Sentidos... lo son todo para mí. Sin ellos no podría imaginar un mundo basado en mis recuerdos.
Cada sentimiento siempre me inunda, me sumerge... así como la oscuridad lo hizo hace siete años, todo en el mundo es maravilloso, y magnifico.
Hasta lo más pequeño es tan imperfectamente bello.
Una vez escuché decir alguien a su hija, "cierra los ojos, y siente como la brisa no solo te refresca, siente como te llena y te muestra que lo invisible existe y jamás se va de tu ser"
Esa persona fue mi padre y me lo dijo a mí, en aquel entonces solo creí que mi padre había enloquecido, cualquiera cree eso, pero tenía mucha razón...aún la tiene.
Mi vida se limita a los sentidos, excepto uno. La visión. Perdí el poder de ver a los doce años, por un accidente automovilismo del que murió mi hermano y yo terminé ciega.
Hasta cuando perdí el poder de ver, entendí todo lo que me decía mi padre de que lo invisible, aunque no se vea, se siente. Desde entonces, mi vida es así, sentir y aunque tiene sus pros y contras, aprendí a ser feliz por una razón. Puede que sea ciega y dependa de mis padres. Pero ay algo que compensa muchas desventajas de no poder ver, disfruto de las cosas más insignificantes que ofrece el mundo.
Disfruto de lo que los demás desprecian y amo todo lo que otras personas ni siquiera pueden ver con sus ojos.
Desde el momento en que me sumergí en la oscuridad, empecé a ver de verdad.
- Anochecerá pronto, cariño. Deberías entrar – murmuró mi madre tocando mi hombro, sintiendo su calor maternal invadirme, haciendo que sonriera.
- Déjame esperar a que llegue el atardecer – comenté escuchando las olas chocar con la arena y la brisa del atardecer empezar a correr sintiendo como mi cabello en mi espalda empezaba a moverse.
Escuché como mi madre suspiró y pocos segundos después retiró su mano de mi hombro. Todo sonido proveniente de ella se desvaneció, eclipsándose aún más mi momento preferido cuando vengo a la playa. El atardecer.
Mientras la brisa me refrescaba y mi cabello revoloteaba y caía en mi cara, lo aparté con delicadeza mientras sentía los últimos rayos de sol calentar mi cuerpo absorbiéndolo por completo. Estiré las piernas empezando a sentir las olas rozar los dedos de mis pies haciéndome sonreír hasta que sentí el ultimo rayo de sol desvanecerse y como la brisa templada se empezaba a volver fría, hasta que mi cuerpo, minutos después, empezó a temblar. Me levanté y tomé mi bastón para ir a casa.
Con el tiempo había memorizado todos los detalles, el número de pasos que debía dar y en qué dirección, para encontrar el primer indicio de que estaba camino a casa. Y así fue.
Di seis pasos lentos hasta que al dar el séptimo, la hierba caliente aun por el sol cosquilleó las plantas de mis pies mientras seguía caminando. Trece pasos más adelante toqueteé con mi bastón más arriba de suelo, encontrando el primer escalón de madera. Allí lo encontré y subí los cinco escalones, caminé a través de la plataforma de madera, donde a mi derecha sabía que se encontraba una mesa de metal con un parasol que sonaba con el viento de la playa, sonando de fondo como las olas empezaban a bajar su intensidad, volviéndose un sonido apagado.
Levanté la mano y a la altura de mi cintura, encontré la manija para deslizar hacia la derecha la puerta corredera de cristal. Así lo hice y di un paso entrando a la casa donde de inmediato escuché la voz de mi hermana menor peleando por el móvil y el sonido de las ollas en la cocina que se encontraba junto a mí me aviso que mi madre estaba sirviendo la cena mientras mi padre pasó la página de su libro comiendo de su manzana.
Cerré la puerta y pasé los pies por la alfombra que mi mamá puso explícitamente para que nos limpiáramos los pies de arena.
- ¿Qué tal el atardecer, hija? – preguntó mi padre a mi izquierda donde intuí que estaba en el comedor en su puesto habitual, presidiendo la mesa.
Giré la cabeza hacia la dirección de su voz y sonreí – Hermoso – comenté al tiempo que mamá pasó por mi lado, percibiendo el aroma de lasaña.
- Qué bueno, ahora por favor Bill. Deja ese libro que vamos a comer – ordenó mi madre dejando la lasaña en la mesa del comedor.
Escuché a mi padre gruñir por lo bajo haciendo que soltara una risita mientras caminaba hacia mi puesto a lado derecho de él.
Me senté y coloqué la mano en el comedor – Tranquilo, después de que cenemos podrás terminar el libro. ¿A que es interesante, no? – pregunté mientras mi mamá dejaba más cosas en el centro de la mesa y seguía revoloteando por la cocina y el comedor.
