Han pasado dos días desde mi encuentro con Clark Devilson. Y debo decir que realmente me alegra no habermelo cruzado de nuevo. Es suficiente con el estrés del hospital, y el tiempo que demanda mi hijo como para también tener que soportar un mar de testosterona detrás de mí.
Mantengo mi mirada al frente mientras conduzco. Solo la desvío para ver de reojo a Sam en el asiento del copiloto. Su piel blanca como la nieve luce brillante al contraste de aquel cabello negro azabache como el mío. Él nota que lo observo y encuentra mi mirada. Sus ojos son miel dorados, y creo que sobra decir a los que quien me recuerdan...
El universo es irónico y gracioso cuando le conviene.
Ver su carita feliz me alegra el alma.
—¿Qué me vez mamá?
Sonrío—¿No puedo ver al niño más hermoso del mundo? Mi querido hijo.
Sam ríe apenado.—Los hombres no somos hermosos mamá. Esos dicen los otros chicos. Los hombres somos guapos.
—¡Oh, perdón su majestad! Quise decir, al hombre más guapo y rudo del mundo.
Sam se sonrojó mientras continuaba jugando con su cubo rubik, un pequeño puzzle que para mí sorpresa él era capaz de armar con aparente facilidad. Un hecho que su maestra ya había notado y por lo cual le felicitaba siempre. "Su hijo es muy inteligente" me decía todo el tiempo. No podría estar más orgullosa.
De pronto, siento un escalofrío que me recorre los brazos. No estoy segura, pero percibo que alguien nos observa. Busco disimuladamente a través de las ventajas. Y entonces me percato de una camioneta negra a mi derecha. Dentro, un par de hombres me miran de reojo. Y aunque mantengo mi cabello en una coleta, unos anteojos oscuros y una chaqueta que oculta mis pechos, siento como ambos me detallan. Y la lujuria se emana de sus cuerpos como un perfume que hace que mi estómago cruja hambriento.
Pero hay algo raro en estos hombres. También usan gafas negras y visten de traje formar. Cuando nos detenemos ante la luz roja del semáforo, el conductor se quita las gafas y me sonríe.
—Buenos días señorita ¿Cómo le va?
Le sonrió e imito su acción retirandome las gafas de sol. Mis rojos lucen azul, mientras oculto su verdadero color.
Lo veo contemplarme y su compañero trata de mirar sobre su hombre intentando a toda costa verme. Como si yo fuese un animal exótico en el parque. Y no lo entiendo. Se supone que mis feromonas están retraídas. Pero es difícil pasar desapercibida cuando posees una belleza sobrenatural. Algo que en ocasiones puede resultar realmente molesto. El lívido de los hombres en momentos, se me hace realmente repulsivo. Ellos solo piensan en sexo.
—Excelente, caballeros. ¿Y a ustedes?
—Espléndido. Puedo preguntar ¿Es usted de por aquí?
—La verdad es que sí. Mucho gusto —le extendí la mano, esperando ver su reacción.
Justo cuando la estrechó, su compañero lo tomó por el brazo y lo apartó.
—¡Thomas no!
Pero solo con el roce de su piel, oraciones e imágenes recorrieron los surcos silenciosos de mi conciencia. Y sumado a su reacción, comprendí el porqué ellos me estaban siguiendo.
Y dejé salir mi poder. Mis ojos cambiaron de color a un rosa diamante, mi belleza comenzó a brotar como la luz del amanecer y mi cabello se oscureció cómo la noche más negra. Como un somnífero, mis palabras se volvieron fácilmente hipnotizantes.
—Dios santo...—susurró boquiabierto el conductor.—Es... realmente hermosa.
Y su colega acotó.— Más que hermosa... es una Diosa de mujer.
El deseo, la lujuria y el morbo brotaba a chorros de sus cuerpos. Y sabía lo que estaba sucediendo entre sus pantalones. Afile cada palabra en mi siguiente oración.
—Mis preciosos caballeros. Serían tan amables de decirme ¿Por qué me están siguiendo?
Por un instante ambos hombres parecen dudar pero entonces, completamente embelesados, el copiloto responde.
—Por qué... debíamos asegurarnos de que eras a quien buscábamos. La mujer súcubo.
No. Esto no podía estar pasando. Alguien sabía lo que yo era y ya habían mandado a dos sujetos tras de mí ¡Demonios! Esto en serio no era justo.
La ira brotó en mi interior. El deseo de hacerles daño se manifestó como una pequeña víbora que asoma lentamente los corrillos.
—Mamá, la luz cambió.
Al oír la voz de Sam, regresé en mí y recordé que íbamos de camino a la escuela. Ahora no sabía si debía llevarlo.
Mientras avanzaba, el auto de mis perseguidos nos seguía de cerca.
