-Jeremy Bertelli-
Si algo había comprendió a través de los años en el negocio familiar, era; que los hombres lobos podían ser realmente estúpidos. Después de todo, fuerzas no les faltaban, habilidad para rastrear menos, y ciertamente eran leales como perros. Sin embargo en cuanto a neuronas, no eran la mejor opción. Así que no estaba seguro de cómo les habría ido a Thomas y a Julius en la misión que les había encomendado. Eran solo cinco mujeres a las cuáles debían inspeccionar.
Mientras descansaba en mi escritorio, fumaba un cigarro y tomaba una copa de vino, a la ves que observaba con curiosidad el cuadro que reposaba en la pared a mi izquierda. Entre mis reliquias japonesas, esa era una de mis favoritas. Una pintura antigua valorizadas en un millón de dólares. Databa de la era feudal y representaba la imagen de un sucubo. Un demonio con forma de mujer, cuya belleza era tan extraordinaria que el solo verla podía aturdir a cualquiera.
Especialmente a los hombres. Después de todo, solo éramos alimento para ellos. Fuentes de lujuria y vitalidad que satisfacía su gula insaciable. Me a tomando 10 años encontrala. Y ahora al fin sabía en dónde estaba. Por fin podría lograr la meta que ni mi molesto abuelo a podido alcanzar.
Mis dos guardaespaldas franquean la puerta de entrada. Una pared de cristal detrás de mí ilumina todo el recinto. Las bardosas de granito pulido resplandecen como el piso de un museo griego. Y yo solo cuento mentalmente los minutos en mi reloj. Termino el cigarrillo y reviso mi W******p. Cuando ya estoy comenzando a impacientame, la puerta se abre.
Levando la mirada lentamente. Esos dos idiotas han llegado. Se ven... más estúpidos que otros días..
—Entonces ¿qué noticias me traten? ¿La encontraron?
Thomas, el más alto, fue el primero en hablar.
—De hecho, no señor. No pudimos encontrarla. Buscamos por todas partes pero el rastro se perdió. Y el trozo de tela que usamos casi no desprende aroma. Además, ninguna de las cinco mujeres sospechosas era la indicada.
Veo a Julius tragar. El miedo pintando su rostro.
—Eh, es cierto señor. Seguimos a las mujeres que nos dijo, pero no pudimos encontrala.
Los miro fríamente.
—Sois unos malditos inútiles. La vidente nos dió la información necesaria. Dijo que tenía un hijo. Que era una hermosa mujer de cabello negro. Una doctora. Y además, conseguimos un trozo de tela de la vez que hubo el accidentes en Florida hace 10 años. Y con todo eso... ¿No fueron capaces de encontrarla? ¿Y que carajo les pasa? ¿Están borrachos o qué? Parecen drogados.
—Lo lamento jefe. Solo estamos cansados.
—¿Cansados de qué, imbéciles? Debería dispararles en la frente a cada uno. Una bala de plata santificada, sumergida en agua de roble sabio. Y listo, tendrías dos idiotas menos de los que preocuparme.
Julius palideció—Señor de verdad, lo siento. No volveremos a fallarle.
—No quiero sus estúpidas disculpas.
La puerta se abre nuevamente. Está vez quién entra es Emet, un brujo que trabaja para mí desde hace un par de años.
—¿Qué tienen estos dos? Parece que se fuesen a orinar.
Le explico la situación con rapidez. Y pienso en si debería pedirle que los torture con algún embrujo
Él los mirá con curiosidad —Siento algo raro en ellos... una esencia poco particular.
Levantó una ceja hacia él.—¿A qué te refieres, hombre?
Lo veo acercarse a Thomas. Parece buscar algo. Entonces toma la mano del hombre y la mira de cerca. De pronto, lo veo reírse a carcajadas. Y yo no le encuentró el chiste a nada aquí. No podría estar de peor humor.
—¿Qué te da tanta risa, Brujo?
Emet viste elegante, y como siempre con prendas negras. Tiene rasgos asiáticos y misteriosos ojos celestes como el hielo.
—¡Que esté par de idiotas la tocaron! Eso explica porque actuan más torpes de lo normal. Si les lavó el cerebro ¡Te apuesto a que no recuerdan ni quién era!
Apreté los dientes con disgusto, y les pregunté. Y era cierto, ninguno recordaba nada.
No tenía sentido seguir pregúndoles.
Me deje caer en la silla y estrujé mi frente con los dedos, frustrado.