Mi papá tomó mi mano sintiendo después que sus labios estaban en mi oreja.
- Al menos tu si tuviste una tarde calmada, yo tuve que escuchar los regaños de tu madre a las ollas y a tu hermana pelear dos horas por el móvil – murmuró haciendo que soltara una risita negando.
Mi madre al escuchar mi risita, dejó algo en la mesa y corrió la silla de ella al lado opuesto de donde mi padre se sienta.
- Dejen de cuchichear los dos. Los pillé – comentó haciendo que mi padre quitara su mano de la mía.
- No hemos cuchicheado nada, cariño.
- Vale, pues no te creo – promulgó mi madre escuchándose después el entrechoque de un plato con las pinzas de metal.
Estiré mi mano izquierda hacia mi madre y giré mi cabeza en su dirección – Mamá, solo comentábamos el hecho de que hemos tenido tardes opuestas.
En ese momento, mi hermana se hizo presente escuchando como se acercaba por el sonido de sus pasos y después escuché como se sentó con demasiado ruido y golpeo la mesa.
Di un brinco ante su ataque de ira y entrelacé mis dedos enarcando las cejas en dirección a mi hermana que sabía, estaba sentada frente a mí.
- ¿Peleaste de nuevo con Will? – pregunté escuchando de respuesta un gruñido tan particular en nuestra familia.
Al momento, mi padre tomó mi copa y escuché que servía un poco de vino.
- Jamás me ha agradado ese chico – comentó sintiendo que su voz estaba muy forzada como si estuviera apretando la mandíbula y al momento intuí que le lanzaba una mirada a mi hermana de desaprobación.
- Jamás te ha agradado alguno de mis novios, papá – espetó mi hermana.
Me encogí de hombros – No deberías enojarte, Camille. No es para tanto – comenté.
Al momento mi madre colocó el plato frente a mí y busqué a tientas el tenedor.
- Eso lo dices, Alia, porque jamás te has enamorado... - explicó mientras comía un poco de lasaña sintiendo mi estómago rugir de satisfacción y pedir más – cuando lo estés, me entenderás.
Negué – No creo jamás entenderlo, porque simplemente tu forma de ver el mundo es completamente distinta a la mía. Pero me encantaría alguna vez saber lo que se siente.
- Claro está, si alguna vez te llegas a enamorar – murmuró por lo bajo haciendo que me quedara quieta pasando el bocado.
Tomé una bocanada de aire al tiempo que mi madre gruñó
- Camille, no le hables de ese modo a tu hermana. ¿Acaso te hizo algo? – le riñó haciendo que mi hermana bufara y supongo también rodara los ojos.
- No tengo la culpa de que esté ciega. ¿Acaso la tengo? – atacó botando el tenedor al piso.
Cuando escuché a mi padre suspirar y que iba a decir algo, intervine.
- No tienes la culpa de nada, Camille. Es mi culpa estar así, por ello no te preocupes – comenté retomando la tarea de comer sumiéndose la mesa en el completo silencio.
Me limité a comer mientras mi padre empezó a decir ideas que se le habían ocurrido sobre un nuevo proyecto literario, ya que es un escritor muy conocido a nivel nacional y mi madre lo apoyaba aun con la voz forzada, mostrando incomodidad debido a lo que dijo mi hermana. Por su parte, Camille se quedó callada toda la cena al igual que yo, hasta que escuché su móvil sonar y que corrió la silla saliendo a correr, escuchando después la puerta de entrada abrirse y cerrarse de un portazo oyéndose los pasos no solo de mi hermana, sino también de alguien acompañándola. - Buenas noches – dijo una voz masculina que desconocí por completo. Al momento sentí a mi padre tomar mi mano mientras me giré en dirección a la voz. - Buenas noches – murmuramos mis padres y yo al unísono.
