-Alice Grace-
Sentí cuando el vehículo se estacionó frente a la casa. Por un instante me invadió el miedo, pero entonces miré por la ventana y vi que se trataba de un auto de la policía. Clark había venido...
Un golpe de incertidumbre me sacudió el pecho. Fui corriendo hacia la habitación de Sam.
—Sam, cariño ¿Estás despierto?
Miré su pequeña figura sobre la cama. La lámpara de noche con forma de hongo iluminaba tenuemente la habitación. Y Sam ya se había dormido.
Suspiré aliviada. Cuando la puerta sonó, bajé a recibir a la inesperada visita. Por un instante, la observé, insegura. Un secreto oculto durante años. Y ahora la verdad estaba detrás de esa madera. Tragué y respiré profundo. Debía calmarme. Los hombres lobos podían oler algunas emociones.
Abrí.
—Hola, Clark.
Él no parecía muy contento. Me miraba fijamente.
—Hola señorita Alice. Vine a verificar cómo estaban las cosas ¿Puedo pasar?
Una parte de mi quería que se fuera, pero la otra, la que tenía miedo, esperaba que se quedara. Tener a un alfa cerca era un voto de seguridad bastante bueno dada las circunstancias.
—Claro.
Una vez dentro, nos sentamos en el sofá. Lo vi mirar la casa con curiosidad. Y entonces su rostro se quedó helado. Cuando miré, no lo podía creer.
Eran las fotos de Sam y yo en Disneyland.
—¿Tienes un hijo?
Dios, si me oyes... ¿Por qué me hiciste tan estúpida?
—Eh, si... su nombre es Sam. Y está dormido ahorita.
—No puedo creerlo. No sabía que tú podías... dar a luz. Los mestizos normalmente son estériles. O eso había oído.
—Eso es solo un mito.
Sus ojos se entornan—¿Qué edad tiene exactamente ese niño?
—Tiene 6—mentí.
—Oh, veo que no perdiste el tiempo.
—Claro. Y tú, gran Alfa ¿Cuantos hijos tienes regados en tu manada? Porque si mal no recuerdo, luego de convertirse en jefe, el nuevo líder debe fecundar de una a tres lobas ¿No?
Clark parecía de pronto incómodo y algo... apenado.
—Sí. Es una tradición algo... exagerada, lo sé. Pero lo intenté. Ninguna de las tres quedó embarazada. Me hice unos exámenes y al parecer no puedo tener hijos.
Lo miró incrédula. Lo decía con tanta tranquilidad que no sabía si era una broma.
Clark me dio una sonrisa ladeada.—No estoy bromeando, preciosa. Nadie más en la manada lo sabe. Solo tú, porqué confío en ti. Ser un Alfa estéril podría poner a muchos en mi contra.
—Lo sé. Es solo que no me lo creo ¿Estás seguro?
—Eso me dijo una doctora. Que mis espermatozoides están dañados y se mueren antes de llegar a destino. Al parecer es una condición con la que nací, aún siendo de raza pura.
Por un instante estuve a punto de reír.
Hay mi amor, si supieras que uno de esos espermatozoides está ahorita durmiendo en su habitación.
—Lamento oír eso.
—¿Sabes algo? Te sonará gracioso. Pero cuando dijiste que tenías un hijo llegué a pensar qué...
—¿Podría ser tuyo? Lo siento, pero no.
¿Se había ilusionado? no conocía esa faceta de él.
—Fue solo un momento de ingenuidad. Por cierto ¿Y el padre? Osea, tú pareja.
—Digamos que no le gustó la noticia de ser padre y se fue.
—Oh, vaya. Lamento oír eso.
—No te preocupes. En fin ¿quieres tomar algo? ¿Whisky o refresco?
—Claro. Un refresco, recuerda que estoy de turno. No puedo beber alcohol.
Abro los ojos sorprendida.
—¿Y este nuevo hombre, correcto y moral?
—Ja ja, que graciosa, demonia.
—No me digas así. Sabés que no me gusta.
—Lo sé —sonríe mostrando esa dentadura perfecta.
Cuando nos sentemos a tomar unos refrescos, reviso nuevamente la ventana, y regreso al sofá.
—Alice, en serio estás asustada ¿Cierto?—me pregunta con voz suave. Siento que este nuevo Clark es un total desconocido.
