Sam miro a Clark confundido—¿Quién es este señor? ¿Es policía?
Clark lo mira en silencio. Parece haberse quedado sin palabras.
Levanta una mano, mostrando un saludo amigable.
—Hola chico, mucho gusto. Soy el oficial Clark Devilson. A tus servicios.
—Hola, soy Sam. Usted es... un hombre perro ¿Verdad?
Clark abrió los ojos de par en par. Casi tanto como yo. Y los dos dijimos en unísono.
—¿Un qué?
—Hombre perro. Tiene cola, y orejas.
No entendía de que estaba hablando Sam. Pero no me gustaba.
Clark parece lleno de curiosidad.
—¿Puedes ver... lo que soy?
—Sí. Como a mamá. Ella brilla. Y tienes alas.
Clark y yo nos miramos.
—¿Tú tienes alas?—me pregunta incrédulo.
—No que yo sepa.—Miro a Sam y señalo su cuarto—Sam regresa a tu habitación. Ahorita subo.
—Pero...
—Sam, a tu cuarto.
—Está bien.
—Espera.—le oigo decir a Clark mientras se acerca rápidamente a Sam.
No, no, no.
—Clark, dejalo tranquilo.—le advierto. Quizás con demasiada fuerza.
Lo mira, confundido. Como Sam está en la escaleras, ambos quedan a la misma altura. Y se ven mutuamente. El pánico comienza a extenderse en mi pecho.
—Tus ojos... —le oigo susurrar a Sam.—Se parecen a los míos. Como la miel.
Clark se acerca un poco más, y Sam parece incómodo. Lo olfatea como un perro.
Y entonces todo se derrumba. La expresión de su rostro lo dice todo.
Da uno y dos pasos hacia atrás. Incrédulo. Para mi sorpresa, sus ojos se humedecen.
—No lo puedo creer.
—Clark... creo que deberías irte—le digo inexpresiva.
Su rostro se vuelve hacia mí. Perplejo, confundido.
—Me mentiste. Todo este tiempo tú... no puedo creer que fueras capas de hacer esto.
—Clark, tú no lo entiendes...
Su cara se estaba poniendo roja de la ira.
—¡¿Entender qué, Alice?! ¡Qué tenemos un hijo juntos! ¡Qué soy padre y ni siquiera lo sabía! ¡Qué este pequeño no sabe que yo existo! Qué... de alguna manera pude... tener un niño. Su olor, sus ojos. No puedo creer que me lo ocultaras ¡Eres un monstruo, mujer!
—Sam, ve a tu cuarto.
Sam parecía más confundido que nunca.
—Mamá, este señor... ¿es mi papá?
—No, no lo es. Solo fue el hombre que me embarazo y ya. Así que vete a tu cuarto o estarás en graves problemas.
Eran pocas las veces que lo regañaba. Así que fue fácil para él entender que estaba hablando muy en serio. Subió las escaleras y se marchó.
—¿Aún piensas mentirle a ese niño? Eres una mentirosa ¿Cómo te atreves a decirle eso delante de mí?
—Clark Devilson, voy a dejar las cosas claras aquí. Primero, tú te fuiste por tus razones egoístas y te importó un pera lo que pasara conmigo. Quedé embarazada, es verdad. Y tuve que aprender sola lo que es ser una madre. Y tú ¿Donde estabas? Regocijándote en tu manada con tu prostituta loba ¿Crees qué iba a aceptar a una basura así en la vida de mi hijo? Eres un hombre lobo, y yo un sucubo. Aquí no habrá jamás una familia feliz. Y ni tú, ni tú gente, le pondrán un dedo encima a mi hijo, o te juro que no quedará uno vivo cuando obligue a los hombres a matarse entre ellos. Y sabes que puedo hacerlo. Si crees que encontraste a un heredero o lo que sea, estás muy equivocado amigo. Y si tengo que borrar sus recuerdos de este momento, lo haré, porque no dejaré que se acerque a tí, jamás.
Su cara estaba hecha de piedra mientras me miraba. Podría sentir toda la rabia que sentía. Y... el dolor.
—Estás loca. Aún así... a pesar de todo. Tengo derecho a estar en su vida.
—No Clark, no tienes ningún derecho aquí. Y si de verdad te importa su seguridad, te mantendrás alejado de él.
