Alice Grace- Las calles de esa zona parecían despejadas y solitarias. Era el lugar perfecto para que cualquier delincuente o asesino se escondiese. Y era el espacio indicado para lo que estaba apunto de suceder. Clark me había dejado un par de cuadras antes, y desde allí solo tuve que caminar. Debían pensar que realmente había ido sola. Así que ahí estaba, en aquel apartado cruce de calles junto a un estacionamiento. Solo el viento soplaba, y algunos autos murmuraban a lo lejos el rugir de sus motores. Y la verdad es que no estaba asustada por mí. Había vivido tantas cosas durante mi siglo de vida, desde inicios de los noventa. Así que ni la muerte ni el miedo me visitaban muy seguido. Lo único que me generaba temor y angustia, era pensar en lo que le podrían estar haciendole a Sam. Respiré profundo y esperé. Ya debían tenerme en la vista. Los minutos pasaron y la tarde comenzó a oscurecerse. A través del pequeño micrófono en mi oreja, podía comunicarme con Clark y Wilson. Estaba
Habían pasado varias horas. Grité y golpeé y la pared. Algunas grietas ahora decoraban el cristal como relámpagos de ira. Cuando me cansé, la puerta se abrió. Y entró aquel hombre, junto a dos sujetos corpulentos. Los dos hombres lobo de aquel día. Todos llevaban unas máscaras con lentes polarizados y filtros de aíre. No sí, la Súcubo con Covid-19. Estúpidos. Rodé los ojos y me crucé de brazos. Los tres franqueaban la entrada. —Cuidado los contagio de ébola. —Muy chistosa mujer.—murmuró el líder—No creas que no sabemos lo que puedes hacer. Lo miro levantando una ceja.—¿Tienes miedo? Comencé a liberar mi belleza. El resplandor deslumbrando rápidamente el espacio. Pero ellos parecían no reaccionar. —Ni lo intentes, Demonio.—Estas máscaras bloquean tus feromonas y tú visión a medida que distorsionan levemente tu imagen. Estás indefensa. —Me halaga toda está preparación. —Señorita Grace. —Oh, ahora soy señorita. Si, dígame; ecuestrador repulsivo de infantes y agresor de mu
—Hola Clark. —¿Alice? ¡Por Dios mujer! ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —Sí, lo estoy. No te preocupes. No veremos más tarde y te explicaré todo. Ya puedes retirar a tu gente de edificio Bertelli. —¿Te están obligando a pedirnos eso? —No. Todo esto es solo para ya sabes, pedir mis servicios. Otro milloranio que necesita ayuda para llevar a cabo ciertos planes. Lo usual. Jeremy tosió en su puño. Lo ignoré. —Entiendo. Entonces ¿Están bien San y tú? —Aquí está, divirtiéndose. Creo que ni me extrañó. —Aún así. Llevarse a una persona de esa forma es secuestro. Voy a meter preso... —No vas a hacer nada. Luego hablamos. Nos vemos a las 10 en mi casa. —Vale... ¿Pero seguro no hay problema? —Sí, seguro. Colgué el teléfono y se lo regresé a Jeremy. —¿No podrían rastrear ese teléfono? El río arrogante—Señorita Alice, un poco más de estima, por favor. Claramente todos mis teléfonos están bloqueados. Nadie los puede rastrear. —Lo imaginé. Entonces, qué ocurre. Cuéntame. Estábamos senta
Solo habían sido besos, pero sentía como un pequeño destello, allí inmerso en lo más profundo de mis recuerdos, había renacido.Me había recordado su amor.Y con ello llegó la incertidumbre.Ayer, luego de lo sucedido con Clark, traté de reorganizar las cosas en mi vida. Como lo había esperado, Jeremy Bertelli llamó a mi celular. Y me asignó los días que debía ir a su compañía a "trabajar". Luego solo tuvo que cronometrar mi tiempo en el hospital y los espacios para atender a Sam y llevarlo a clases. Necesitaría de los servicios de Anna, la chica niñera que aveces lo cuidaba.Además, ahora también trabajaba con la policía... Algo me decía que podría terminar loca.Así que mientras conducía mi auto hacía el edificio Bertelli, luego de dejar a Sam en la escuela, pensaba en lo mucho que desea que todo esto terminara rápido.Estacioné mi auto y me encaminé hasta la entrada. El edificios era enorme, repleto con miles de ventanas de cristal azul, que lo hacían lucir como si estuviese hecho
