Capítulo cuatro
-Xanthos-Nunca me había considerado del tipo de hombres que trastocan su jornada para pasar el día con una mujer. Especialmente con una que no conocía.Me consideraba un hombre saludable; pero también un hombre ocupado al que la ambición y el orgullo le obligaban a mantener un alto grado de compromiso en todos sus proyectos. Era responsable de mis actos y mis deberes, y había aprendido a disfrutar de los beneficios de tener constancia y dedicación.
Tenía muy claro que aquellos días en Paleo Fáliro no eran vacaciones; es decir, no habían sido planeados para disfrutar de unas vacaciones. Mezclar el placer con los negocios no solía ser mi estilo. Sin embargo, me encontré haciendo juegos y malabares con citas, reuniones y conferencias; con el propósito tener una tarde libre para dedicársela a Elisa, la mujer que me había tentado, cautivado y luego intrigado.Era más que evidente que cualquier hombre querría conocer más a fondo a una mujer que tan pronto charlaba animadamente frente a una botella de champán, como que se zambullía vestida al mar en mitad de la noche.Elisa Payton era demasiado tentadora para ser verdad y no pensaba dejarla ir tan fácilmente.— He retrasado la reunión con Dimitriou a las cinco y media de esta tarde —informó mi secretaria, mientras tomaba notas en su agenda que tenía en el regazo—. Se reunirá contigo para tomar un aperitivo en la suite. Ya he encargado los tentempiés y una botella de vino blanco Katsaros. — Tú siempre tan servicial, Alida.Ella sonrió mientras se atusaba el cabello con gesto coqueto—. Eso intento.Me asomé a la ventana por unos minutos y la vi seguirme. Luego juntó sus manos en actitud de espera. Llevaba cinco años trabajando para mí. Tenía que admirar su energía y su astucia para los negocios, me habían cubierto las espaldas en más de una ocasión. Daba gracias a los dioses de que hubiéramos superado nuestro primer y único desliz hace tiempo. Fue algo inevitable, pero afortunadamente no pasó a mayores. En el mundo del espectáculo y la farándula se hacían especulaciones sobre nuestra relación; pero, aunque éramos muy unidos y nos compenetrábamos en el trabajo, los negocios eran los negocios y las cosas no debían mezclarse.— Ponte en contacto con Kontos en Monastiraki. Quiero que me mande un correo electrónico con el informe estadístico de los hoteles en la zona antes de la noche. Y quiero tener noticias de Loreley a las cinco de la tarde, hora de París.— ¿Quieres que le llame y le de un empujoncito? —sugirió mi eficiente secretaria.— Si piensas que es necesario…Metí las manos en los bolsillos de mis pantalones en un gesto producto de los nervios; me sentía inquieto. Y no dejaba de preguntarme de dónde provenía ese sentimiento de descontento. Era un hombre que gozaba de salud, de éxito y de libertad para ir donde quiera.Mientras contemplaba el mar, recordé el aroma de la piel de Elisa: flores silvestres con un pequeño toque afrutado, muy parecido al aroma de los frutos rojos. Solo de pensarlo el deseo me corroía y se manifestaba en mi entrepierna.
— Manda flores a la suite de Elisa Payton. Flores silvestres junto a una cesta de frutos rojos, y que sea esta tarde.Alida inmediatamente lo anotó en su agenda. Ya le había contado vagamente sobre mi cena con Elisa.— ¿Y la tarjeta? —preguntó.— Solo mi nombre.Nunca estuve hecho para la poesía, ahora no iba a cambiar. Simplemente no iba conmigo.— ¿Algo más?