Ahora había más dolor que irá en ojos. Esos ojos dorado ámbar que Sam había reconocido al instante como la mirada de su padre.
Me sentía tan confundida.
Y entonces oímos un grito.
Se trataba de Sam.
Vidrios quebrándose. Y un auto arrancando.
Yo corrí a su habitación y Clark salió hacia su auto.
Cuando llegué, Sam ya no estaba.
Busqué por la ventana. Estaba rota. Vi a Clark perseguir el auto, y luego desapareció.
Fueron unos minutos de angustia que no podría describir.
Había salido y cuando vi el auto de la policía regresar, mi corazón se aceleró.
«Por favor, por favor, por favor», pensaba desesperadamente rogando que Sam viniera allí.
Cuando Clark bajo solo, vi la culpa en sus ojos. Y me derrumbé. Las lagrimas corrieron por mis ojos y cobrí mi cara con las manos. Él se acercó, y me ayudó a levantarme.
—Yo... traté de seguirlos. Pero no entiendo cómo desaparecieron. Ni siquiera dejaron un rastro de olor. Nada.
—Sabían lo que hacían...—dije, llena de odio.
—Alice, te prometo que lo encontraremos. Acabo de dar la alarma. Ya todos en la policía estar buscando la placa y van a rastrear los autos que coincidan con la descripción.
—¿Y realmente crees que eso sirva de algo?—me limpie la cara con la manos.—No hagas promesas, que bien sabes, no me las creo.
—No me importa lo que pienses. Y tienes razón, quizás eso no sirva de mucho. Pero pondré a mi manada a buscar. Están dispersos por toda la ciudad. Hay bomberos, abogados, policías, de todo un poco. No podrán dejar la ciudad con... tú hijo. Moveré todos mis contactos, y no todos son hombres lobos.
Lo miré—Está bien. Pero esto es por mí. Si me quieren, deberán hacer algo para comunicarse conmigo.
Una idea pareció llegar a la mente de Clark.
—Quizás ya lo hicieron.
No entendí a lo que se refería. Pero entonces me pidió regresar a la casa y juntos subimos a la habitación de Sam. No sabía qué buscábamos al principio. Pero entonces la encontró. Una carta, en un sobre negro sellado con un parche dorado.
Este decía.
—Señorita Grace, no fue fácil encontrarla. Y debo decir que su jugada con mis empleados fue muy astuta. Pero solo digamos que tenemos otras maneras de encontrarla. Imagino ya sabe lo que quiero. Y si no lo sabe, se lo diré. Su ayuda. Tiene 24 horas para responder. La esperaremos en la calle Briston, cruce con la 34. Pero si intenta algo, o su amigo el policía es visto cerca. Bueno, digamos que puede ir diciéndole adiós al pequeño Sam. Espero su respuesta. Atte: El jefe.
Ahora solo podía hacer una cosa. Y eso era obedecer. Estaba entre la espada y la pared.
—Alice, ¿no pensarás ir sola verdad?
—¿Y que se supone que haga? ¡¿Dejar morir a mi hijo?!
—No, pero tenemos que pensar bien lo que haremos. Confía en mí, por favor.
—Lo siento, pero no.
—Esperemos hasta mañana, al menos. Déjame idear un plan.
—¿Mientras torturan a Sam?
—No le harán nada. Si saben quién eres, saben lo peligrosa que puedes ser. Por eso necesitan tenerte bajo control. Casi toda la familia.en esa empresa deben ser hombres. Ya sabes, amantes del patriarcado. Dame está noche, porfavor. Mañana a primera hora saldremos.
Lo miré. Lo sentía sincero y realmente preocupado. Cuando tomó mi mano entre las suyas la besó, y pude oír sus pensamientos.
«Te juro por Dios que esta vez no te fallaré»
«Salvaré al pequeño Sam.»
«Traeré de vuelta a mi hijo »
Y no supe el por qué lo hice. Solo sé que me acerqué y lo abracé sin pensar.
Y sus brazos no dudaron en envolver todo mi cuerpo en aquella suave y protectora calidez.
