Capítulo dieciocho
-Xanthos-— ¡Para! —gritó en medio del corredor—. ¿Qué leches te pasa?— Te estoy llevando a un lugar más adecuado para nuestra discusión —argumenté.La empujé al interior del ascensor y pulsé el botón correspondiente a mi piso. — Pero tienes invitados —protestó y sentí que la furia hacía hervir mi sangre. Simplemente la miré y ella respondió envalentonándose—. Prefiero que me pregunten si quiero marcharme antes de que me arrastren como si fuese una mula de carga.Intentó escapar al salir del ascensor, pero de dos zancadas la alcancé de nuevo y la llevé a mi suite.>> No quiero hablar contigo —declaró mientras cruzaba los brazos.No dije naCapítulo diecinueveElisa— ¡Para! —grité cuando ya había logrado reponerme de la primera impresión—. ¿Qué leches te pasa? —cuestioné mosqueada por su ridícula actitud.— Te estoy llevando a un lugar más adecuado para nuestra discusión —respondió mientras me empujaba hacia el ascensor.— Pero tienes invitados —comencé, pero rápidamente me detuve al verle lanzarme una mirada que me hizo sentir como una estúpida. Aun así, recuperando mi dignidad, me erguí para replicar—: Prefiero que me pregunten si quiero marcharme, antes de que me arrastren como si fuese una mula de carga.Escapé de él y salí corriendo en cuanto se abrió la puerta del ascensor, con la intención de meterme en la suite y ce
Capítulo veinte-Xanthos-No supe cuánto tiempo transcurrió después de ambos nos entregáramos a la pasión; pero poco a poco la consciencia volvió a mí y comencé a analizar fríamente lo sucedido.Me estaba maldiciendo a mí mismo lentamente, obstinadamente. Elisa era inocente, fresca y apasionada…; y era virgen, como la primavera. Me odiaba a mí mismo en aquellos momentos. Sentí que la había usado, que la había herido.Quise desandar mi camino, pero entonces, ella pareció cerrarse en torno a mí y no pude resistirme. Tan desvalido como ella, crucé la línea de la locura y me la llevé conmigo.Enfadado conmigo mismo, me senté y me dispuse a buscar un cigarrillo. Luego razoné y me di cuenta de que necesitaba algo más fuerte; necesitaba beber, aunque no confiaba que mis piernas le sostuvieran.El chasquido de mi encendedor sonó como un cañonazo rompiendo el silencio. Por un instante, mi rostro
Capítulo veintiuno-Elisa-El reflejo de la pasión me atormentaba. Yacía aturdida y confusa en la penumbra de la habitación. Nada ni nadie me había preparado para aquello. Nadie me había advertido que el placer podía llegar a ser tan inmenso.<< Si lo hubiese sabido antes… >>Cerré los ojos e inspiré hondo. Estuve a punto de echarme a reír.Si lo hubiese sabido antes, hacía años que hubiese salido por el mundo en busca de Xanthos. Solo a él.Exhalé un suspiro de calma.Xanthos era el único.<< Solo a él >>, repetí internamente.— ¿Por qué no me lo habías dicho? —su voz interrumpió mis cavilaciones.Aun flotaba en el un océano de placer. Así que me obl
Capítulo veintidós-Elisa-Otra vez intentó acercarse a mí, pero lo detuve en seco con un simple gesto.— ¡No! No me toques o no podré continuar.>> Esto es una farsa —señalé mi figura estilizada y mi peinado elaborado por el equipo de estilismo del hotel—. Yo soy una farsa.— Eso no es cierto —repuso.— ¡Sí lo es! —exclamé fuera de mí. Necesitaba que él viera a la verdadera Elisa Payton—. Y además, esta noche he averiguado que eras dueño de varios hoteles, ¡muchos! —recalqué. Aun me parecía increíble. Ninguno de los dos habíamos resultado ser lo que el otro creía.— No era ningún secreto —señaló—. ¿Qué importancia tiene esa nimiedad ahora?— ¡Nimiedad! —solté en un bufido—. ¿Llamas nimiedad a ser inmensamente rico. No hubiese tenido importancia alguna —proseguí— si yo fuera lo que aparentaba ser. Después de haber hecho el amor y de que tú…Dejé la oración suspendida, no sabía