—Y díganme, par de guapos y elegantes caballeros ¿Quién los mando a seguirme?
—Eso no se lo podemos decir, señorita. Lo siento.
—Vamos, si lo hacen... podría considerar besar a ambos en esos labios tan carnosos que tenéis.
Padre todopoderoso, que mi hijo no le preste atención a toda esta basura que estoy diciendo.
Esta noticia encendió la chispa de la sorpresa en ambos. Una sonrisa se dibujó en sus rostros, claramente complacidos.
Esta vez se pelearon por quién hablaría primero. El conductor ganó la discusión.
—Preciosa, te lo diré. Pero esto debe quedar entre nosotros.
Oh claro, como no. Imbécil.
—Por supuesto, precioso.
—El señor Jeremy Bertelli. Él nos pidió seguirla y comprobar si era usted a quién buscábamos.
Ese nombre. De algún lugar lo había oído. Aunque no estaba segura de en dónde.
—¿Y para qué quiere encontrarme vuestro señor?
—Por que... piensa que usted podría ayudarlo.
—¿Ayudarlo en qué?
—No estoy seguro. Solo sabemos que tiene planes para usted. Y si usted no coopera... se llevará a su hijo como un seguro para que de esa forma se motive a colaborar.
Hijos de...
Iba a pedirles que conducirán hasta el puente y se arrojarán. Pero me contuve. Los detallé bien y noté como sus ojos comenzaban a tornarse amarillos. Esos desgraciados eran hombres lobo. Lo que me faltaba.
Traté de calmarme. Debía lidiar con esta situación de la forma más cuidadosa.
Los miré, y más feromonas inundaron el viento tomando el control de su voluntad. Por suerte Sam eran inmune, ya que después de todo era mi hijo. Y mi poder no funcionaba en niños ni en mujeres. Obviando a las lesbianas, claro.
—Mirenme fijamente. Y quiero que recuerden cada palabra. Me dejarán ir y no me seguirán. Durante toda nuestra charla, ambos pudieron constatar que soy una mujer totalmente ordinaria. Así que cuando regrese con su jefe, van a decirle que no encontraron a quien buscaban, y que están seguros que debe ser otra persona. Ninguno de los dos se acercara a mi hijo y no le pondrán un dedo encima ¿Entendido?
Embelesados, ambos hombres asintieron.
—Sí, señorita. Lo que usted diga.—afirmaron en unísono.
—Ahora les pido que se retiren.
Sin dudar, la camioneta negra dobló en la siguiente esquina y aquéllos hombres se marcharon. Estaba en la mira de algún hombre. Y aunque eso no era nada nuevo, tampoco me emocionaba en lo absoluto. Hoy Sam no iría a la escuela. Era hora de regresar a casa. Así que llamé al trabajo y avisé que me tomaría el día por un repentino resfriado. De todas formas me lo descontarían del sueldo. Para lo que me importaba.
Era de noche y Sam veía la televisión en la sala. Mientras, yo solo podía pensar en todo lo que estaba pasando mientras daba vueltas desde la cocina, al patio trasero, y a la entrada. Miraba por la ventana en busca de algo sospechoso. El teléfono se me hacía pesado. No quería llamar a ese hombre. Pero la situación no me estaba dejando otra opción. En estos momentos, necesitaba a la policía.
Así que luego de pensarlo por media hora más, llamé al oficial Clark Devilson.
—Dichosa mi noche, en lo que he visto que llamabas.
Él siempre con sus frases endulzadas con miel. Algo que solo le favorecía a esa voz grave y profunda.
—No lo haría si no fuerse una emergencia.
—Ignoraré esa amargura, señorita Grace. Mejor explicate ¿qué a pasado?
—Alguien está tratando de secuestrarme. Hoy me estaban siguiendo.
—¡Oh vamos, Grace! No me asustes así. Pensé que era otra cosa.
—¡Y eso te parece poco!
—Por favor. Cada hombre con el que te has acostado te ha amenazado con secuestrarte ¡Incluso yo! Y no es que eso me haga sentir orgulloso. Pero recuerda que eres... eh, bueno. Que eres como la droga más adictiva. Haces que los hombres pierdan la cabeza. Es parte de tu naturaleza.
—¡Oh, gracias! ¡Pero exquisita y todo, igual me pusiste los cachos!
—¡Diablos Alice, no empieces con eso! ¡Sabés que fue por razones políticas!
—¡No vengas con tus cuentos de camino, idiota! Cacho es cacho en todas las culturas y países.
—Sabés que no tenía opción. Debía hacerlo, o me expulsarían de la manada.
—Igual te expulsaron, Clark.
—¡Gracias por recordármelo! Pero eso fue, precisamente por qué me cansé de hacer todo lo que me pedían.
—Sabes qué, olvídalo. No te necesito. Adiós.
