Capítulo tres
<< ¿Qué mejor forma de coronar una velada que con un paseo a la luz de la luna? >>— He estado contemplando la playa desde mi ventana antes de cenar —confesé, quitándome los zapatos—. No se me ocurrió que estaría más bonita a la luz de la luna, que de día.Xanthos se detuvo a encender un cigarrillo.>> ¿Se siente atraído por el mar? —pregunté, deseando conocer la respuesta.— Me he pasado la vida en él —contestó—. De pequeño pescaba en estas aguas.Me había contado durante la cena que había crecido viajando por las islas griegas junto a su padre.— Debe ser emocionante ir de isla en isla —comenté—. Ver algo nuevo todos los días. Él se encogió de hombros—. Tenía buenos momentos.— A mí me encanta viajar.Dejé caer mis zapatos y metí los pies en el agua, mientras reía sin un motivo en especial. El champán hacía su efecto y la luna era una caricia. Cuando las olas salpicaron mi vestido, no dejé de reír. << Si mi tía pudiese verme en estos momentos... >>Yo, la racional Elisa Payton, estaba disfrutando de la vida y en compañía del hombre más apuesto que había conocido. — Si tuviera que decidirlo en una noche como esta, jamás volvería a casa —expresé mis pensamientos en voz alta.— ¿Dónde vive? —inquirió mi acompañante.— Todavía no lo he decidido —respondí con total sinceridad. Realmente no había hecho planes en un futuro cercano; solo quería vivir el momento—. Tengo ganas de nadar.Sintiendo la tentación de bañarme bajo la luz de la luna, penetré en el agua. Minutos después, sentí unos brazos arrastrarme hacia la orilla y no pude dejar de reírme en todo el trayecto.— ¿Es siempre tan impulsiva? —pregunto asombrado.— Lo intento. ¿Usted no? —decidí retarlo—. ¿O siempre les envía champán a las desconocidas?— Cualquiera que fuera mi respuesta —señaló—, me metería en problemas.Odié que fuese tan inteligente.>> Tenga —dijo ofreciéndome su chaqueta—. Eres irresistible, Elisa —añadió mientras me colocaba la chaqueta sobre los hombros.— Estoy mojada —acerté a decir entre la confusión que me provocaron sus palabras.— Lo que te hace hermosa… y fascinante.<< ¿Por qué decía aquello? >><<¿Realmente estaba siendo sincero? >>Con las manos aun sobre su chaqueta, me atrajo hacia él. Estábamos demasiado cerca y ambos alternábamos la mirada de nuestros ojos a nuestros labios. Nerviosa, me eché a reír—. No lo creo, pero gracias de todos modos. Me alegro de que me hayas invitado al champán, me hayas asesorado en la cena y hayamos compartido este ameno paseo.Pude percibir como mi nerviosismo iba en aumento. Xanthos tenía la mirada fija en mis ojos; solo la apartó una vez para observar mi boca, seca por la ansiedad y al mismo tiempo húmeda por el agua salada de la playa. Nuestros cuerpos se encontraban tan cerca que casi se rozaban. Comencé a temblar y sabía muy bien que no tenía nada que ver con que estuviera empapada.— Tengo que volver a cambiarme —me obligué a romper el momento.— ¿Te veré otra vez? —preguntó y su interés realmente me sorprendió.— Puede ser —contesté, intentando calmar los frenéticos latidos de mi corazón—. Después de todo, la vida puede dar más de mil vueltas.Él sonrió ante mi ocurrencia. Sentí, con una mezcla de alivio y arrepentimiento, que mis manos se relajaban.— Mañana tengo asuntos que atender —anunció—, pero a las once De la mañana habré acabado. Si te viene bien, podría enseñarte la zona. Cerca hay unos viñedos extraordinarios.— De acuerdo —respondí como solo una mujer de mundo sabría hacerlo y me sentí orgullosa de mí misma en el acto—. Nos veremos en el vestíbulo.El buen juicio y los nervios no tenían nada que decir al respecto; yo quería ir con él, ver lo que tenía para mostrarme y tomar lo que pudiera. Con cuidado, porque no sabía si al final me atrevería. Me di la vuelta: la luna dibujaba su silueta contra el mar. El paisaje era cautivador; pero no más que el dios griego a mi lado.— Buenas noches, Xanthos.— Buenas noches, Elisa. De un momento a otro, me olvidé de ser sofisticada y eché a correr hacia el hotel.