Capítulo veintitrés-Xanthos-Siete de agosto; dos días desde que Elisa se fue…Cuando encontré su habitación vacía a la mañana siguiente, no quise alarmarme; simplemente podría haber ido a cualquier parte. Sin embargo, las alarmas en mi interior se encendieron y gritaban peligro a toda voz. Examiné a fondo la suite y no encontré ninguna de sus pertenencias. Bajé a recepción y me informaron que había pedido un taxi y se había marchado con una pequeña maleta… Se había ido, Elisa se había marchado del hotel y sentía que el aire escapaba de mis pulmones. Pero no le permitiría marcharse de mi vida, eso jamás. Así que moví todas mis influencias y comencé a sacudir el país al revés.Así se encontrase en el rincón más pequeño u oculto, la encontraría. Y cuando lo hiciera, le diría que la amaba, la quería con todo mi ser. Ella era mía y yo era suyo; nos pertenecíamos el uno al otro.&nbs
Capítulo veinticuatroElisaEra mi culpa. Estar en aquella situación era totalmente mi culpa.Tenía delante de mí media docena de vacantes para contables, marcados con distintos colores en los anuncios del diario. Sin embargo, ninguno me interesaba. Había circulado los que parecían más atractivos. Y no podía dejar de pensar en Xanthos, en aquel dios de la mitología griega con nombre de hombre; no había podido hacer otra cosa en semanas.Me preguntaba lo que habría sentido él cuando descubrió que me había marchado. Tal vez alivio, o quizá una vaga incomodidad por haber dejado un negocio sin cerrar.Rápidamente negué con la cabeza. Otra vez mis pensamientos volvían a él.Con un marcador rosa chitón en la mano, miré hacia la ventana de la casa que había alquilado y emití un largo suspiro. Luego me obligué a cerrar los ojos… y dejé a mi imaginación volar.En mis fantasías me lo imaginaba buscándome furiosamente; con l
Capítulo veinticinco-Xanthos-Elisa ardía entre mis brazos tal y como recordaba, tal y como necesitaba.Comenzaba a ponerme histérico. No sabía si reír o tomarla por el cuello para que abriera las entendederas. Me pasé la mano por los ojos; al ardor comenzaba a ser insoportable.— Me has debilitado, Elisa —confesé en cuanto la vi regresar—. Me has dejado hecho trizas y también has logrado sacar el tonto que había dentro de mí y que yo había olvidado —di un sorbo a la bebida que me tendió en un vaso y descubrí que era limonada. Estaba fresca y deliciosa y repentinamente sentí la garganta seca; así que me la tomé completa antes de continuar—. Ahora me sorprende que me dejases poner un pie en tu casa. Yo en tu lugar…La furia se de
Epílogo-Elisa-Sol, playa y arena…Definitivamente me encontraba en el paraíso.Los rayos tenues del sol se reflejaban en las aguas cristalinas; la brisa del mar me golpeaba el rostro y azotaba mis cabellos de una manera un tanto salvaje. El aroma a flores silvestres entremezcladas con los frutos era embriagador. Me encontraba descalza, con los pies enterrados en la arena, allí, donde las olas tocaban la tierra en forma de pequeñas ondas de espuma. Era como si pudiese flotar en el aire.Y luego estaba él; emergió desde las profundidades, dejando ver su torso dorado desnudo. La luz del sol tocaba su piel y las pequeñas gotas de agua esparcidas en la misma brillaban como si de diamantes se tratasen. Era un Dios, mi Dios de la Tentación sacado de la Antigua Mitología Griega. Constituía todo un espect&aacut