—Vale, adiós. Al fin y al cabo, mujer tenías que ser. Demonio o lo que sea, son iguales todas.
—¡Ja, y mira quién lo dice! Lobo o perro, todos los hombres son lo mismo ¡Así que púdrete, Clark!
Y colgué el teléfono.
Estaba hirviendo de rabia. Pero no pensaba rogarle a ese descarado. Supongo que debía ser así, como siempre. Solo Sam y yo, contra el mundo.
Solo esperaba no tener que mancharme las manos de sangre.
Aunque si debía llegar
hasta ese punto para proteger a mi hijo... no dudaría en hacer lo necesario.
-Jeremy Bertelli-Si algo había comprendió a través de los años en el negocio familiar, era; que los hombres lobos podían ser realmente estúpidos. Después de todo, fuerzas no les faltaban, habilidad para rastrear menos, y ciertamente eran leales como perros. Sin embargo en cuanto a neuronas, no eran la mejor opción. Así que no estaba seguro de cómo les habría ido a Thomas y a Julius en la misión que les había encomendado. Eran solo cinco mujeres a las cuáles debían inspeccionar.Mientras descansaba en mi escritorio, fumaba un cigarro y tomaba una copa de vino, a la ves que observaba con curiosidad el cuadro que reposaba en la pared a mi izquierda. Entre mis reliquias japonesas, esa era una de mis favoritas. Una pintura antigua valorizadas en un millón de dólares. Databa de la era feudal y representaba la imagen de un sucubo. Un demonio con forma de mujer, cuya belleza era tan extraordinaria que el solo verla podía aturdir a cualquiera. Especialmente a los hombres. Después de todo, so
-Alice Grace-Sentí cuando el vehículo se estacionó frente a la casa. Por un instante me invadió el miedo, pero entonces miré por la ventana y vi que se trataba de un auto de la policía. Clark había venido...Un golpe de incertidumbre me sacudió el pecho. Fui corriendo hacia la habitación de Sam.—Sam, cariño ¿Estás despierto?Miré su pequeña figura sobre la cama. La lámpara de noche con forma de hongo iluminaba tenuemente la habitación. Y Sam ya se había dormido.Suspiré aliviada. Cuando la puerta sonó, bajé a recibir a la inesperada visita. Por un instante, la observé, insegura. Un secreto oculto durante años. Y ahora la verdad estaba detrás de esa madera. Tragué y respiré profundo. Debía calmarme. Los hombres lobos podían oler algunas emociones. Abrí.—Hola, Clark.Él no parecía muy contento. Me miraba fijamente.—Hola señorita Alice. Vine a verificar cómo estaban las cosas ¿Puedo pasar? Una parte de mi quería que se fuera, pero la otra, la que tenía miedo, esperaba que se quedar
Sam miro a Clark confundido—¿Quién es este señor? ¿Es policía? Clark lo mira en silencio. Parece haberse quedado sin palabras. Levanta una mano, mostrando un saludo amigable. —Hola chico, mucho gusto. Soy el oficial Clark Devilson. A tus servicios. —Hola, soy Sam. Usted es... un hombre perro ¿Verdad? Clark abrió los ojos de par en par. Casi tanto como yo. Y los dos dijimos en unísono. —¿Un qué? —Hombre perro. Tiene cola, y orejas. No entendía de que estaba hablando Sam. Pero no me gustaba. Clark parece lleno de curiosidad. —¿Puedes ver... lo que soy? —Sí. Como a mamá. Ella brilla. Y tienes alas. Clark y yo nos miramos. —¿Tú tienes alas?—me pregunta incrédulo. —No que yo sepa.—Miro a Sam y señalo su cuarto—Sam regresa a tu habitación. Ahorita subo. —Pero... —Sam, a tu cuarto. —Está bien. —Espera.—le oigo decir a Clark mientras se acerca rápidamente a Sam. No, no, no. —Clark, dejalo tranquilo.—le advierto. Quizás con demasiada fuerza. Lo mira, confundido. Como Sa
-Clark Devilson- Traer a Alice a la cede de la policía quizás no fue la mejor idea. Pero dejarla sola en su cosa, con nuestro... con su hijo perdido, era demasiado riesgoso. El único problema ahora, eran mis compañeros. Esos que no dejaban de preguntarme quién era la hermosa mujer que andaba conmigo. Y si ella llegaba a perder el control aquí dentro... esto podría ponerse realmente feo. Debían haber unos 50 hombres aquí, y tres mujeres. Así que la lleve a mi oficina. Y allí estaba, sentada viendo por la ventana mientras yo revisaba tan rápido como podía todos los informes de casos que me estaban llegando. Sentado a mi lado, Wilson, otro oficial; corpulento y alto, me ayudaba con parte del trabajo. Era uno de los tres colegas en los que más confiaba. Y el único que sabía sobre lo cambiaformas. —Jefe, ya van 8 casos en total sobre usted sabe que. —Tranquilo, la señorita Alice está al tanto de todo. Y podemos hablar sin claves. —Oh, vaya. No me diga que ella... —No, no es una lob