Apenas llevaba un día en Grecia y ya me parecía el mejor lugar de todo el mundo.
***Al tercer intento, me decidí por un conjunto. No tenía demasiada ropa porque prefería gastarme el dinero viajando; pero me había permitido algunos caprichos en mi recorrido por Europa. Nada que me recordase a los trajes insulsos de una contable diplomada. Me ajusté un fajín fucsia sobre unos pantalones de algodón azul zafiro. Nada de zapatos delicados o de blusas color pastel. El último toque de color lo dio una blusa ancha amarillo pálido con el cuello a juego con los pantalones.La combinación de colores me encantaba, aunque solo fuera porque mi antigua empresa hubiese preferido un color menos llamativo y una línea más austera. No sabía dónde me dirigía y tampoco quería saberlo.Hacía un día hermoso, aunque me había levantado con un molesto dolor de cabeza, supuse que había sido fruto de la resaca que acompañaba al champán.Ingerí un desayuno ligero en la terraza de la habitación y luego me zambullí en el mar. Aquello bastó para aclarar mi mente. Aún no me había acostumbrado a poder haraganear una mañana a mi gusto y todavía no me creía que iba a pasar la tarde con un hombre al que acababa de conocer.
La tía Lola hubiese chasqueado la lengua y me hubiese recordado los peligros de ser una mujer soltera. Algunas de mis amigas se hubiesen sorprendido, otras me hubieran envidiado; pero todas se hubieran quedado pasmadas de que la Bendita Lisa hubiese paseado a la luz de la luna con un hombre atractivo y demasiado tentador.Si no hubiese tenido su chaqueta como prueba existencial, habría pensado que se trataba de un sueño. A menudo me había imaginado a mí misma en un lugar exótico con un hombre igualmente exótico. Siempre a la orilla del mar, con luna y música. En aquellos momentos, siempre tenía que rechazar los sueños y volver al ordenador y al trabajo.
Pero el día de ayer no lo había soñado.Todavía recordaba la sensación de alegría y de terror que me había recorrido cuando él me había puesto la chaqueta sobre los hombros y me había atraído hacia sí; cuando nuestras bocas habían quedado solo a pocos centímetros de distancia, al tiempo que el mar y la bebida resonaban en mi cabeza.
<< ¿Qué hubiese sucedido si me hubiera besado? >><<¿Qué sabores habría conocido? >>Estaba segura que sería un sabor rico y fuerte. Me pasé un dedo por los labios convencida de que no había nada tibio en Xanthos Katsaros; hasta el nombre era caliente. Sin embargo, no estaba tan segura con respecto a mí misma.Probablemente hubiese titubeado y me hubiese puesto colorada. Rápidamente aparté aquellos pensamientos y comencé a cepillarme el cabello. Los hombres atractivos no se morían por besar a mujeres de mente práctica.Pero me había pedido que nos viéramos de nuevo. No tenía claro si me sentía desengañada o aliviada de que él no se hubiera aprovechado de aquella ventaja para besarme. Ya me habían besado y abrazado antes, pero intuía que sería algo muy diferente con Xanthos. Quizá me hiciese querer más, ofrecer más de lo que nunca había ofrecido a ningún hombre.Eran demasiados sueños. Además, no iba a tener una aventura ni con él ni con nadie. Incluso la nueva Elisa Payton no era de esa clase de mujeres. Aunque tal vez… Inconscientemente, me mordí el labio inferior. Quizás pudiese tener un romance que recordar mucho tiempo después de haber abandonado mi aventura en Grecia.Ya me encontraba lista, pero era demasiado pronto para bajar al vestíbulo. No creía que esperar diez minutos a la vista de todos, encajase muy bien con la imagen de mujer de mundo que quería dar. No deseaba que él pensase que me