—Y fue lo primero que les dije. No la toquen... que inútiles.
Emet miro por la ventana y dijo.—No se preocupe, señor Bertelli. Al menos estamos seguro de que está aquí. Además, está muy cerca. Solo puede ser una, de esas cinco sospechosas.
—Es cierto... pero el tiempo se nos agota. Y ahora ella sabe que la buscamos—le recordé.
—Lo sé, señor.
El evento de caridad de la empresa Blue Unión, estaba por llegar. Y era el momento crucial para establecer nuevas relaciones y cerrar un par de contratos. Y así, seguir subiendo hasta la cima. Esa que ocupaba la corporación Platinum. Pero para eso, la necesitas a ella. Mi pieza maestra en un ajedrez de negocios. Además de que así, podría solucionar aquel otro problema pendiente... y dejarle claro a mi abuelo que yo era el más apto para manejar está empresa.
Iba a encontrarla, a toda costa. Iba a demostrarle a ese viejo, que estaba listo para heredar está empresa. Después de todo, a él no le quedaba mucho tiempo. Y mis dos hermanos continúan metiendo sus garras en mis asuntos. Ambos quieren que fracasé, con el fin de que Alberto, el mayor, se quede con la fortuna de nuestra familia.
Pero no pensaba permitirlo.
Cuando mi asistente llegó, ya podía imaginar que lo que estaba oír decir no iba a alegrarme el día.
—Señor Jeremy, podríamos hablar en privado.
Miré a Emet a los ojos. Él entendió.
—Vale, me retiro. Y me llevaré a estos dos. Trataré de sacarlos del trance. Quizás logren recordar algo después de todo. Si lo hacen, entonces sabremos quién es. Pero es solo una posibilidad.
—Te lo encargo. Has que todo esto valga la pena.
Cuando se fue, la habitación quedó ocupada solo por los dos guardaespaldas en la entrada, Clarisa y yo.
Suspiré de mal humor.
—Bien, dime qué pasa.
—A ocurrido otro robo. Las cuentas de cierre de mes no dieron cifras que concuerden con el margen de ganancia. El dinero se continúa filtrando por algún lado. Además, hace pocos minutos hubo un accidente en una de nuestras sucursales. Y 14 vehículos quedaron inutilizables. Al parecer, fue una explosión. La perdida total fue de 1.3 millones de dólares.
La miré pasmado.
—Esto tiene que ser una puta broma. El viejo me va a matar cuando se entere. Esto está realmente mal, joder.
—Hablando de eso... el señor Benardino solicitó hablar con usted. Llamará en unos minutos. Traté de posponerlo pero ya alguien le informó lo ocurrido.
Ahora era yo quien palidecía. El abuelo quería hablar y eso casi nunca significaba nada bueno. En sí, él no parecía satisfecho con ninguno de sus nietos. Yo era el menor de todos, pero para el había sido la mejor opción dado mi desempeño en la empresa y mis estudios en administración y contaduría. Sin embargo, el contrato de herencia familiar aún no estaba especificado para ninguno de nosotros. Yo había administrado y dirigido la empresa de papá; Tecnodata, cuando el estaba de viaje, y mis hermanos algunos negocios del abuelo. Pero no había sido hasta este año que el viejo había elegido a uno de nosotros para estar al enfrenté de su empresa principal. MOTRIX. La mayor industria de fabricación de vehículos de la mejor gama. Proveedores a nivel nacional e internacional.
Y ahora yo me encontraba en el edificio MOTRIX. Al mando. Y aunque me encantaba controlar todo desde aquí... no seguiría mucho tiempo en este puesto si las cosas continúan empeorando. Alguien estaba atacando la empresa, y el abuelo me culpaba por no poder resolverlo. Lo cual sí, era m****a.
—Vale. Ya lo llamaré yo, Clarisa. Gracias por avisarme.
—De nada jefe, sabe que siempre estoy a su orden.
—Lo sé. De no ser por ti ya hubiera enloquecido con este trabajo.
—No diga eso, sé que usted es el mejor y más indicado para este puesto. Le irá bien, ya verá. Si quiere hoy en la noche podríamos ir por un whisky, así se relaja un poco y despeja la mente.
Sonreí y la miré fijamente. Sus ojos eran verdes felinos y su cabello ondulado color café. Era una mujer hermosa, sin duda. Y era realmente buena en la cama.
—Me parece bien. Al fin algo bueno en este día.
