Durante el viaje me había preguntado un par de veces por qué Jeremy había venido en una Limusina a buscarme, si solo se trataba de una cena familiar. Pero la respuesta llegó a mí, en el instante en que nos bajamos en aquel costoso y extravagancia restaurante de comida internacional. Lo conocía, era conocido como La mansión de oro. Y también, había oído que era el más caro de toda la ciudad. —Vamos, mi familia está adentro. Alquilamos todo el restaurante, e invitamos en toda nuestra gente. Hace mucho que no nos reuniamos así. Es previo al cumpleaños del abuelo.Saber eso no hacía que me sintiera menos nerviosa.Respiré profundo, y recordé quien era. Sonreí. Y cuando Jeremy me ofreció su mano para bajar, la tomé. Y sujetando su brazo, nos dirigimos a la entrada. Los dos vigilantes vestidos de traje me clavaron sus ojos, sus labios se separaron un poco. Levanté la mirada y me mantuve firmé, como una reina. Si mi acompañante quería sobresalir con mi presencia, entonces brillaría a su la
Había perdido el aire por un instante. Me constaba creer lo que había pasado. Pero cuando miré su rostro esperando ver alguna señal de burla, solo vi un par de ojos preciosos y una sonrisa tímida. —Creo que me e metido demasiado en el papel. Pero supongo que así podré ir fácilmente con la corriente. No sabía que decir. —Supongo que sí... pero te agradecería que te controlaras un poco. Recuerda que esto es fingido. —Vale, lo siento. Pero ¿No tienes a nadie a quien rendirle cuentas, verdad? ¿No lo tenía? ¿El beso entre Clark y yo no contaba? Dios, me sentía tan confundida. Ninguno de los dos había pedido mi opinión. Solo iban y hacían lo que se les daba la gana. Así que no, no tenía ningún compromiso con ninguno de ellos. —No, por ahora no. —¿Por ahora? —Larga historia. —¿El policía? —Él es el padre de Sam. Eso pareció tomarlo desprevenido. —Oh, vaya. Eso no me lo esperaba. Pero ustedes... —No tenemos nada. Y yo tenía 7 años que no lo veía. —Imbecíl. —En aquel tiempo lo
Aturdida y confundida, levanté la vista encontrando a Jeremy a mi lado, casi encima de mí.—¿Alice, estás bien?—Sí, ¿pero que a pasado?No respondió. Se levantó de golpe y se pegó a un lado de la ventana. Sus hermanos y primos hacían lo mismo, incluso sus tíos. Y todos armados.—¿De donde sacaste eso?—Todos estamos armados, siempre. No te levantes, veamos que es todo esto.Pero el llanto de una mujer distrajo a todos durante un instante. En el suelo yacía un hombre, era el padre de Jeremy. Y se estaba desangrando. La señora Nathalie era quien lloraba.Vi el miedo en los ojos de su hijo y entonces sentí la ira qué brotó de él. Y todos comenzaron a abrir fuego al exterior.¿Quiénes nos habían atacado? aún no lo sabía.Me levanté, aún cuando de nuevo las balas entraban por las ventanas. Y caí al lado del señor Bertelli.—Con permiso señora, permitame revisarlo.Puse mi mano en su pecho. Latidos cardíacos aumentados, mientras su cuerpo trataba de compensar la perdida de sangre.Respira
-Clark Devinson-Cuando la llamada de Alice llegó, yo mordía una dona mientras tomaba una taza de café. Edward me había traído la cena, y algo para merendar. Ese chico era genial.Sin embargo, no pude terminar de comer tranquilamente. Era mucho pedir una noche tranquila con todo lo que había estado sucediendo.—¿Qué ocurre? Necesito buenas noticias.—Le respondí, algo agotado. Tenía hora y media llenando informes y revisando otros. Ya me dolían los ojos.—Lamento que no sea así. Pero no hay tiempo que perder. Esto es una emergencia.—¿Cómo? ¿Qué pasó? ¿Tú y Sam están bien?—Sí, no es por nosotros. Se trata del padre de Jeremy. Lo envenenaron con extracto de Aquedolia.—Entonces oremos porque Dios lo reciba en su santa gloria. Porque en esa familia, no creo que ninguno sea precisamente santo.—¡Hijo de perra! ¡¿Cómo te atreves?!—Exclamó una vis masculina que reconocí de inmediato.—Asi que andas con Jeremy. Les deseo lo mejor, adiós. Tengo trabajo que hacer.—¡Clark, no cortes la llamad