-Clark Devilson- Traer a Alice a la cede de la policía quizás no fue la mejor idea. Pero dejarla sola en su cosa, con nuestro... con su hijo perdido, era demasiado riesgoso. El único problema ahora, eran mis compañeros. Esos que no dejaban de preguntarme quién era la hermosa mujer que andaba conmigo. Y si ella llegaba a perder el control aquí dentro... esto podría ponerse realmente feo. Debían haber unos 50 hombres aquí, y tres mujeres. Así que la lleve a mi oficina. Y allí estaba, sentada viendo por la ventana mientras yo revisaba tan rápido como podía todos los informes de casos que me estaban llegando. Sentado a mi lado, Wilson, otro oficial; corpulento y alto, me ayudaba con parte del trabajo. Era uno de los tres colegas en los que más confiaba. Y el único que sabía sobre lo cambiaformas. —Jefe, ya van 8 casos en total sobre usted sabe que. —Tranquilo, la señorita Alice está al tanto de todo. Y podemos hablar sin claves. —Oh, vaya. No me diga que ella... —No, no es una lob
Alice Grace- Las calles de esa zona parecían despejadas y solitarias. Era el lugar perfecto para que cualquier delincuente o asesino se escondiese. Y era el espacio indicado para lo que estaba apunto de suceder. Clark me había dejado un par de cuadras antes, y desde allí solo tuve que caminar. Debían pensar que realmente había ido sola. Así que ahí estaba, en aquel apartado cruce de calles junto a un estacionamiento. Solo el viento soplaba, y algunos autos murmuraban a lo lejos el rugir de sus motores. Y la verdad es que no estaba asustada por mí. Había vivido tantas cosas durante mi siglo de vida, desde inicios de los noventa. Así que ni la muerte ni el miedo me visitaban muy seguido. Lo único que me generaba temor y angustia, era pensar en lo que le podrían estar haciendole a Sam. Respiré profundo y esperé. Ya debían tenerme en la vista. Los minutos pasaron y la tarde comenzó a oscurecerse. A través del pequeño micrófono en mi oreja, podía comunicarme con Clark y Wilson. Estaba
Habían pasado varias horas. Grité y golpeé y la pared. Algunas grietas ahora decoraban el cristal como relámpagos de ira. Cuando me cansé, la puerta se abrió. Y entró aquel hombre, junto a dos sujetos corpulentos. Los dos hombres lobo de aquel día. Todos llevaban unas máscaras con lentes polarizados y filtros de aíre. No sí, la Súcubo con Covid-19. Estúpidos. Rodé los ojos y me crucé de brazos. Los tres franqueaban la entrada. —Cuidado los contagio de ébola. —Muy chistosa mujer.—murmuró el líder—No creas que no sabemos lo que puedes hacer. Lo miro levantando una ceja.—¿Tienes miedo? Comencé a liberar mi belleza. El resplandor deslumbrando rápidamente el espacio. Pero ellos parecían no reaccionar. —Ni lo intentes, Demonio.—Estas máscaras bloquean tus feromonas y tú visión a medida que distorsionan levemente tu imagen. Estás indefensa. —Me halaga toda está preparación. —Señorita Grace. —Oh, ahora soy señorita. Si, dígame; ecuestrador repulsivo de infantes y agresor de mu
—Hola Clark. —¿Alice? ¡Por Dios mujer! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —Sí, lo estoy. No te preocupes. No veremos más tarde y te explicaré todo. Ya puedes retirar a tu gente de edificio Bertelli. —¿Te están obligando a pedirnos eso? —No. Todo esto es solo para ya sabes, pedir mis servicios. Otro milloranio que necesita ayuda para llevar a cabo ciertos planes. Lo usual. Jeremy tosió en su puño. Lo ignoré. —Entiendo. Entonces ¿Están bien San y tú? —Aquí está, divirtiéndose. Creo que ni me extrañó. —Aún así. Llevarse a una persona de esa forma es secuestro. Voy a meter preso... —No vas a hacer nada. Luego hablamos. Nos vemos a las 10 en mi casa. —Vale... ¿Pero seguro no hay problema? —Sí, seguro. Colgué el teléfono y se lo regresé a Jeremy. —¿No podrían rastrear ese teléfono? El río arrogante—Señorita Alice, un poco más de estima, por favor. Claramente todos mis teléfonos están bloqueados. Nadie los puede rastrear. —Lo imaginé. Entonces, qué ocurre. Cuéntame. Estábamos senta