Ahora tenía dos sospechosos. Pero la pregunta era ¿Cómo iba a llegar a ellos?Se supone que soy la doctora de la empresa, no una acosadora. Como lo había imagino. Cuando se hicieron las 11:30 am, Jeremy apareció sin avisar.—Cuentame, ¿qué has descubierto hasta ahora?Algo en él había cambiado. No parecía tener ánimos de fraternizar conmigo. Me recordó a la primera vez que lo vi. Seco y arrogante. Casi podía olvidar lo apuesto que era.Casi.—Tengo algo. O al menos eso creo. Pero quedará para mañana.—¿Cómo? ¿Qué encontraste? Tienes que decirme.—Uno de tus empleados sabe algo, o vio algo. Y eso me lleva a dos sospechosos. Pero el problema es como acceder a ellos.Su rostro se había vuelto frío.—¿Quienes?—El jefe de contaduría y... tú hermano, Mateo.—Entiendo. —No pareces muy sorprendido.—No lo estoy. Cabreado sí, pero no sorprendido. De mis hermanos me espero cualquier cosa. —Mañana trataré de acercarme a Russo, primero. —No, espera. Yo lo citaré a tu consulta. Le diré que es
Cuando Edward despertó del trance, pose mi mano en su hombro y le sonreí amablemente.—Lo hiciste bien, eres más valiente de lo que crees.—¿Qué viste, mujer?—espetó el hombre llamado Oliver. Algo es su semblante me daba mala espina. Aparte de hecho de que sentía un hedor a morbo emanando de él con cada mirada que me dirigía. Y esos ojos oscuros llenos de soberbia.No fue si no hasta que Clark lo preguntó que me atreví a responder.—Vi a la criatura. El bacilisco. Pero es su forma de bestia. Era... algo que jamás había visto. Alto y lleno de escamas verdosas. Una cabellera de serpientes horrendas. Y una luz enfermiza que escondía su mirada. Además... dijo algo.—¿Qué dijo?—No estoy segura de si se refería a tí. Pero dijo, que primero se encargaría del Alfa. Y una vez que terminara con él, iría tras Bertelli. Pero no sé a cuál de todos se refería. Todo la información está a medias. Oliver río roncamente— Perfecto, seguimos igual. De todas formas esa cosa ya está aquí, así que los pla
Durante el viaje me había preguntado un par de veces por qué Jeremy había venido en una Limusina a buscarme, si solo se trataba de una cena familiar. Pero la respuesta llegó a mí, en el instante en que nos bajamos en aquel costoso y extravagancia restaurante de comida internacional. Lo conocía, era conocido como La mansión de oro. Y también, había oído que era el más caro de toda la ciudad. —Vamos, mi familia está adentro. Alquilamos todo el restaurante, e invitamos en toda nuestra gente. Hace mucho que no nos reuniamos así. Es previo al cumpleaños del abuelo.Saber eso no hacía que me sintiera menos nerviosa.Respiré profundo, y recordé quien era. Sonreí. Y cuando Jeremy me ofreció su mano para bajar, la tomé. Y sujetando su brazo, nos dirigimos a la entrada. Los dos vigilantes vestidos de traje me clavaron sus ojos, sus labios se separaron un poco. Levanté la mirada y me mantuve firmé, como una reina. Si mi acompañante quería sobresalir con mi presencia, entonces brillaría a su la
Había perdido el aire por un instante. Me constaba creer lo que había pasado. Pero cuando miré su rostro esperando ver alguna señal de burla, solo vi un par de ojos preciosos y una sonrisa tímida. —Creo que me e metido demasiado en el papel. Pero supongo que así podré ir fácilmente con la corriente. No sabía que decir. —Supongo que sí... pero te agradecería que te controlaras un poco. Recuerda que esto es fingido. —Vale, lo siento. Pero ¿No tienes a nadie a quien rendirle cuentas, verdad? ¿No lo tenía? ¿El beso entre Clark y yo no contaba? Dios, me sentía tan confundida. Ninguno de los dos había pedido mi opinión. Solo iban y hacían lo que se les daba la gana. Así que no, no tenía ningún compromiso con ninguno de ellos. —No, por ahora no. —¿Por ahora? —Larga historia. —¿El policía? —Él es el padre de Sam. Eso pareció tomarlo desprevenido. —Oh, vaya. Eso no me lo esperaba. Pero ustedes... —No tenemos nada. Y yo tenía 7 años que no lo veía. —Imbecíl. —En aquel tiempo lo