—Un poco. Es solo que tengo un mal presentimiento sobre todo esto.
—Tranquila, para eso vine. Cuentame que sucedió hoy.
Comencé a explicarle lo que había pasado. Y por suerte ninguno quiso hablar sobre nuestra discusión por teléfono. Ese tema era un poco incomodo para ambos.
Cuando terminé de contarle, Clark se queda pensando.
—Dijiste que el hombre que te había mandado a buscar se llamaba Jeremy Bertell ¿No?
—Sí.
—Creo que se quién es. He oído de Benardino Bertelli. El dueño y director de empresas Motrix. Un tipo forrado en dinero, y un conocedor de nuestra gente. Tiene hombres lobos, brujos, incluso vampiros, trabajando para él. Ese tipo es un magnate, y en definitiva, muy peligroso. Si ese hombre es apellido Bertelli... podría tratarse de alguno de sus nietos. Dicen que nacieron con la misma astucia de su abuelo. Los tres son de cuidado.
—En pocas palabras, hay un sujeto milloranio detrás de mí. Nunca pensé que eso me molestaría tanto.
—Alice, en serio. Debemos tener cuidado. Ellos explotan el mundo sobrenatural a su antojo, con el fin de extender su monopolio. Solo Dios sabe para qué fin te quieren. Pero no permitiré que le hagan daño, ni a tí, y muchos menos a tu hijo.
Sin darnos cuenta allí estamos, mirándonos el uno al otro.
—Gracias Clark.
—Veo que aún te pongo algo nerviosa...
—No te rías, idiota.
Le di un golpe en el hombro.
—Eso duele, mujer.
—Llorón.
Alguien tocó la puerta. De inmediato Clark sacó su arma y se posó a un lado de la entrada. Yo fui a abrir, pero primero pregunté.
—¿Quién es?
—Buenas noches Alice. Es Gina, te traje pastel de cho-co-la-te, el favorito de Sam.
Dejé salir el aire en mi pulmones. Clark rodó los ojos y guardo el arma.
Abrí. La señora Gina era una mujer refinada, de cabello rubio hasta los hombros, buen peinado y maquillaje intacto. Siempre usaba prendas costosas, collares de perlas y pulseras de oro. Lo curioso de ella era que, aunque tenía dinero, era muy alegre y amable con todo el vecindario. En especial con Sam, razón por la cuál me agradaba.
—Hola señora Gina, disculpe, es que me tomó por sorpresa.
Sus ojos se abrieron cuando vio a Clark pararse detrás de mí.
—Oh, ya veo... eso explica el auto allí afuera. —se aclaró la mi garganta —y recuerda, es señorita. Estoy divorciada. Por si tú amigo tiene algún compañero o hermano. Estoy a la orden.
Clark parecía estar divirtiéndose.
—Tengo un colega. Quizás se lo presente.
—¡Maravilloso! Mucho gusto señor...
Los presente. Luego de darle otra ojeada al oficial, la señorita Gina, se marchó. Era era la prueba viviente de que la edad no importa cuando se quiere ser puta. Estaba orgullosa de ella.
Clark reía diente dientes. Lo miré arqueando una ceja hacia él.
—Veo que te diviertes. Sí quieres puedes ir a visitarla. Yo espero aquí, tranquilo.
—No no, estoy bien así.
—Mamá—dice una voz detrás de nosotros. El corazón se me detiene.
Me giro para ver a Sam parado al final de las escaleras. Se estruja un ojo con la mano.
—Sam... ¿Qué haces despierto a esta hora mi amor. Van a ser las diez.
—Perdón mamá. Es que no puedo dormir. No sé por qué.
Yo si sé porqué. M****a. Debe ser la presencia de Clark en la casa. El olor y la esencia de su padre.
Por ese dicen, que la sangre llama.
Yo por otra parte, definitivamente estoy en problemas.
