Capítulo seis
Era una reflexión muy interesante y aunque yo viajaba a menudo, nunca me lo había planteado.
— ¿Y no quieres echar raíces? —pregunté intrigado.— Aun no tengo idea de lo que busco —declaró y sentí que fue sincera.— ¿Hay un hombre? —indagué, tomando su mano para acercarla más hacia mí mientras ella negaba con la cabeza—. ¿Ninguno?— No. Yo…No dudé en besar la palma de su mano derecha—. Eres una mujer muy sensible.Sentía calor, pero no estaba seguro de si aquella sensación provenía de mi propia mano o de la suya.>> Si no hay ninguno, los hombres de Australia deben ser un poco lentos, incluso muy tontos. Solo hay que verte para saber que eres especial…— He estado muy ocupada —soltó repentinamente. Aunque pude apreciar un leve sonrojo.No pude evitar sonreír levemente. Desde que la había conocido, hace menos de veinticuatro horas, lo que más había hecho había sido sonreír. Su voz temblaba y había pasión en su mirada. Y ser consciente de que había sido yo quien provocava esa pasión en ella, me otorgó una sensación indescrptible y a la vez, abrumadora.Observé cómo enfocaba y ajustaba la cámara con manos hábiles. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de que podía sentirme atraído tanto por su belleza como por su capacidad; no me quedaba duda de que detrás de esa mujer, se encontraba una mente brillante.Ella murmuró algo para sí misma y echó la cabeza hacia atrás, de forma que sus cabellos ondearon por un instante. Y en ese preciso mometo, pude percibir que mi estómago se encogía.La deseaba. Ella no había hecho nada para que me sintiese tan tenso y ardiente al mismo tiempo. No podía acusarla de haber coqueteado conmigo y sin embargo me sentía tentado en proporciones descomunales. Por primera vez en mi vida, una mujer no había hecho otra cosa además de ofrecerme su compañía y unas cuantas sonrisas. Y no había hecho falta nada más para seducirme.Ella seguía charlando mientras acomodaba la cámara en el saliente de un tronco de ceiba cortado. Hablaba como si fuésemos amigos de toda la vida, como si sientiese más que un ligero afecto por mí; pero yo sentía que me hervía la sangre al recordar el fuego que había aparecido solo por un instante en su rostro. Y deseaba con todas mis fuerzas que las llamas se encendieran otra vez.Así que no lo dudé y siguiendo un impuslo, la besé…Capítulo siete-Elisa-Él estaba a punto de besarme y entonces, se irguió.Un suspiro escapó de mis labios, no sabía si había sido producto del alivio o de la decepción. Me encontraba demasiado confusa.Me bajé del coche y con la mente agitada, eché a andar por el sendero polvoriento. En el camino no dejaba de reprenderme mentalmente; me decía a mí misma que una mujer de mundo no se ponía a temblar cada vez que un hombre se acercaba. Pero lo curioso es que yo ya había sido besada antes, y jamás había temblado; era una sensación nueva y ante ella sentía un poco de temor.Ahora podía responder con seguridad que no sentía temor de Xanthos, sino de las sensaciones que él me provocaba y el efecto que tenían sus acciones en mí.Sacó la cesta de comida del maletero y sorprendiéndome una vez más, volvió a tomarme de la mano. En silencio, cruzamos el viñedo, como si fuéramos una pereja
Capítulo ocho-Xanthos-Ella era dulce, deliciosamente dulce. Cuanto más la abrazaba, excitado por la simplicidad de su aceptación, más me desarmaba y me afectaba su dulzura.Recorrí su espalda baja, sus omóplatos, sus hombros y luego dejé descansar mis brazos en su cintura. Era curiosa, sencilla, generosa. Cualquier hombre podría ahogarse en su dulzura, caer prisionero de su docilidad… y también podía salvarse por ella. A la sombra del antiguo sauce y rodeados por las uvas, Elisa me daba algo más, algo nuevo, diferente; me daba esperanza.Ella se había amoldado a mi abrazo, como si nos hubiésemos conocido de antes, mucho antes; como si nos hubiésemos amado hace siglos, en nuestras vidas antepasadas.Parecía que en medio de nuestros cuerpos, un volcán había erupcionado; una lava cálida que surgía potente y muy peligrosa; incluso podría llegar a resultar mortal. Pero no era algo nuevo; e
Capítulo nueve-Elisa-Calor, luz, vértigo… Podía experimentar nítidamente cada sensación. Urgencia, anhelo, impaciencia… Sentía cada uno en los labios, con un regusto a miel silvestre.Antes, sin que nos hubiésemos besado todavía; había podido deducir con exactitud cómo sería estar con él contra mi boca; deseo contra deseo.En un instante, el mundo se había reducido de lo visible a una nube de pura emoción. Él me arropaba sin miramientos. Era cálido e irresistible.Aun atrapada entre el miedo y el deleite, alcé una mano para acariciarle la mejilla.Un suspiro demasiado débil como para ser oído por él, escapó de mis labios cuando me acarició la espalda, después los hombros hasta posar sus manos sobre mi cintura.Xanthos murmuraba frases incoherentes—al menos para mí— en griego. No sabía lo que estaba diciendo; pero el sonido d
