Asteria, incómoda por la cercanía de Ari y su comentario, intentó mantenerse tranquila. Su mano tamborileaba suavemente sobre el brazo del sofá, buscando disimular su inquietud. Lysandra, quien había estado observando la interacción en silencio, decidió intervenir. Su postura se tensó, y aunque no levantó la voz, su tono era firme como una roca. —¿Qué intentas, Ari? —preguntó, su mirada fija en él con una intensidad que congelaría a cualquiera. Ari sonrió con una fingida inocencia, levantando las manos en un gesto de rendición. —Nada en particular, detective. Solo quería ser amable. —Quizás deberías intentar otra forma de “amabilidad” que no incomode a nadie —replicó Lysandra, sin apartar la mirada de él. La tensión entre ellos era palpable, tanto que algunas personas cercanas comenzaron a lanzar miradas curiosas, aunque pronto regresaron a sus conversaciones al no querer involucrarse. Ari, al ver que no sacaría más provecho de la situación, retrocedió lentamente.
El sol comenzaba a colarse por las cortinas, iluminando suavemente la habitación donde Lysandra y Asteria habían pasado la noche. El cachorro, aún acurrucado en su rincón, soltó un pequeño bostezo antes de levantarse y sacudir sus pequeñas patas. Asteria abrió los ojos lentamente, mientras Lysandra ya estaba sentada al borde de la cama, observando el amanecer con un rostro tranquilo. —Es hora de irnos —dijo Lysandra, con un tono bajo que parecía llevar consigo una firme determinación. Asteria asintió, levantándose con cuidado mientras tomaba al cachorro en sus brazos. Aunque la calma de la mañana era acogedora, ambas sabían que quedarse más tiempo en esa casa no era una opción. Después de un breve desayuno, el grupo comenzó a prepararse para salir. Ari, como siempre, apareció en el pasillo con su sonrisa confiada y esa mirada que parecía centrarse únicamente en Asteria. —¿Ya se van? —preguntó Ari, apoyándose casualmente contra la pared—. Qué lástima. Podrían quedarse más t
La luz de la mañana se filtraba a través de las enormes ventanas del salón, iluminando la opulencia que Asteria apenas notaba. En el aire flotaba una quietud pesada, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Frente a ella, sobre la mesa de mármol, descansaba una fotografía de Cadmus. Sonreía con una confianza desenfadada que ahora parecía un recuerdo lejano.Asteria cerró los ojos por un momento, intentando bloquear el eco de su ausencia. Pero el silencio era demasiado fuerte, y cada pensamiento se convertía en una espiral que volvía al mismo lugar: ¿Dónde estaba su hermano? ¿Por qué nadie podía ayudarla a encontrarlo? Con un suspiro entrecortado, se levantó y caminó hacia la cocina, buscando distraerse con el ruido mecánico de la cafetera.El timbre rompió la rutina. Asteria se congeló por un segundo ante de dirigirse hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Era temprano para visitas, demasiado temprano. Cuando abrió la puerta, se encontró con Nadia Veyra, su mejor a
Desde las sombras emergió una figura, alta y amenazante, con pasos deliberados que reverberaban en el espacio vacío. El aire parecía haberse congelado mientras las dos se preparaban para lo inevitable.—No deberías estar aquí —gruñó el hombre, su voz profunda reverberando como un eco siniestro.Lysandra avanzó un paso, su postura relajada pero alerta, como una pantera lista para atacar. Su voz, cuando habló, fue baja pero cargada de autoridad.—Y tú no deberías estar siguiéndonos. Pero aquí estamos. Así que, ¿por qué no vuelves por donde viniste antes de que esto termine mal para alguien? —Su mirada era afilada como una navaja, y en ella había una advertencia que incluso el hombre pareció entender.Pero en vez de retroceder, el desconocido continuó avanzando. Fue Lysandra quien rompió la inmovilidad, empujando a Asteria detrás de ella con un movimiento rápido.—Quédate atrás —ordenó, su tono lo suficientemente firme para no aceptar discusión.Asteria, aunque incómoda por la situación,