Sam miro a Clark confundido—¿Quién es este señor? ¿Es policía? Clark lo mira en silencio. Parece haberse quedado sin palabras. Levanta una mano, mostrando un saludo amigable. —Hola chico, mucho gusto. Soy el oficial Clark Devilson. A tus servicios. —Hola, soy Sam. Usted es... un hombre perro ¿Verdad? Clark abrió los ojos de par en par. Casi tanto como yo. Y los dos dijimos en unísono. —¿Un qué? —Hombre perro. Tiene cola, y orejas. No entendía de que estaba hablando Sam. Pero no me gustaba. Clark parece lleno de curiosidad. —¿Puedes ver... lo que soy? —Sí. Como a mamá. Ella brilla. Y tienes alas. Clark y yo nos miramos. —¿Tú tienes alas?—me pregunta incrédulo. —No que yo sepa.—Miro a Sam y señalo su cuarto—Sam regresa a tu habitación. Ahorita subo. —Pero... —Sam, a tu cuarto. —Está bien. —Espera.—le oigo decir a Clark mientras se acerca rápidamente a Sam. No, no, no. —Clark, dejalo tranquilo.—le advierto. Quizás con demasiada fuerza. Lo mira, confundido. Como Sa
-Clark Devilson- Traer a Alice a la cede de la policía quizás no fue la mejor idea. Pero dejarla sola en su cosa, con nuestro... con su hijo perdido, era demasiado riesgoso. El único problema ahora, eran mis compañeros. Esos que no dejaban de preguntarme quién era la hermosa mujer que andaba conmigo. Y si ella llegaba a perder el control aquí dentro... esto podría ponerse realmente feo. Debían haber unos 50 hombres aquí, y tres mujeres. Así que la lleve a mi oficina. Y allí estaba, sentada viendo por la ventana mientras yo revisaba tan rápido como podía todos los informes de casos que me estaban llegando. Sentado a mi lado, Wilson, otro oficial; corpulento y alto, me ayudaba con parte del trabajo. Era uno de los tres colegas en los que más confiaba. Y el único que sabía sobre lo cambiaformas. —Jefe, ya van 8 casos en total sobre usted sabe que. —Tranquilo, la señorita Alice está al tanto de todo. Y podemos hablar sin claves. —Oh, vaya. No me diga que ella... —No, no es una lob
Alice Grace- Las calles de esa zona parecían despejadas y solitarias. Era el lugar perfecto para que cualquier delincuente o asesino se escondiese. Y era el espacio indicado para lo que estaba apunto de suceder. Clark me había dejado un par de cuadras antes, y desde allí solo tuve que caminar. Debían pensar que realmente había ido sola. Así que ahí estaba, en aquel apartado cruce de calles junto a un estacionamiento. Solo el viento soplaba, y algunos autos murmuraban a lo lejos el rugir de sus motores. Y la verdad es que no estaba asustada por mí. Había vivido tantas cosas durante mi siglo de vida, desde inicios de los noventa. Así que ni la muerte ni el miedo me visitaban muy seguido. Lo único que me generaba temor y angustia, era pensar en lo que le podrían estar haciendole a Sam. Respiré profundo y esperé. Ya debían tenerme en la vista. Los minutos pasaron y la tarde comenzó a oscurecerse. A través del pequeño micrófono en mi oreja, podía comunicarme con Clark y Wilson. Estaba
Habían pasado varias horas. Grité y golpeé y la pared. Algunas grietas ahora decoraban el cristal como relámpagos de ira. Cuando me cansé, la puerta se abrió. Y entró aquel hombre, junto a dos sujetos corpulentos. Los dos hombres lobo de aquel día. Todos llevaban unas máscaras con lentes polarizados y filtros de aíre. No sí, la Súcubo con Covid-19. Estúpidos. Rodé los ojos y me crucé de brazos. Los tres franqueaban la entrada. —Cuidado los contagio de ébola. —Muy chistosa mujer.—murmuró el líder—No creas que no sabemos lo que puedes hacer. Lo miro levantando una ceja.—¿Tienes miedo? Comencé a liberar mi belleza. El resplandor deslumbrando rápidamente el espacio. Pero ellos parecían no reaccionar. —Ni lo intentes, Demonio.—Estas máscaras bloquean tus feromonas y tú visión a medida que distorsionan levemente tu imagen. Estás indefensa. —Me halaga toda está preparación. —Señorita Grace. —Oh, ahora soy señorita. Si, dígame; ecuestrador repulsivo de infantes y agresor de mu
