; una lava cálida que surgía potente y muy peligrosa; incluso podría llegar a resultar mortal. Pero no era algo nuevo; e
Capítulo nueve-Elisa-Calor, luz, vértigo… Podía experimentar nítidamente cada sensación. Urgencia, anhelo, impaciencia… Sentía cada uno en los labios, con un regusto a miel silvestre.Antes, sin que nos hubiésemos besado todavía; había podido deducir con exactitud cómo sería estar con él contra mi boca; deseo contra deseo.En un instante, el mundo se había reducido de lo visible a una nube de pura emoción. Él me arropaba sin miramientos. Era cálido e irresistible.Aun atrapada entre el miedo y el deleite, alcé una mano para acariciarle la mejilla.Un suspiro demasiado débil como para ser oído por él, escapó de mis labios cuando me acarició la espalda, después los hombros hasta posar sus manos sobre mi cintura.Xanthos murmuraba frases incoherentes—al menos para mí— en griego. No sabía lo que estaba diciendo; pero el sonido d