Finalmente, Lysandra logró desestabilizarlo con una patada en la rodilla que lo hizo caer al suelo. Pero el hombre delgado ya había recuperado su posición y se lanzaba hacia ella con un cuchillo. Lysandra reaccionó con rapidez, desviando el arma con su antebrazo y empujándolo con fuerza hacia un montón de escombros.—¡Lysandra! —gritó Asteria desde el auto, su voz cargada de preocupación.La detective la miró brevemente, un destello de satisfacción cruzando sus ojos antes de correr hacia el vehículo. Cuando Lysandra llegó al auto, se subió rápidamente y cerró la puerta de golpe.—Tenemos que irnos —dijo mientras encendía el motor y aceleraba, dejando a los atacantes atrás.El silencio dentro del vehículo era tan pesado como el aire del parque. Asteria miró a Lysandra, con el corazón aún latiendo con fuerza.—Gracias —murmuró, sin saber qué más decir.Lysandra soltó un pequeño suspiro y se permitió una leve sonrisa.—Por eso te dije que no vinieras sola —respondió, su tono suave pero c
Lysandra, con las manos firmes en el volante, llevaba el rostro tenso. Aunque había logrado sacarlas del peligro, sus pensamientos parecían estar enfocados en lo que vendría después. Miraba de vez en cuando por el espejo retrovisor, vigilante, como si esperara que las sombras del depósito las siguieran. —¿Qué crees que haya en este disco duro? —preguntó Asteria finalmente, rompiendo el silencio que comenzaba a volverse insoportable. Lysandra no apartó la mirada de la carretera, pero su respuesta fue breve y directa. —Si Cadmus lo escondió allí, es porque contiene algo importante. Y probablemente algo peligroso. Asteria bajó la vista al disco en sus manos, un objeto tan pequeño y aparentemente insignificante, pero que ahora representaba todo por lo que estaban luchando. Su mente se llenó de imágenes de su hermano: su sonrisa despreocupada, sus bromas constantes, su manera de enfrentar el mundo como si nada pudiera detenerlo. Pero ahora estaba claro que había algo que sí lo habí
Lysandra caminaba con una seguridad que Asteria no entendía del todo. Su figura recortada contra las sombras del bosque, con su chaqueta oscura y la forma en que se movía, parecía diseñada para este tipo de situaciones. Había algo magnético en su postura: relajada pero alerta, como si pudiera desaparecer entre los árboles en cualquier momento y reaparecer exactamente donde fuera necesaria.Por un instante, Asteria permitió que su mirada se posara en las manos de Lysandra, fuertes y ágiles, aún descansando sobre el arma como si fuera una extensión natural de ella. Recordó cómo esas mismas manos la habían guiado fuera de la cabaña momentos antes, cómo el tacto firme había logrado anclarla en medio del pánico. Siempre parece saber exactamente qué hacer. —¿Estás bien? —preguntó Lysandra de repente, rompiendo el silencio. No se detuvo mientras hablaba, pero giró ligeramente el rostro hacia Asteria, lo suficiente como para que sus ojos se encontraran brevemente.Asteria apartó la mirad
Asteria dejó caer el bolso sobre la mesa con cuidado, sus manos todavía temblaban mientras intentaba controlar su respiración. Lysandra cerró la puerta detrás de ellas, girando el cerrojo con un clic seco que resonó demasiado fuerte en el silencio. —Esto nos dará algo de tiempo —murmuró Lysandra, su mirada recorriendo el espacio antes de encender la linterna. La luz trazó un camino por las paredes, mostrando inscripciones descoloridas y marcas que parecían haber sido dejadas por otros antes que ellas. Asteria tomó asiento en una de las sillas, dejándose caer con un suspiro agotado. Su cuerpo entero temblaba, pero no estaba segura de si era por el frío o por la adrenalina que aún recorría sus venas. Al mirar a Lysandra, notó cómo la detective inspeccionaba todo con precisión. Cada movimiento, cada decisión, parecía estar calculado para garantizar su seguridad. —¿Crees que ya saben dónde estamos? —preguntó Asteria, su voz baja, temerosa de romper el silencio que había caído sobre