-Alice Grace-No podía creer que esto realmente me estaba pasando a mí. Se suponía que jamás debía encontrarme de nuevo con ese hombre. Clark Devilson. ¿Qué hacía un Omega exiliado como él en este lugar? Han pasado 7 años desde la última vez que lo vi. Y sí, luce exactamente igual; grande y fornido como un toro, vestido con uniforme de la policía y una placa dorada en el corazón.Esto no está pasando. Nuestras miradas se cruzan y siento como su corazón da un salto. Me observa firmemente. Atónito. Y por supuesto, como todo hombre, la lujuria comienza a brotar por cada poro de su piel. Puedo verla, olerla y sentirla. Así que respiro profundo, manteniendo la calma y dejo mi apetito venenoso a un lado justo cuando inevitablemente el desgraciado se acerca.—Señorita Grace, a pasado tanto tiempo... no esperaba verla por aquí.—comenta con ironía. Su arrogancia marcando su varonil rostro como la madera esculpida.—¿Qué le puedo decir señor Devilson? Yo podría decir lo mismo de usted. Si me d
Han pasado dos días desde mi encuentro con Clark Devilson. Y debo decir que realmente me alegra no habermelo cruzado de nuevo. Es suficiente con el estrés del hospital, y el tiempo que demanda mi hijo como para también tener que soportar un mar de testosterona detrás de mí. Mantengo mi mirada al frente mientras conduzco. Solo la desvío para ver de reojo a Sam en el asiento del copiloto. Su piel blanca como la nieve luce brillante al contraste de aquel cabello negro azabache como el mío. Él nota que lo observo y encuentra mi mirada. Sus ojos son miel dorados, y creo que sobra decir a los que quien me recuerdan... El universo es irónico y gracioso cuando le conviene. Ver su carita feliz me alegra el alma. —¿Qué me vez mamá? Sonrío—¿No puedo ver al niño más hermoso del mundo? Mi querido hijo. Sam ríe apenado.—Los hombres no somos hermosos mamá. Esos dicen los otros chicos. Los hombres somos guapos. —¡Oh, perdón su majestad! Quise decir, al hombre más guapo y rudo del mundo. Sam
-Jeremy Bertelli-Si algo había comprendió a través de los años en el negocio familiar, era; que los hombres lobos podían ser realmente estúpidos. Después de todo, fuerzas no les faltaban, habilidad para rastrear menos, y ciertamente eran leales como perros. Sin embargo en cuanto a neuronas, no eran la mejor opción. Así que no estaba seguro de cómo les habría ido a Thomas y a Julius en la misión que les había encomendado. Eran solo cinco mujeres a las cuáles debían inspeccionar.Mientras descansaba en mi escritorio, fumaba un cigarro y tomaba una copa de vino, a la ves que observaba con curiosidad el cuadro que reposaba en la pared a mi izquierda. Entre mis reliquias japonesas, esa era una de mis favoritas. Una pintura antigua valorizadas en un millón de dólares. Databa de la era feudal y representaba la imagen de un sucubo. Un demonio con forma de mujer, cuya belleza era tan extraordinaria que el solo verla podía aturdir a cualquiera. Especialmente a los hombres. Después de todo, so
-Alice Grace-Sentí cuando el vehículo se estacionó frente a la casa. Por un instante me invadió el miedo, pero entonces miré por la ventana y vi que se trataba de un auto de la policía. Clark había venido...Un golpe de incertidumbre me sacudió el pecho. Fui corriendo hacia la habitación de Sam.—Sam, cariño ¿Estás despierto?Miré su pequeña figura sobre la cama. La lámpara de noche con forma de hongo iluminaba tenuemente la habitación. Y Sam ya se había dormido.Suspiré aliviada. Cuando la puerta sonó, bajé a recibir a la inesperada visita. Por un instante, la observé, insegura. Un secreto oculto durante años. Y ahora la verdad estaba detrás de esa madera. Tragué y respiré profundo. Debía calmarme. Los hombres lobos podían oler algunas emociones. Abrí.—Hola, Clark.Él no parecía muy contento. Me miraba fijamente.—Hola señorita Alice. Vine a verificar cómo estaban las cosas ¿Puedo pasar? Una parte de mi quería que se fuera, pero la otra, la que tenía miedo, esperaba que se quedar