-Alice Grace-Sentí cuando el vehículo se estacionó frente a la casa. Por un instante me invadió el miedo, pero entonces miré por la ventana y vi que se trataba de un auto de la policía. Clark había venido...Un golpe de incertidumbre me sacudió el pecho. Fui corriendo hacia la habitación de Sam.—Sam, cariño ¿Estás despierto?Miré su pequeña figura sobre la cama. La lámpara de noche con forma de hongo iluminaba tenuemente la habitación. Y Sam ya se había dormido.Suspiré aliviada. Cuando la puerta sonó, bajé a recibir a la inesperada visita. Por un instante, la observé, insegura. Un secreto oculto durante años. Y ahora la verdad estaba detrás de esa madera. Tragué y respiré profundo. Debía calmarme. Los hombres lobos podían oler algunas emociones. Abrí.—Hola, Clark.Él no parecía muy contento. Me miraba fijamente.—Hola señorita Alice. Vine a verificar cómo estaban las cosas ¿Puedo pasar? Una parte de mi quería que se fuera, pero la otra, la que tenía miedo, esperaba que se quedar
Sam miro a Clark confundido—¿Quién es este señor? ¿Es policía? Clark lo mira en silencio. Parece haberse quedado sin palabras. Levanta una mano, mostrando un saludo amigable. —Hola chico, mucho gusto. Soy el oficial Clark Devilson. A tus servicios. —Hola, soy Sam. Usted es... un hombre perro ¿Verdad? Clark abrió los ojos de par en par. Casi tanto como yo. Y los dos dijimos en unísono. —¿Un qué? —Hombre perro. Tiene cola, y orejas. No entendía de que estaba hablando Sam. Pero no me gustaba. Clark parece lleno de curiosidad. —¿Puedes ver... lo que soy? —Sí. Como a mamá. Ella brilla. Y tienes alas. Clark y yo nos miramos. —¿Tú tienes alas?—me pregunta incrédulo. —No que yo sepa.—Miro a Sam y señalo su cuarto—Sam regresa a tu habitación. Ahorita subo. —Pero... —Sam, a tu cuarto. —Está bien. —Espera.—le oigo decir a Clark mientras se acerca rápidamente a Sam. No, no, no. —Clark, dejalo tranquilo.—le advierto. Quizás con demasiada fuerza. Lo mira, confundido. Como Sa
-Clark Devilson- Traer a Alice a la cede de la policía quizás no fue la mejor idea. Pero dejarla sola en su cosa, con nuestro... con su hijo perdido, era demasiado riesgoso. El único problema ahora, eran mis compañeros. Esos que no dejaban de preguntarme quién era la hermosa mujer que andaba conmigo. Y si ella llegaba a perder el control aquí dentro... esto podría ponerse realmente feo. Debían haber unos 50 hombres aquí, y tres mujeres. Así que la lleve a mi oficina. Y allí estaba, sentada viendo por la ventana mientras yo revisaba tan rápido como podía todos los informes de casos que me estaban llegando. Sentado a mi lado, Wilson, otro oficial; corpulento y alto, me ayudaba con parte del trabajo. Era uno de los tres colegas en los que más confiaba. Y el único que sabía sobre lo cambiaformas. —Jefe, ya van 8 casos en total sobre usted sabe que. —Tranquilo, la señorita Alice está al tanto de todo. Y podemos hablar sin claves. —Oh, vaya. No me diga que ella... —No, no es una lob
Alice Grace- Las calles de esa zona parecían despejadas y solitarias. Era el lugar perfecto para que cualquier delincuente o asesino se escondiese. Y era el espacio indicado para lo que estaba apunto de suceder. Clark me había dejado un par de cuadras antes, y desde allí solo tuve que caminar. Debían pensar que realmente había ido sola. Así que ahí estaba, en aquel apartado cruce de calles junto a un estacionamiento. Solo el viento soplaba, y algunos autos murmuraban a lo lejos el rugir de sus motores. Y la verdad es que no estaba asustada por mí. Había vivido tantas cosas durante mi siglo de vida, desde inicios de los noventa. Así que ni la muerte ni el miedo me visitaban muy seguido. Lo único que me generaba temor y angustia, era pensar en lo que le podrían estar haciendole a Sam. Respiré profundo y esperé. Ya debían tenerme en la vista. Los minutos pasaron y la tarde comenzó a oscurecerse. A través del pequeño micrófono en mi oreja, podía comunicarme con Clark y Wilson. Estaba