encontraba ansiosa y mucho menos, que carecía de experiencia.Una llamada a la puerta evitó que me volviera a cambiar de ropa—. Hola.Capítulo cuatro-Xanthos-Nunca me había considerado del tipo de hombres que trastocan su jornada para pasar el día con una mujer. Especialmente con una que no conocía.Me consideraba un hombre saludable; pero también un hombre ocupado al que la ambición y el orgullo le obligaban a mantener un alto grado de compromiso en todos sus proyectos. Era responsable de mis actos y mis deberes, y había aprendido a disfrutar de los beneficios de tener constancia y dedicación.Tenía muy claro que aquellos días en Paleo Fáliro no eran vacaciones; es decir, no habían sido planeados para disfrutar de unas vacaciones. Mezclar el placer con los negocios no solía ser mi estilo. Sin embargo, me encontré haciendo juegos y malabares con citas, reuniones y conferencias; con el propósito tener una tarde libre para dedicársela a Elisa, la mujer que me había tentado, cautivado y luego intrigado.Era más que evidente que cu
Capítulo cinco-Elisa-Cuando él se me quedó mirando, me pregunté si debía haberme ofrecido a limpiar su chaqueta. Jugueteé unos segundos con la correa del bolso hasta que finalmente, decidí que no. Una mujer de mundo no haría una cosa así.— ¿Te molesta que lleve mi cámara? —pregunté dudosa. Su presencia me ponía los pelos de punta. Solo esperaba que él no se diese cuenta.— Por supuesto que no—respondió para mi alivio; había comenzado a adorar mi afición por la fotografía—. ¿Por qué iba a molestarme?— Porque hago montones de fotografías —expliqué—. En serio, es algo que no puedo evitar.Pude apreciar que Xanthos pronto se dio cuenta de que no bromeaba. Conforme nos dirigíamos hacia una pequeña zona rural llena de campos y vegetaciones, tomaba fotos de todo; de los animales, los huertos de vegetales, los extensos viñedos y las plantas de salvia dispersas.Era increíble y a l
Capítulo seis-Xanthos-Aquella mujer era de lo que no había. Se detenía para fotografiar a un par de ranas croando. No dejaba de asombrarme al ver que las cosas más simples y sencillas le afectaban; y eso encreíblemente me, complació.Atrapé una de sus manos con las mías, no para besarla, sino solamente por el placer de tocarla; una necesidad de la que no había sido consciente en horas.Por un momento me pareció que lucía casi asustada, frágil y asustada. Siempre evitaba con cuidado a las mujeres a las que se les podía hacer daño fácilmente. Sin embargo, Elisa me enviaba señales tan contradictorias que me hacían lanzarme y retraerme al mismo tiempo; como si caminara por una cuerda floja.La observé maravillarse ante un arbusto de espino coronado de flores amarillas. Ella me hacía darme cuenta, con un sentimiento de pesar, de que habían pasado muchos años desde que no contemplaba las co
Capítulo siete-Elisa-Él estaba a punto de besarme y entonces, se irguió.Un suspiro escapó de mis labios, no sabía si había sido producto del alivio o de la decepción. Me encontraba demasiado confusa.Me bajé del coche y con la mente agitada, eché a andar por el sendero polvoriento. En el camino no dejaba de reprenderme mentalmente; me decía a mí misma que una mujer de mundo no se ponía a temblar cada vez que un hombre se acercaba. Pero lo curioso es que yo ya había sido besada antes, y jamás había temblado; era una sensación nueva y ante ella sentía un poco de temor.Ahora podía responder con seguridad que no sentía temor de Xanthos, sino de las sensaciones que él me provocaba y el efecto que tenían sus acciones en mí.Sacó la cesta de comida del maletero y sorprendiéndome una vez más, volvió a tomarme de la mano. En silencio, cruzamos el viñedo, como si fuéramos una pereja