Capítulo diez-Xanthos-Me convencí a mí mismo de que era un hombre ocupado, demasiado ocupado para obsesionarme con una mujer a la que apenas conocía y a la que no entendía en lo absoluto. Tenía informes que leer, informes por hacer y otras muchas cosas para las que no tenía ganas ni energía. Sin embargo, me repetí una y otra vez —como si de una especie de mantra se tratase— que unos pocos y simples besos no bastaban para distraer a un hombre de su trabajo. Pero tenía muy claro que en aquellos besos no había habido nada de simple.Ahora yo también contradecía mis palabras y hasta mis propios pensamientos. Eso solo ratificaba mi impresión sobre ella: su locura era contagiosa.Impulsivamente, lancé un fuerte golpe sobre la mesa mientras murmuraba improperios. Era exasperante.Disgustado, me levanté de mi escritorio y salí hacia la terraza en busca de un poco
Capítulo once-Elisa-Acababa de cerrar la puerta cuando escuché que alguien tocaba la misma. El sol y la playa me habían dejado agradablemente cansada; pero todas mis ideas de echar una cabezadita se desvanecieron al divisar al protagonista de mis más oscuras fantasías en los últimos días.Xanthos tenía un aspecto estupendo; tanquilo y poco despeinado. Durante varios días me había preguntado dónde leches se había metido. Sentí que mi pulso se aceleraba y que mis traicioneros labios dibujaban una cálida sonrisa por el simple gesto de volver a verle.No supe como, pero logré mantener un tono de voz casual a costa de un gran esfuerzo—: Hola. No estaba segura de si todavía te encontrabas en el hotel.Me convencí a mí misma de que mis palabras no habían sido una mentira, al menos, no del todo. Un informante anónimo me había asegurado que el señor Katsaros aún no había dejado su suite.— Te he visto llegar de la playa —declaró.<
Capítulo doce-Xanthos-— Podrías vivir aquí.Ante su comentario tuve que echarme a reír. Es como si no tuviese filtros en la lengua a la hora de hablar.— Vivo aquí bastante a menudo —comenté divertido.— Bienvenido a bordo, señor —mi capitán, impertérrito como de costumbre; me saludó.— Gibs —le devolví el saludo—, te presento a mi invitada, la señorita Elisa Payton.— Encantado, madame —dirigió un asentimiento de cabeza hacia ella.— Puedes zarpar una vez estemos listos, Gibs—ofrecí el brazo a mi acompañante y nos adentramos en la cubierta—. ¿Te gustaría ver el yate? —ofrecí.— ¡Claro! —exclamó entusiasmada—. Me encantaría verlo todo.Le mostré mi refugio; cada habitación, cada salita y hasta el camarote. Cuando la nave comenzó a moverse, Elisa soltó una exclamación y se tambaleó.
Capítulo trece-Elisa-Xanthos maldijo en voz baja y yo di un salto hacia atrás, como si hubiese gritado. Luego, me di cuenta de que se había apartado por la presencia de un camarero.— Gracias, Koll. Puedes retirarte —rápidamente lo despidió. Su voz era suave, pero podía sentir la extensión de su mano mientras me conducía hacia una silla y después, me ofecía un cóctel.Pensé que seguramente creería que era estúpida. Cada vez que me tocaba, me echaba a sus brazos sin dudar. Estaba claro que él sí que era un hombre de mundo, y además muy amable. No todos los poderosos trataban con amabilidad a los que trabajaban para ellos. Lo había intuído desde el principio, y ahora lo confirmaba.Esbocé una sonrisa y probé el delicioso cóctel a base limón; nunca lo había probado.— Te deseo, Elisa.Sentí que mi corazón se detenía y luego comenzaba a la
Capítulo catorce-Xanthos-— ¿Siempre te ríes por tan poco? —la pregunta escapó de mi boca antes de que pudiese detenerla.Ella se echó hacia atrás el pelo mojado.— Una cala escondida, un cielo hermoso y un hombre interesante –dijo flotando sin esfuerzo—. A mí no me parece tan poco. Me he prometido a mí misma que, independientemente de dónde esté o de lo que haga, no volveré a dar nada por seguro.No pude dejar de advertir el tono de tristeza con que había dicho la última frase. El impulso de reconfortarla no era nuevo en mí, pero tampoco tenía demasiada práctica.— ¿Te ha desengañado algún hombre? —indagué.— No. No se trata de un hombre —contestó, cerrando los ojos y confiando su cuerpo al mar—. Cuando mis padres murieron, sufrí tanto que me asusté de la vida. Creo que convertirse en un adulto res