— Sí —dije con una sonrisa—. Tómate un rato libre y vete a la playa.Ella se levantó—. Me aseguraré de cumplir tu encargo. Que pases una buena tarde, Xanthos.Ese era mi propósito. Consulté mi reloj cuando mi secretaria se marchó. Eran las once menos cuarto. Todavía podía hacer algunas llamadas para aprovechar el tiempo. Sin embargo, en lugar de eso, recogí los zapatos de Elisa y salí de la habitación.Cuando me abrió la puerta, la estudié sin sonreír. Por un momento hubiese asegurado que mi mente exageraba y la noche anterior había sido fruto de mi imaginación; pero allí estaba ella: igual de vibrante y tentadora que ayer.Durante unos segundos me sentí descolocado y no sabía qué hacer. Estaba idiotizado y en otras circunstancias golpearía la pared con mi frente. Nunca había experimentado una sensación parecida. Luego vi los zapatos en mis manos y se los entregué—. Aquí tienes. Se me ocurrió que tal vez los podías necesitar.Ella dejó ver una pícara sonrisa; como si se acordara del momento en que dejó los zapatos en la arena—. No me había acordado de que los había dejado. Muchas gracias. Puedes pasar un momento, no tardaré mucho.Y con no tardar mucho, quería decir nada; porque en menos de diez segundos ya había regresado. Siquiera me dio tiempo de examinar a fondo la habitación. Lo que sí podía deducir era que mantenía sus pertenencias organizadas metódicamente.>> Ya estoy lista —anunció—. Cuando quieras podemos irnos.Mi respuesta fue mecánica: levanté un ceja escéptico. Me gustaba la puntualidad; algunos tenían la opinión de que poseía una obsesión con el tema; pero no la esperaba más que en los negocios. Cada rasgo que conocía de esa mujer, o cada acción que ejecutaba me sorprendía más que la anterior y me intrigaba, me atrapaba. A cada minuto que pasaba a su lado sentía que Elisa tejía una red a mi alrededor y yo iba cayendo en ella sin siquiera vacilar. — Tengo un jeep esperando —le informé—. No es aconsejable ir en otro tipo de vehículo; algunos caminos son bastante malos.— No tengo idea de donde me llevas, pero la idea me parece muy excitante.Su declaración me golpeó de frente sin aviso alguno y quien terminó excitado fui yo.<< Tú eres excitante >>, pensé. En aquel momento me pareció que era la criatura más extraordinaria que había visto en mi vida.Sí. Con gusto caería en sus redes y debía confesar que no querría escapar de ellas jamás.La vi tomar su bolso de cuero entre las manos y colocarse un ridículo sombrero de paja que en ella lucía como una auténtica joya. Unos minutos después, entró en lo que parecía el cuarto de baño y regresó con mi chaqueta perfectamente doblada.— Me olvidé de devolvértela anoche.No se cómo, ni en qué momento exacto sucedió; pero una oleada de calor azotó mi cuerpo. Sentí las palmas de mis manos entumecerse, ansiosas de tocar su deliciosa piel. Mi boca ardía, loca de deseo por fundirse en la suya y enredar nuestras lenguas hasta no poder distinguir dónde terminaba yo y dónde comenzaba ella. Y lo peor de todo, mi sexo se agitó y despertó súbitamente que incluso llegaba a doler, y clamaba el derecho de hacerla suya hasta olvidar su propio nombre.Era extraño, vergonzoso, sorprendente y perturbador…, demasiado perturbador. Capítulo cinco-Elisa-Cuando él se me quedó mirando, me pregunté si debía haberme ofrecido a limpiar su chaqueta. Jugueteé unos segundos con la correa del bolso hasta que finalmente, decidí que no. Una mujer de mundo no haría una cosa así.— ¿Te molesta que lleve mi cámara? —pregunté dudosa. Su presencia me ponía los pelos de punta. Solo esperaba que él no se diese cuenta.— Por supuesto que no—respondió para mi alivio; había comenzado a adorar mi afición por la fotografía—. ¿Por qué iba a molestarme?— Porque hago montones de fotografías —expliqué—. En serio, es algo que no puedo evitar.Pude apreciar que Xanthos pronto se dio cuenta de que no bromeaba. Conforme nos dirigíamos hacia una pequeña zona rural llena de campos y vegetaciones, tomaba fotos de todo; de los animales, los huertos de vegetales, los extensos viñedos y las plantas de salvia dispersas.Era increíble y a l
Capítulo seis-Xanthos-Aquella mujer era de lo que no había. Se detenía para fotografiar a un par de ranas croando. No dejaba de asombrarme al ver que las cosas más simples y sencillas le afectaban; y eso encreíblemente me, complació.Atrapé una de sus manos con las mías, no para besarla, sino solamente por el placer de tocarla; una necesidad de la que no había sido consciente en horas.Por un momento me pareció que lucía casi asustada, frágil y asustada. Siempre evitaba con cuidado a las mujeres a las que se les podía hacer daño fácilmente. Sin embargo, Elisa me enviaba señales tan contradictorias que me hacían lanzarme y retraerme al mismo tiempo; como si caminara por una cuerda floja.La observé maravillarse ante un arbusto de espino coronado de flores amarillas. Ella me hacía darme cuenta, con un sentimiento de pesar, de que habían pasado muchos años desde que no contemplaba las co