Solo habían sido besos, pero sentía como un pequeño destello, allí inmerso en lo más profundo de mis recuerdos, había renacido.Me había recordado su amor.Y con ello llegó la incertidumbre.Ayer, luego de lo sucedido con Clark, traté de reorganizar las cosas en mi vida. Como lo había esperado, Jeremy Bertelli llamó a mi celular. Y me asignó los días que debía ir a su compañía a "trabajar". Luego solo tuvo que cronometrar mi tiempo en el hospital y los espacios para atender a Sam y llevarlo a clases. Necesitaría de los servicios de Anna, la chica niñera que aveces lo cuidaba.Además, ahora también trabajaba con la policía... Algo me decía que podría terminar loca.Así que mientras conducía mi auto hacía el edificio Bertelli, luego de dejar a Sam en la escuela, pensaba en lo mucho que desea que todo esto terminara rápido.Estacioné mi auto y me encaminé hasta la entrada. El edificios era enorme, repleto con miles de ventanas de cristal azul, que lo hacían lucir como si estuviese hecho
Ahora tenía dos sospechosos. Pero la pregunta era ¿Cómo iba a llegar a ellos?Se supone que soy la doctora de la empresa, no una acosadora. Como lo había imagino. Cuando se hicieron las 11:30 am, Jeremy apareció sin avisar.—Cuentame, ¿qué has descubierto hasta ahora?Algo en él había cambiado. No parecía tener ánimos de fraternizar conmigo. Me recordó a la primera vez que lo vi. Seco y arrogante. Casi podía olvidar lo apuesto que era.Casi.—Tengo algo. O al menos eso creo. Pero quedará para mañana.—¿Cómo? ¿Qué encontraste? Tienes que decirme.—Uno de tus empleados sabe algo, o vio algo. Y eso me lleva a dos sospechosos. Pero el problema es como acceder a ellos.Su rostro se había vuelto frío.—¿Quienes?—El jefe de contaduría y... tú hermano, Mateo.—Entiendo. —No pareces muy sorprendido.—No lo estoy. Cabreado sí, pero no sorprendido. De mis hermanos me espero cualquier cosa. —Mañana trataré de acercarme a Russo, primero. —No, espera. Yo lo citaré a tu consulta. Le diré que es
Cuando Edward despertó del trance, pose mi mano en su hombro y le sonreí amablemente.—Lo hiciste bien, eres más valiente de lo que crees.—¿Qué viste, mujer?—espetó el hombre llamado Oliver. Algo es su semblante me daba mala espina. Aparte de hecho de que sentía un hedor a morbo emanando de él con cada mirada que me dirigía. Y esos ojos oscuros llenos de soberbia.No fue si no hasta que Clark lo preguntó que me atreví a responder.—Vi a la criatura. El bacilisco. Pero es su forma de bestia. Era... algo que jamás había visto. Alto y lleno de escamas verdosas. Una cabellera de serpientes horrendas. Y una luz enfermiza que escondía su mirada. Además... dijo algo.—¿Qué dijo?—No estoy segura de si se refería a tí. Pero dijo, que primero se encargaría del Alfa. Y una vez que terminara con él, iría tras Bertelli. Pero no sé a cuál de todos se refería. Todo la información está a medias. Oliver río roncamente— Perfecto, seguimos igual. De todas formas esa cosa ya está aquí, así que los pla
Durante el viaje me había preguntado un par de veces por qué Jeremy había venido en una Limusina a buscarme, si solo se trataba de una cena familiar. Pero la respuesta llegó a mí, en el instante en que nos bajamos en aquel costoso y extravagancia restaurante de comida internacional. Lo conocía, era conocido como La mansión de oro. Y también, había oído que era el más caro de toda la ciudad. —Vamos, mi familia está adentro. Alquilamos todo el restaurante, e invitamos en toda nuestra gente. Hace mucho que no nos reuniamos así. Es previo al cumpleaños del abuelo.Saber eso no hacía que me sintiera menos nerviosa.Respiré profundo, y recordé quien era. Sonreí. Y cuando Jeremy me ofreció su mano para bajar, la tomé. Y sujetando su brazo, nos dirigimos a la entrada. Los dos vigilantes vestidos de traje me clavaron sus ojos, sus labios se separaron un poco. Levanté la mirada y me mantuve firmé, como una reina. Si mi acompañante quería sobresalir con mi presencia, entonces brillaría a su la