Prólogo
<< Lo siento, Lisa >><< Lamento tu pérdida >><< Mi más sentido pésame >>
No dejaba de escuchar esas palabras y me sentía completamente harta de todo.Las últimas semanas habían sido como la representación de una pésima obra de teatro con actores de pacotilla. No lo entendía, o tal vez no quería entenderlo.
Mi tía Lola había sido bibliotecaria toda su vida hasta que le llegó la edad de jubilarse. Día a día conocía cientos de personas que visitaban la enorme instalación donde trabajaba; sin embargo, no se permitía el lujo de hacer amigos. Se dedicaba sin descanso a su trabajo o se perdía entre las interminables páginas de un buen libro.Tía Lola decía que era feliz viviendo de esa forma, pero en el fondo podía apreciar en su expresión un deje de tristeza.
Lola Stevens, a sus cincuenta años, era una mujer solitaria cuyo únicos tesoros en la vida consistían en, la casita acomodada frente al mar situada en las afueras de Adelaida que había logrado remodelar con mucho sacrificio; su más que generosa pensión y el orgullo de la sobrina que había criado a su semejanza como hija propia. Hacía apenas tres semanas, los vecinos habían descubierto su cuerpo frío y sin vida. Hacía más de veinticuatro horas que mi tía había sufrido un ataque al corazón; pero como no recibía visitas —excepto la mía un fin se semana al mes—, no podían descubrirle antes. De hecho, en algún momento pensé que podrían haberlo hecho mucho después y la idea estremeció mi cuerpo de punta a cabo y me provocó una gran oleada de náuseas.Mi tía había cerrado sus ojos para siempre en la comodidad de su casa, encima de su acolchonada y rodeada de sábanas de seda —tal parecía que se había sumido en un sueño eterno—…; pero sola, completamente sola. Siempre vivió en el mismo lugar, jamás disfrutó de los placeres de la vida y el único capricho que se permitió fue aquella cabaña que solo pudo disfrutar por cinco años. ¿De qué le habían servido sus sacrificios y sus ahorros si no había podido disfrutarlos?La muerte de mi tía había marcado un punto decisivo en mi vida. Solo tenía veinticuatro años, pero era tan formal y diligente como ella. En ese momento, me imaginé a mí misma con cincuenta años y solo podía ver el retrato de Lola Stevens… Estaba siguiendo sus pasos y si no cambiaba mi vida radicalmente, terminaría justo como ella. Y no quería ese futuro para mí. Me negaba a aceptarlo.Comencé a hacer planes para viajar y disfrutar de las recompensas por las que había trabajado tan duramente. El dolor que había sentido había dado paso al furor, para luego convertirse en frustración, al darme cuenta de que yo llevaba el mismo camino que mi tía.Trabajaba, dormía, hacía una dieta equilibrada, pero siempre comía sola. Tenía un pequeño círculo de amigos que sabían que podían contar con mi apoyo en caso de cualquier crisis. Siempre encontraba la respuesta más práctica. Nunca les agobiaba con mis problemas, simplemente porque no tenía ninguno.
Me llamaban la Bendita Lisa, la que siempre era un refugio para las tormentas.
Odiaba todo aquello y había comenzado a odiarme a mí misma. Tenía que hacer algo y tenía que hacerlo pronto. No se trataba de escapar, sino de liberarme.Toda la vida había hecho lo que los demás esperaban de mí. En el instituto, mi timidez exagerada había hecho que me sintiera más a gusto con los libros que con mis compañeros. En la universidad, la necesidad de justificar la fe que mi tía había depositado en mí me había hecho concentrarme exclusivamente en los estudios. Siempre había tenido facilidad para los números. Había sido fácil, quizás demasiado, especializarme en esa área porque solo allí me encontraba segura.
Y en aquel momento, mirando al pasado, me sentía indignada por mis acciones (o la falta de ellas).
No dudé en recoger todo lo que poseía y vender desde los muebles hasta mi preciada tostadora. Dos semanas después, renuncié a mi puesto de trabajo como contable y a mi buen sueldo. Mi jefe había pensado que sufría una crisis nerviosa. Era consciente de que mis colegas y conocidos pensaban de igual forma o quizás peor. Después de todo, no era mi estilo renunciar a un buen trabajo o a un departamento situado en el mismo centro de Sydney, sin la perspectiva de otro mejor. Todos se habían convencido de que estaba mal de la cabeza…; pero yo no me había sentido más cuerda en mi vida.Sabía que era una locura y eso era precisamente lo que más me gustaba.Era ridículo, demencial, poco práctico y estaba completamente fuera de lugar. Y todo aquello me daba igual; por primera vez en toda mi existencia me sentía viva.