—Hola Clark. —¿Alice? ¡Por Dios mujer! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —Sí, lo estoy. No te preocupes. No veremos más tarde y te explicaré todo. Ya puedes retirar a tu gente de edificio Bertelli. —¿Te están obligando a pedirnos eso? —No. Todo esto es solo para ya sabes, pedir mis servicios. Otro milloranio que necesita ayuda para llevar a cabo ciertos planes. Lo usual. Jeremy tosió en su puño. Lo ignoré. —Entiendo. Entonces ¿Están bien San y tú? —Aquí está, divirtiéndose. Creo que ni me extrañó. —Aún así. Llevarse a una persona de esa forma es secuestro. Voy a meter preso... —No vas a hacer nada. Luego hablamos. Nos vemos a las 10 en mi casa. —Vale... ¿Pero seguro no hay problema? —Sí, seguro. Colgué el teléfono y se lo regresé a Jeremy. —¿No podrían rastrear ese teléfono? El río arrogante—Señorita Alice, un poco más de estima, por favor. Claramente todos mis teléfonos están bloqueados. Nadie los puede rastrear. —Lo imaginé. Entonces, qué ocurre. Cuéntame. Estábamos senta
Solo habían sido besos, pero sentía como un pequeño destello, allí inmerso en lo más profundo de mis recuerdos, había renacido.Me había recordado su amor.Y con ello llegó la incertidumbre.Ayer, luego de lo sucedido con Clark, traté de reorganizar las cosas en mi vida. Como lo había esperado, Jeremy Bertelli llamó a mi celular. Y me asignó los días que debía ir a su compañía a "trabajar". Luego solo tuvo que cronometrar mi tiempo en el hospital y los espacios para atender a Sam y llevarlo a clases. Necesitaría de los servicios de Anna, la chica niñera que aveces lo cuidaba.Además, ahora también trabajaba con la policía... Algo me decía que podría terminar loca.Así que mientras conducía mi auto hacía el edificio Bertelli, luego de dejar a Sam en la escuela, pensaba en lo mucho que desea que todo esto terminara rápido.Estacioné mi auto y me encaminé hasta la entrada. El edificios era enorme, repleto con miles de ventanas de cristal azul, que lo hacían lucir como si estuviese hecho
Ahora tenía dos sospechosos. Pero la pregunta era ¿Cómo iba a llegar a ellos?Se supone que soy la doctora de la empresa, no una acosadora. Como lo había imagino. Cuando se hicieron las 11:30 am, Jeremy apareció sin avisar.—Cuentame, ¿qué has descubierto hasta ahora?Algo en él había cambiado. No parecía tener ánimos de fraternizar conmigo. Me recordó a la primera vez que lo vi. Seco y arrogante. Casi podía olvidar lo apuesto que era.Casi.—Tengo algo. O al menos eso creo. Pero quedará para mañana.—¿Cómo? ¿Qué encontraste? Tienes que decirme.—Uno de tus empleados sabe algo, o vio algo. Y eso me lleva a dos sospechosos. Pero el problema es como acceder a ellos.Su rostro se había vuelto frío.—¿Quienes?—El jefe de contaduría y... tú hermano, Mateo.—Entiendo. —No pareces muy sorprendido.—No lo estoy. Cabreado sí, pero no sorprendido. De mis hermanos me espero cualquier cosa. —Mañana trataré de acercarme a Russo, primero. —No, espera. Yo lo citaré a tu consulta. Le diré que es
Cuando Edward despertó del trance, pose mi mano en su hombro y le sonreí amablemente.—Lo hiciste bien, eres más valiente de lo que crees.—¿Qué viste, mujer?—espetó el hombre llamado Oliver. Algo es su semblante me daba mala espina. Aparte de hecho de que sentía un hedor a morbo emanando de él con cada mirada que me dirigía. Y esos ojos oscuros llenos de soberbia.No fue si no hasta que Clark lo preguntó que me atreví a responder.—Vi a la criatura. El bacilisco. Pero es su forma de bestia. Era... algo que jamás había visto. Alto y lleno de escamas verdosas. Una cabellera de serpientes horrendas. Y una luz enfermiza que escondía su mirada. Además... dijo algo.—¿Qué dijo?—No estoy segura de si se refería a tí. Pero dijo, que primero se encargaría del Alfa. Y una vez que terminara con él, iría tras Bertelli. Pero no sé a cuál de todos se refería. Todo la información está a medias. Oliver río roncamente— Perfecto, seguimos igual. De todas formas esa cosa ya está aquí, así que los pla