CAPÍTULO DIEZ

Capítulo diez 



-Xanthos-

Me convencí a mí mismo de que era un hombre ocupado, demasiado ocupado para obsesionarme con una mujer a la que apenas conocía y a la que no entendía en lo absoluto. Tenía informes que leer, informes por hacer y otras muchas cosas para las que no tenía ganas ni energía. Sin embargo, me repetí una y otra vez —como si de una especie de mantra se tratase— que unos pocos y simples besos no bastaban para distraer a un hombre de su trabajo. Pero tenía muy claro que en aquellos besos no había habido nada de simple.

Ahora yo también contradecía mis palabras y hasta mis propios pensamientos. Eso solo ratificaba mi impresión sobre ella: su locura era contagiosa.

Impulsivamente, lancé un fuerte golpe sobre la mesa mientras murmuraba improperios. Era exasperante.

Disgustado, me levanté de mi escritorio y salí hacia la terraza en busca de un poco
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