No poseía nada que no cupiera en una maleta. Ya no debía preocuparme por las inversiones desagradables, ni los créditos interminables, ni por los planes de jubilación. Convertí mis acciones, recogí mis cosas de la mesa del despacho y me adentré alegremente en el mundo de los desempleados.Era libre y no tenía responsabilidades. Se habían terminado las prisas y las presiones. Adiós a los ordenadores y las calculadoras que irritaban mis ojos sin piedad. Y lo mejor de todo, ya no tenía que escuchar al molesto despertador cada mañana.Ahora iba a descubrir a la auténtica Elisa Payton. En las semanas, o meses que me quedaban de libertad, me proponía averiguar todo lo posible acerca de la mujer que llevaba dentro.Tal vez no hubiera una mariposa dentro del capullo en el que me había envuelto; pero fuera lo que fuera, esperaba que me gustase el resultado y quizás incluso llegara a respetar a la desconocida que habitaba en mi interior.
Cuando se me acabara el dinero, conseguiría otro trabajo y volvería a ser la Elisa sencilla y práctica que todos esperaban. La vida era mucho más sencilla de lo que jamás había llegado a imaginar. Hasta ese momento era rica, no tenía ataduras y estaba preparada para las sorpresas.La aventura de mi vida estaba a punto de comenzar.Capítulo uno-Elisa-La Playa de Paleo Fáliro se encontraba a solo un puñado de kilómetros de la ciudad de Atenas. Era una de las playas más concurridas de la ciudad, y no podría ser de otra manera dada su ubicación. Poseía una atmósfera radiante y una diversión desenfrenada que la animaba a todas horas del día y la noche. Era imposible no contagiarse con su frenesí. Había muchas cosas que hacer en Falero; pero incluso las actividades más simples me brindaban una satisfacción sin igual; como pasear por las orillas de la playa y detenerme en un chiringuito a tomar agua de coco, dejando que la brisa del mar despeinara mi cabello y golpeara mi rostro; o detenerme en la panadería más cercana para disfrutar de un dulce e increíblemente delicioso tentempié.Paleo Fáliro, un antiguo puerto de la ciudad, estaba rodeado de aguas poco profundas en las que se pod
Capítulo dos-Xanthos-Sentado en la barra de mi restaurante favorito, bebí mi vaso de whisky de un sorbo. Era mi último día en la zona de Paleo Fáliro. El hotel marchaba de maravilla, como ya era de costumbre y no me quedaba nada más por hacer.No pude evitar resoplar.Tenía una carrera como empresario demasiado exitosa para mí edad. Los negocios iban viento en popa y aun así, mi éxito profesional no terminaba por satisfacerme completamente. De un tiempo para acá todo lo que hacía le aburría. Había logrado todo por lo que luché desde joven y eso me enorgullecía. Sin embargo, sentía que me faltaba algo, un poco de chispa, de emoción, de vida.Desvariando con mis propios pensamientos observé la puerta de entrada con demasiado ahínco. Pensé que era hora de marcharme…, y entonces la vi.Me fijé en ella en cuanto entró en el local. No era partic
Capítulo tres-Elisa-Resultaba fácil sentarme, reír y probar sabores nuevos. Olvidé que él era un extraño, que el mundo en el que me encontraba era solo provisional. No hablamos nada importante, retazos de nuestra niñez, París, el tiempo, el champán… No obstante, estaba segura de que era la conversación más interesante que había tenido en toda mi vida. Él me miraba como si estuviese encantado de pasar el tiempo hablando de cualquier cosa. El último hombre que había cenado conmigo había pretendido que le hiciera un descuento de su declaración fiscal y en ese momento me sentí patética.Xanthos no me pedía nada más que no fuese su compañía. Cuando me observaba, no parecía precisamente que fuera a preguntarme cómo se rellenaba el impreso de deducciones.Cuando sugirió que diéramos un paseo por la playa, acepté sin remordimientos.<< ¿Qué mejor forma de coronar una velada qu