Capítulo ocho-Xanthos-Ella era dulce, deliciosamente dulce. Cuanto más la abrazaba, excitado por la simplicidad de su aceptación, más me desarmaba y me afectaba su dulzura.Recorrí su espalda baja, sus omóplatos, sus hombros y luego dejé descansar mis brazos en su cintura. Era curiosa, sencilla, generosa. Cualquier hombre podría ahogarse en su dulzura, caer prisionero de su docilidad… y también podía salvarse por ella. A la sombra del antiguo sauce y rodeados por las uvas, Elisa me daba algo más, algo nuevo, diferente; me daba esperanza.Ella se había amoldado a mi abrazo, como si nos hubiésemos conocido de antes, mucho antes; como si nos hubiésemos amado hace siglos, en nuestras vidas antepasadas.Parecía que en medio de nuestros cuerpos, un volcán había erupcionado; una lava cálida que surgía potente y muy peligrosa; incluso podría llegar a resultar mortal. Pero no era algo nuevo; e
Capítulo nueve-Elisa-Calor, luz, vértigo… Podía experimentar nítidamente cada sensación. Urgencia, anhelo, impaciencia… Sentía cada uno en los labios, con un regusto a miel silvestre.Antes, sin que nos hubiésemos besado todavía; había podido deducir con exactitud cómo sería estar con él contra mi boca; deseo contra deseo.En un instante, el mundo se había reducido de lo visible a una nube de pura emoción. Él me arropaba sin miramientos. Era cálido e irresistible.Aun atrapada entre el miedo y el deleite, alcé una mano para acariciarle la mejilla.Un suspiro demasiado débil como para ser oído por él, escapó de mis labios cuando me acarició la espalda, después los hombros hasta posar sus manos sobre mi cintura.Xanthos murmuraba frases incoherentes—al menos para mí— en griego. No sabía lo que estaba diciendo; pero el sonido d
Capítulo diez-Xanthos-Me convencí a mí mismo de que era un hombre ocupado, demasiado ocupado para obsesionarme con una mujer a la que apenas conocía y a la que no entendía en lo absoluto. Tenía informes que leer, informes por hacer y otras muchas cosas para las que no tenía ganas ni energía. Sin embargo, me repetí una y otra vez —como si de una especie de mantra se tratase— que unos pocos y simples besos no bastaban para distraer a un hombre de su trabajo. Pero tenía muy claro que en aquellos besos no había habido nada de simple.Ahora yo también contradecía mis palabras y hasta mis propios pensamientos. Eso solo ratificaba mi impresión sobre ella: su locura era contagiosa.Impulsivamente, lancé un fuerte golpe sobre la mesa mientras murmuraba improperios. Era exasperante.Disgustado, me levanté de mi escritorio y salí hacia la terraza en busca de un poco
Capítulo once-Elisa-Acababa de cerrar la puerta cuando escuché que alguien tocaba la misma. El sol y la playa me habían dejado agradablemente cansada; pero todas mis ideas de echar una cabezadita se desvanecieron al divisar al protagonista de mis más oscuras fantasías en los últimos días.Xanthos tenía un aspecto estupendo; tanquilo y poco despeinado. Durante varios días me había preguntado dónde leches se había metido. Sentí que mi pulso se aceleraba y que mis traicioneros labios dibujaban una cálida sonrisa por el simple gesto de volver a verle.No supe como, pero logré mantener un tono de voz casual a costa de un gran esfuerzo—: Hola. No estaba segura de si todavía te encontrabas en el hotel.Me convencí a mí misma de que mis palabras no habían sido una mentira, al menos, no del todo. Un informante anónimo me había asegurado que el señor Katsaros aún no había dejado su suite.— Te he visto llegar de la playa —declaró.<