Habían pasado varias horas. Grité y golpeé y la pared. Algunas grietas ahora decoraban el cristal como relámpagos de ira. Cuando me cansé, la puerta se abrió. Y entró aquel hombre, junto a dos sujetos corpulentos. Los dos hombres lobo de aquel día. Todos llevaban unas máscaras con lentes polarizados y filtros de aíre. No sí, la Súcubo con Covid-19. Estúpidos. Rodé los ojos y me crucé de brazos. Los tres franqueaban la entrada. —Cuidado los contagio de ébola. —Muy chistosa mujer.—murmuró el líder—No creas que no sabemos lo que puedes hacer. Lo miro levantando una ceja.—¿Tienes miedo? Comencé a liberar mi belleza. El resplandor deslumbrando rápidamente el espacio. Pero ellos parecían no reaccionar. —Ni lo intentes, Demonio.—Estas máscaras bloquean tus feromonas y tú visión a medida que distorsionan levemente tu imagen. Estás indefensa. —Me halaga toda está preparación. —Señorita Grace. —Oh, ahora soy señorita. Si, dígame; ecuestrador repulsivo de infantes y agresor de mu
—Hola Clark. —¿Alice? ¡Por Dios mujer! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —Sí, lo estoy. No te preocupes. No veremos más tarde y te explicaré todo. Ya puedes retirar a tu gente de edificio Bertelli. —¿Te están obligando a pedirnos eso? —No. Todo esto es solo para ya sabes, pedir mis servicios. Otro milloranio que necesita ayuda para llevar a cabo ciertos planes. Lo usual. Jeremy tosió en su puño. Lo ignoré. —Entiendo. Entonces ¿Están bien San y tú? —Aquí está, divirtiéndose. Creo que ni me extrañó. —Aún así. Llevarse a una persona de esa forma es secuestro. Voy a meter preso... —No vas a hacer nada. Luego hablamos. Nos vemos a las 10 en mi casa. —Vale... ¿Pero seguro no hay problema? —Sí, seguro. Colgué el teléfono y se lo regresé a Jeremy. —¿No podrían rastrear ese teléfono? El río arrogante—Señorita Alice, un poco más de estima, por favor. Claramente todos mis teléfonos están bloqueados. Nadie los puede rastrear. —Lo imaginé. Entonces, qué ocurre. Cuéntame. Estábamos senta
Solo habían sido besos, pero sentía como un pequeño destello, allí inmerso en lo más profundo de mis recuerdos, había renacido.Me había recordado su amor.Y con ello llegó la incertidumbre.Ayer, luego de lo sucedido con Clark, traté de reorganizar las cosas en mi vida. Como lo había esperado, Jeremy Bertelli llamó a mi celular. Y me asignó los días que debía ir a su compañía a "trabajar". Luego solo tuvo que cronometrar mi tiempo en el hospital y los espacios para atender a Sam y llevarlo a clases. Necesitaría de los servicios de Anna, la chica niñera que aveces lo cuidaba.Además, ahora también trabajaba con la policía... Algo me decía que podría terminar loca.Así que mientras conducía mi auto hacía el edificio Bertelli, luego de dejar a Sam en la escuela, pensaba en lo mucho que desea que todo esto terminara rápido.Estacioné mi auto y me encaminé hasta la entrada. El edificios era enorme, repleto con miles de ventanas de cristal azul, que lo hacían lucir como si estuviese hecho
Ahora tenía dos sospechosos. Pero la pregunta era ¿Cómo iba a llegar a ellos?Se supone que soy la doctora de la empresa, no una acosadora. Como lo había imagino. Cuando se hicieron las 11:30 am, Jeremy apareció sin avisar.—Cuentame, ¿qué has descubierto hasta ahora?Algo en él había cambiado. No parecía tener ánimos de fraternizar conmigo. Me recordó a la primera vez que lo vi. Seco y arrogante. Casi podía olvidar lo apuesto que era.Casi.—Tengo algo. O al menos eso creo. Pero quedará para mañana.—¿Cómo? ¿Qué encontraste? Tienes que decirme.—Uno de tus empleados sabe algo, o vio algo. Y eso me lleva a dos sospechosos. Pero el problema es como acceder a ellos.Su rostro se había vuelto frío.—¿Quienes?—El jefe de contaduría y... tú hermano, Mateo.—Entiendo. —No pareces muy sorprendido.—No lo estoy. Cabreado sí, pero no sorprendido. De mis hermanos me espero cualquier cosa. —Mañana trataré de acercarme a Russo, primero. —No, espera. Yo lo citaré a tu consulta. Le diré que es