Capítulo cuatro-Xanthos-Nunca me había considerado del tipo de hombres que trastocan su jornada para pasar el día con una mujer. Especialmente con una que no conocía.Me consideraba un hombre saludable; pero también un hombre ocupado al que la ambición y el orgullo le obligaban a mantener un alto grado de compromiso en todos sus proyectos. Era responsable de mis actos y mis deberes, y había aprendido a disfrutar de los beneficios de tener constancia y dedicación.Tenía muy claro que aquellos días en Paleo Fáliro no eran vacaciones; es decir, no habían sido planeados para disfrutar de unas vacaciones. Mezclar el placer con los negocios no solía ser mi estilo. Sin embargo, me encontré haciendo juegos y malabares con citas, reuniones y conferencias; con el propósito tener una tarde libre para dedicársela a Elisa, la mujer que me había tentado, cautivado y luego intrigado.Era más que evidente que cu
Capítulo cinco-Elisa-Cuando él se me quedó mirando, me pregunté si debía haberme ofrecido a limpiar su chaqueta. Jugueteé unos segundos con la correa del bolso hasta que finalmente, decidí que no. Una mujer de mundo no haría una cosa así.— ¿Te molesta que lleve mi cámara? —pregunté dudosa. Su presencia me ponía los pelos de punta. Solo esperaba que él no se diese cuenta.— Por supuesto que no—respondió para mi alivio; había comenzado a adorar mi afición por la fotografía—. ¿Por qué iba a molestarme?— Porque hago montones de fotografías —expliqué—. En serio, es algo que no puedo evitar.Pude apreciar que Xanthos pronto se dio cuenta de que no bromeaba. Conforme nos dirigíamos hacia una pequeña zona rural llena de campos y vegetaciones, tomaba fotos de todo; de los animales, los huertos de vegetales, los extensos viñedos y las plantas de salvia dispersas.Era increíble y a l
Capítulo seis-Xanthos-Aquella mujer era de lo que no había. Se detenía para fotografiar a un par de ranas croando. No dejaba de asombrarme al ver que las cosas más simples y sencillas le afectaban; y eso encreíblemente me, complació.Atrapé una de sus manos con las mías, no para besarla, sino solamente por el placer de tocarla; una necesidad de la que no había sido consciente en horas.Por un momento me pareció que lucía casi asustada, frágil y asustada. Siempre evitaba con cuidado a las mujeres a las que se les podía hacer daño fácilmente. Sin embargo, Elisa me enviaba señales tan contradictorias que me hacían lanzarme y retraerme al mismo tiempo; como si caminara por una cuerda floja.La observé maravillarse ante un arbusto de espino coronado de flores amarillas. Ella me hacía darme cuenta, con un sentimiento de pesar, de que habían pasado muchos años desde que no contemplaba las co
Capítulo siete-Elisa-Él estaba a punto de besarme y entonces, se irguió.Un suspiro escapó de mis labios, no sabía si había sido producto del alivio o de la decepción. Me encontraba demasiado confusa.Me bajé del coche y con la mente agitada, eché a andar por el sendero polvoriento. En el camino no dejaba de reprenderme mentalmente; me decía a mí misma que una mujer de mundo no se ponía a temblar cada vez que un hombre se acercaba. Pero lo curioso es que yo ya había sido besada antes, y jamás había temblado; era una sensación nueva y ante ella sentía un poco de temor.Ahora podía responder con seguridad que no sentía temor de Xanthos, sino de las sensaciones que él me provocaba y el efecto que tenían sus acciones en mí.Sacó la cesta de comida del maletero y sorprendiéndome una vez más, volvió a tomarme de la mano. En silencio, cruzamos el viñedo, como si fuéramos una pereja
Capítulo ocho-Xanthos-Ella era dulce, deliciosamente dulce. Cuanto más la abrazaba, excitado por la simplicidad de su aceptación, más me desarmaba y me afectaba su dulzura.Recorrí su espalda baja, sus omóplatos, sus hombros y luego dejé descansar mis brazos en su cintura. Era curiosa, sencilla, generosa. Cualquier hombre podría ahogarse en su dulzura, caer prisionero de su docilidad… y también podía salvarse por ella. A la sombra del antiguo sauce y rodeados por las uvas, Elisa me daba algo más, algo nuevo, diferente; me daba esperanza.Ella se había amoldado a mi abrazo, como si nos hubiésemos conocido de antes, mucho antes; como si nos hubiésemos amado hace siglos, en nuestras vidas antepasadas.Parecía que en medio de nuestros cuerpos, un volcán había erupcionado; una lava cálida que surgía potente y muy peligrosa; incluso podría llegar a resultar mortal. Pero no era algo nuevo; e