Capítulo siete-Elisa-Él estaba a punto de besarme y entonces, se irguió.Un suspiro escapó de mis labios, no sabía si había sido producto del alivio o de la decepción. Me encontraba demasiado confusa.Me bajé del coche y con la mente agitada, eché a andar por el sendero polvoriento. En el camino no dejaba de reprenderme mentalmente; me decía a mí misma que una mujer de mundo no se ponía a temblar cada vez que un hombre se acercaba. Pero lo curioso es que yo ya había sido besada antes, y jamás había temblado; era una sensación nueva y ante ella sentía un poco de temor.Ahora podía responder con seguridad que no sentía temor de Xanthos, sino de las sensaciones que él me provocaba y el efecto que tenían sus acciones en mí.Sacó la cesta de comida del maletero y sorprendiéndome una vez más, volvió a tomarme de la mano. En silencio, cruzamos el viñedo, como si fuéramos una pereja
Capítulo ocho-Xanthos-Ella era dulce, deliciosamente dulce. Cuanto más la abrazaba, excitado por la simplicidad de su aceptación, más me desarmaba y me afectaba su dulzura.Recorrí su espalda baja, sus omóplatos, sus hombros y luego dejé descansar mis brazos en su cintura. Era curiosa, sencilla, generosa. Cualquier hombre podría ahogarse en su dulzura, caer prisionero de su docilidad… y también podía salvarse por ella. A la sombra del antiguo sauce y rodeados por las uvas, Elisa me daba algo más, algo nuevo, diferente; me daba esperanza.Ella se había amoldado a mi abrazo, como si nos hubiésemos conocido de antes, mucho antes; como si nos hubiésemos amado hace siglos, en nuestras vidas antepasadas.Parecía que en medio de nuestros cuerpos, un volcán había erupcionado; una lava cálida que surgía potente y muy peligrosa; incluso podría llegar a resultar mortal. Pero no era algo nuevo; e
Capítulo nueve-Elisa-Calor, luz, vértigo… Podía experimentar nítidamente cada sensación. Urgencia, anhelo, impaciencia… Sentía cada uno en los labios, con un regusto a miel silvestre.Antes, sin que nos hubiésemos besado todavía; había podido deducir con exactitud cómo sería estar con él contra mi boca; deseo contra deseo.En un instante, el mundo se había reducido de lo visible a una nube de pura emoción. Él me arropaba sin miramientos. Era cálido e irresistible.Aun atrapada entre el miedo y el deleite, alcé una mano para acariciarle la mejilla.Un suspiro demasiado débil como para ser oído por él, escapó de mis labios cuando me acarició la espalda, después los hombros hasta posar sus manos sobre mi cintura.Xanthos murmuraba frases incoherentes—al menos para mí— en griego. No sabía lo que estaba diciendo; pero el sonido d
Capítulo diez-Xanthos-Me convencí a mí mismo de que era un hombre ocupado, demasiado ocupado para obsesionarme con una mujer a la que apenas conocía y a la que no entendía en lo absoluto. Tenía informes que leer, informes por hacer y otras muchas cosas para las que no tenía ganas ni energía. Sin embargo, me repetí una y otra vez —como si de una especie de mantra se tratase— que unos pocos y simples besos no bastaban para distraer a un hombre de su trabajo. Pero tenía muy claro que en aquellos besos no había habido nada de simple.Ahora yo también contradecía mis palabras y hasta mis propios pensamientos. Eso solo ratificaba mi impresión sobre ella: su locura era contagiosa.Impulsivamente, lancé un fuerte golpe sobre la mesa mientras murmuraba improperios. Era exasperante.Disgustado, me levanté de mi escritorio y salí hacia la terraza en busca de un poco
Capítulo once-Elisa-Acababa de cerrar la puerta cuando escuché que alguien tocaba la misma. El sol y la playa me habían dejado agradablemente cansada; pero todas mis ideas de echar una cabezadita se desvanecieron al divisar al protagonista de mis más oscuras fantasías en los últimos días.Xanthos tenía un aspecto estupendo; tanquilo y poco despeinado. Durante varios días me había preguntado dónde leches se había metido. Sentí que mi pulso se aceleraba y que mis traicioneros labios dibujaban una cálida sonrisa por el simple gesto de volver a verle.No supe como, pero logré mantener un tono de voz casual a costa de un gran esfuerzo—: Hola. No estaba segura de si todavía te encontrabas en el hotel.Me convencí a mí misma de que mis palabras no habían sido una mentira, al menos, no del todo. Un informante anónimo me había asegurado que el señor Katsaros aún no había dejado su suite.— Te he visto llegar de la playa —declaró.<
Capítulo doce-Xanthos-— Podrías vivir aquí.Ante su comentario tuve que echarme a reír. Es como si no tuviese filtros en la lengua a la hora de hablar.— Vivo aquí bastante a menudo —comenté divertido.— Bienvenido a bordo, señor —mi capitán, impertérrito como de costumbre; me saludó.— Gibs —le devolví el saludo—, te presento a mi invitada, la señorita Elisa Payton.— Encantado, madame —dirigió un asentimiento de cabeza hacia ella.— Puedes zarpar una vez estemos listos, Gibs—ofrecí el brazo a mi acompañante y nos adentramos en la cubierta—. ¿Te gustaría ver el yate? —ofrecí.— ¡Claro! —exclamó entusiasmada—. Me encantaría verlo todo.Le mostré mi refugio; cada habitación, cada salita y hasta el camarote. Cuando la nave comenzó a moverse, Elisa soltó una exclamación y se tambaleó.