Alice Grace- Las calles de esa zona parecían despejadas y solitarias. Era el lugar perfecto para que cualquier delincuente o asesino se escondiese. Y era el espacio indicado para lo que estaba apunto de suceder. Clark me había dejado un par de cuadras antes, y desde allí solo tuve que caminar. Debían pensar que realmente había ido sola. Así que ahí estaba, en aquel apartado cruce de calles junto a un estacionamiento. Solo el viento soplaba, y algunos autos murmuraban a lo lejos el rugir de sus motores. Y la verdad es que no estaba asustada por mí. Había vivido tantas cosas durante mi siglo de vida, desde inicios de los noventa. Así que ni la muerte ni el miedo me visitaban muy seguido. Lo único que me generaba temor y angustia, era pensar en lo que le podrían estar haciendole a Sam. Respiré profundo y esperé. Ya debían tenerme en la vista. Los minutos pasaron y la tarde comenzó a oscurecerse. A través del pequeño micrófono en mi oreja, podía comunicarme con Clark y Wilson. Estaba
Habían pasado varias horas. Grité y golpeé y la pared. Algunas grietas ahora decoraban el cristal como relámpagos de ira. Cuando me cansé, la puerta se abrió. Y entró aquel hombre, junto a dos sujetos corpulentos. Los dos hombres lobo de aquel día. Todos llevaban unas máscaras con lentes polarizados y filtros de aíre. No sí, la Súcubo con Covid-19. Estúpidos. Rodé los ojos y me crucé de brazos. Los tres franqueaban la entrada. —Cuidado los contagio de ébola. —Muy chistosa mujer.—murmuró el líder—No creas que no sabemos lo que puedes hacer. Lo miro levantando una ceja.—¿Tienes miedo? Comencé a liberar mi belleza. El resplandor deslumbrando rápidamente el espacio. Pero ellos parecían no reaccionar. —Ni lo intentes, Demonio.—Estas máscaras bloquean tus feromonas y tú visión a medida que distorsionan levemente tu imagen. Estás indefensa. —Me halaga toda está preparación. —Señorita Grace. —Oh, ahora soy señorita. Si, dígame; ecuestrador repulsivo de infantes y agresor de mu
—Hola Clark. —¿Alice? ¡Por Dios mujer! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —Sí, lo estoy. No te preocupes. No veremos más tarde y te explicaré todo. Ya puedes retirar a tu gente de edificio Bertelli. —¿Te están obligando a pedirnos eso? —No. Todo esto es solo para ya sabes, pedir mis servicios. Otro milloranio que necesita ayuda para llevar a cabo ciertos planes. Lo usual. Jeremy tosió en su puño. Lo ignoré. —Entiendo. Entonces ¿Están bien San y tú? —Aquí está, divirtiéndose. Creo que ni me extrañó. —Aún así. Llevarse a una persona de esa forma es secuestro. Voy a meter preso... —No vas a hacer nada. Luego hablamos. Nos vemos a las 10 en mi casa. —Vale... ¿Pero seguro no hay problema? —Sí, seguro. Colgué el teléfono y se lo regresé a Jeremy. —¿No podrían rastrear ese teléfono? El río arrogante—Señorita Alice, un poco más de estima, por favor. Claramente todos mis teléfonos están bloqueados. Nadie los puede rastrear. —Lo imaginé. Entonces, qué ocurre. Cuéntame. Estábamos senta
Solo habían sido besos, pero sentía como un pequeño destello, allí inmerso en lo más profundo de mis recuerdos, había renacido.Me había recordado su amor.Y con ello llegó la incertidumbre.Ayer, luego de lo sucedido con Clark, traté de reorganizar las cosas en mi vida. Como lo había esperado, Jeremy Bertelli llamó a mi celular. Y me asignó los días que debía ir a su compañía a "trabajar". Luego solo tuvo que cronometrar mi tiempo en el hospital y los espacios para atender a Sam y llevarlo a clases. Necesitaría de los servicios de Anna, la chica niñera que aveces lo cuidaba.Además, ahora también trabajaba con la policía... Algo me decía que podría terminar loca.Así que mientras conducía mi auto hacía el edificio Bertelli, luego de dejar a Sam en la escuela, pensaba en lo mucho que desea que todo esto terminara rápido.Estacioné mi auto y me encaminé hasta la entrada. El edificios era enorme, repleto con miles de ventanas de cristal azul, que lo hacían lucir como si estuviese hecho