Sam miro a Clark confundido—¿Quién es este señor? ¿Es policía? Clark lo mira en silencio. Parece haberse quedado sin palabras. Levanta una mano, mostrando un saludo amigable. —Hola chico, mucho gusto. Soy el oficial Clark Devilson. A tus servicios. —Hola, soy Sam. Usted es... un hombre perro ¿Verdad? Clark abrió los ojos de par en par. Casi tanto como yo. Y los dos dijimos en unísono. —¿Un qué? —Hombre perro. Tiene cola, y orejas. No entendía de que estaba hablando Sam. Pero no me gustaba. Clark parece lleno de curiosidad. —¿Puedes ver... lo que soy? —Sí. Como a mamá. Ella brilla. Y tienes alas. Clark y yo nos miramos. —¿Tú tienes alas?—me pregunta incrédulo. —No que yo sepa.—Miro a Sam y señalo su cuarto—Sam regresa a tu habitación. Ahorita subo. —Pero... —Sam, a tu cuarto. —Está bien. —Espera.—le oigo decir a Clark mientras se acerca rápidamente a Sam. No, no, no. —Clark, dejalo tranquilo.—le advierto. Quizás con demasiada fuerza. Lo mira, confundido. Como Sa
-Clark Devilson- Traer a Alice a la cede de la policía quizás no fue la mejor idea. Pero dejarla sola en su cosa, con nuestro... con su hijo perdido, era demasiado riesgoso. El único problema ahora, eran mis compañeros. Esos que no dejaban de preguntarme quién era la hermosa mujer que andaba conmigo. Y si ella llegaba a perder el control aquí dentro... esto podría ponerse realmente feo. Debían haber unos 50 hombres aquí, y tres mujeres. Así que la lleve a mi oficina. Y allí estaba, sentada viendo por la ventana mientras yo revisaba tan rápido como podía todos los informes de casos que me estaban llegando. Sentado a mi lado, Wilson, otro oficial; corpulento y alto, me ayudaba con parte del trabajo. Era uno de los tres colegas en los que más confiaba. Y el único que sabía sobre lo cambiaformas. —Jefe, ya van 8 casos en total sobre usted sabe que. —Tranquilo, la señorita Alice está al tanto de todo. Y podemos hablar sin claves. —Oh, vaya. No me diga que ella... —No, no es una lob
Alice Grace- Las calles de esa zona parecían despejadas y solitarias. Era el lugar perfecto para que cualquier delincuente o asesino se escondiese. Y era el espacio indicado para lo que estaba apunto de suceder. Clark me había dejado un par de cuadras antes, y desde allí solo tuve que caminar. Debían pensar que realmente había ido sola. Así que ahí estaba, en aquel apartado cruce de calles junto a un estacionamiento. Solo el viento soplaba, y algunos autos murmuraban a lo lejos el rugir de sus motores. Y la verdad es que no estaba asustada por mí. Había vivido tantas cosas durante mi siglo de vida, desde inicios de los noventa. Así que ni la muerte ni el miedo me visitaban muy seguido. Lo único que me generaba temor y angustia, era pensar en lo que le podrían estar haciendole a Sam. Respiré profundo y esperé. Ya debían tenerme en la vista. Los minutos pasaron y la tarde comenzó a oscurecerse. A través del pequeño micrófono en mi oreja, podía comunicarme con Clark y Wilson. Estaba
Habían pasado varias horas. Grité y golpeé y la pared. Algunas grietas ahora decoraban el cristal como relámpagos de ira. Cuando me cansé, la puerta se abrió. Y entró aquel hombre, junto a dos sujetos corpulentos. Los dos hombres lobo de aquel día. Todos llevaban unas máscaras con lentes polarizados y filtros de aíre. No sí, la Súcubo con Covid-19. Estúpidos. Rodé los ojos y me crucé de brazos. Los tres franqueaban la entrada. —Cuidado los contagio de ébola. —Muy chistosa mujer.—murmuró el líder—No creas que no sabemos lo que puedes hacer. Lo miro levantando una ceja.—¿Tienes miedo? Comencé a liberar mi belleza. El resplandor deslumbrando rápidamente el espacio. Pero ellos parecían no reaccionar. —Ni lo intentes, Demonio.—Estas máscaras bloquean tus feromonas y tú visión a medida que distorsionan levemente tu imagen. Estás indefensa. —Me halaga toda está preparación. —Señorita Grace. —Oh, ahora soy señorita. Si, dígame; ecuestrador repulsivo de infantes y agresor de mu