Alice GraceEl día no parecía querer terminar. Con la última noticia, parecía que apenas comenzaba.Cuando llegamos en la patrulla de Clark, un grupo de personas ya se encontraba en lugar de los echos. Algunos curiosos, veían sin comprender lo que ocurría. No había sangre, ni heridas. Ni siquiera un cuerpo. Solo una figura de piedra, decorada con un expresión de horror en su rostro. Una escultura con detalles tan precisos que erizaban la piel.Pero nostros sabíamos la verdad. Esa era Elizabeth.Mi pecho dolió ante aquella imagen. La chica dulce y amable que solo hace horas había reído conmigo. No podría creerlo.El abuelo de Jeremy estaba allí, junto al primo de la llamada. Parecían confundidos y aturdidos.Jeremy se acercó rápido a su abuelo. Clark y Wilson lo siguieron. Eran los primeros policías en llegar a la escena.—Abuelo ¿Qué fue lo que pasó?—preguntó confundido.—Jeremy, no estamos seguros. Yo salí unos minutos a buscar información sobre lo que ocurrió en el restaurante. No m
-Alice Grace-No podía creer que esto realmente me estaba pasando a mí. Se suponía que jamás debía encontrarme de nuevo con ese hombre. Clark Devilson. ¿Qué hacía un Omega exiliado como él en este lugar? Han pasado 7 años desde la última vez que lo vi. Y sí, luce exactamente igual; grande y fornido como un toro, vestido con uniforme de la policía y una placa dorada en el corazón.Esto no está pasando. Nuestras miradas se cruzan y siento como su corazón da un salto. Me observa firmemente. Atónito. Y por supuesto, como todo hombre, la lujuria comienza a brotar por cada poro de su piel. Puedo verla, olerla y sentirla. Así que respiro profundo, manteniendo la calma y dejo mi apetito venenoso a un lado justo cuando inevitablemente el desgraciado se acerca.—Señorita Grace, a pasado tanto tiempo... no esperaba verla por aquí.—comenta con ironía. Su arrogancia marcando su varonil rostro como la madera esculpida.—¿Qué le puedo decir señor Devilson? Yo podría decir lo mismo de usted. Si me d
Han pasado dos días desde mi encuentro con Clark Devilson. Y debo decir que realmente me alegra no habermelo cruzado de nuevo. Es suficiente con el estrés del hospital, y el tiempo que demanda mi hijo como para también tener que soportar un mar de testosterona detrás de mí. Mantengo mi mirada al frente mientras conduzco. Solo la desvío para ver de reojo a Sam en el asiento del copiloto. Su piel blanca como la nieve luce brillante al contraste de aquel cabello negro azabache como el mío. Él nota que lo observo y encuentra mi mirada. Sus ojos son miel dorados, y creo que sobra decir a los que quien me recuerdan... El universo es irónico y gracioso cuando le conviene. Ver su carita feliz me alegra el alma. —¿Qué me vez mamá? Sonrío—¿No puedo ver al niño más hermoso del mundo? Mi querido hijo. Sam ríe apenado.—Los hombres no somos hermosos mamá. Esos dicen los otros chicos. Los hombres somos guapos. —¡Oh, perdón su majestad! Quise decir, al hombre más guapo y rudo del mundo. Sam
-Jeremy Bertelli-Si algo había comprendió a través de los años en el negocio familiar, era; que los hombres lobos podían ser realmente estúpidos. Después de todo, fuerzas no les faltaban, habilidad para rastrear menos, y ciertamente eran leales como perros. Sin embargo en cuanto a neuronas, no eran la mejor opción. Así que no estaba seguro de cómo les habría ido a Thomas y a Julius en la misión que les había encomendado. Eran solo cinco mujeres a las cuáles debían inspeccionar.Mientras descansaba en mi escritorio, fumaba un cigarro y tomaba una copa de vino, a la ves que observaba con curiosidad el cuadro que reposaba en la pared a mi izquierda. Entre mis reliquias japonesas, esa era una de mis favoritas. Una pintura antigua valorizadas en un millón de dólares. Databa de la era feudal y representaba la imagen de un sucubo. Un demonio con forma de mujer, cuya belleza era tan extraordinaria que el solo verla podía aturdir a cualquiera. Especialmente a los hombres. Después de todo, so