Después de que el chico misterioso me diera unas gafas que dijo era de aviador o algo así, me las puso y usó un palo de madera que había en la habitación para hacerme un bastón improvisado. Agradecí su molestia por ayudarme y me levanté sin saber qué hacer, ya que Camille debe estar con Will, quien sabe dónde y no conozco el camino a casa. Ni siquiera sé dónde estoy, así que, la situación se me complicó a lo que él chico cuando salió del baño de la habitación tomó mi mano con delicadeza llamando mi atención. - ¿Quieres que te lleve a tu casa? – se ofreció con total sinceridad. A lo que asentí dudando. - Primero tengo que encontrar a mi hermana - Bueno y ¿cómo se llama? – preguntó mientras empecé a dar pasos hacia la salida y él me
Entré detrás de Camille dejando la puerta abierta y los pasos de alguien acercándose me hicieron detenerme. - Alia, el chico que te trajo la otra noche dice que quiere hablar contigo – murmuró mamá tomándome del brazo llevándome a la sala donde al entrar escuché la conversación de mi padre con el chico sin nombre. - Es muy bueno el escritor, pero tiene una forma de expresarse muy cruda... casi como si no sintiera nada – comentó mi padre escuchando que su voz tenía un tono de interés y al mismo tiempo feliz de que podía hablar con otra persona que no sea yo sobre libros. - Apoyo su idea, pero señor, hay que tener en cuenta, que está contando su historia en la guerra. Obviamente tiene que ser crudo su relato, de esa forma llega más al corazón porque denota una gran enseñanza – escuché
Al día siguiente no volvió, ni tampoco el siguiente a ese. Súbitamente me había resignado a que no volvería a hablar con él y sentir su presencia, tampoco me afectaba tanto... sin embargo, la forma en que se fue. No fue la más adecuada. Se fue impotente, intentando ayudarme de alguna forma, pero no se puede hacer nada. Eso lo supe al momento en que me quitaron la banda de los ojos y solo vi oscuridad, aunque mi madre decía que tenía los ojos abiertos. Con el tiempo mis recuerdos de lugares y las personas más allegadas a mí, se avivaban aún más en mi mente imaginando sus acciones habituales cuando hablaba con ellos, eso me hizo también ser más llevadero mi problema. Después del accidente, no solo perdí la vista, también había perdido a mi hermano. Antiguamente, éramos tres. Él era el
De alguna forma, se me vino a la mente la idea de que es un mentiroso y ahora me dirá un nombre falso, sin embargo, algún día, me matará. Creo que al final se me prendió mucho las ideas de mi padre sobre los chicos, todos siendo mafiosos, ladrones, rompecorazones o simplemente malos y ante la idea de un chico sincero que quería estar conmigo se me hizo muy... diferente a lo que he escuchado de los chicos. Después de unos segundos, se aclaró la garganta. - Silas – musitó haciendo que esbozara una sonrisa. Jamás había escuchado a alguien llamarse así. Un nombre raro, para un hombre igualmente diferente a los demás. Imaginé que me observaba detenidamente por una reacción, pero solo sonreí y extendí la mano a donde escuché su voz. - U
Al día siguiente tomamos el vuelo a casa. Y pronto el fin de semana se desvaneció sin que Camille y yo lo notáramos, así que el día de entrar a clases llegó y estaba tan emocionada que desde que mi móvil me avisó que eran las cinco de la madrugada, no pude volver a dormir, así que deambulé por mi habitación hasta que volví a escuchar el sonido del mar y recordé a Silas. Mi madre había guardado el vestido en mi armario, donde encontró allí una carta en braille que decía que cuando volviera a ver, sería la primera prenda que usaría. No entendí el significado, pero mi madre dijo que era muy elegante para llevarlo a la universidad. Así que lo guardó y seguimos desempacando hasta que me quedé dormida y cuando desperté de la emoción, sabía que mi madre había dejado mi habitación ordenada. Finalmente, cuando mi madre entró por la puerta para
Todo pasó como una completa monotonía. Me había acostumbrado a la playa y la ciudad, a pesar de ser mi hogar, siempre había sido muy estresante para mí, sin embargo, el tiempo pasó y pronto llegamos a final de mes.Solo me limitaba a estudiar y salir con Sam al centro comercial o a caminar y en las noches, escuchaba los audios de Silas, siendo un soplo de tranquilidad para mí.Jamás había creído que las personas se podían hacer amigos de un día para otro, pero así me sentía con Silas. A pesar de que ahora solo escuchaba su voz en el audio y releía su nota, no volví a saber de él. De igual forma creo que hubiera sido difícil porque jamás le pregunté si estaba en la playa por vacaciones o donde viv&ia
- ¿Alia conoces a este desconocido? – preguntó Sam con asombro contenido en su voz. Tragué saliva y sin poder responder completamente a la pregunta, suspiré rendida y cuando intenté levantarme, se acercó a mí y reconocí su aroma tan particular. - ¿Silas? – pregunté esperanza mientras algo dentro de mí se llenaba de alegría contenida por casi un mes sin escuchar su voz, aparte del audio y poder tener su aroma cerca de mí. Tomó mi mano con delicadeza y lo siguiente que escuché fue que corrió la silla para sentarse junto a mí – Si, Alia. Soy Silas. Con esa sola frase, una sonrisa se hizo en mi rostro y me quede callada por varios segundos mientras trataba de organizar mi mente de cual pregunta hacer primero, ya que ella estaba dispar