—¿Por qué siempre tan apresurada? —comentó Lysandra mientras salía del auto, cerrando la puerta detrás de ella con calma. Asteria se giró hacia ella, con una sonrisa ligera en los labios. —No lo puedo evitar —respondió Asteria mientras colocaba al cachorro en el suelo—. Alguien necesita atención inmediata, ¿verdad? El cachorro, aliviado de estar finalmente al aire libre, comenzó a olfatear con entusiasmo el césped antes de correr hacia un rincón. Asteria lo observaba con una mezcla de ternura y diversión, mientras Lysandra cruzaba los brazos y se apoyaba contra el auto, observando la escena con una expresión tranquila. —Deberíamos aprovechar para estirar las piernas también —comentó Lysandra, sin perder de vista al pequeño cachorro. Asteria asintió, poniéndose de pie y girándose hacia ella. Mientras lo hacía, una brisa ligera levantó algunos mechones de su cabello, y por un momento, Lysandra simplemente se quedó mirándola. —¿Qué? —preguntó Asteria, con una sonrisa nerviosa
Lysandra dejó el archivo sobre el banco, su mandíbula tensa mientras miraba hacia Evander. —Esto cambia todo —dijo Lysandra—. No podemos enfrentarnos a esto solos. Evander asintió, su expresión grave. —Por eso me uniré a ustedes. Esto no puede esperar y, definitivamente, no se puede manejar sin apoyo. Lysandra dejó escapar un pequeño suspiro mientras colocaba una mano en el hombro de Asteria, quien parecía más determinada que nunca. —Lo encontraremos, Asteria. Esto no termina aquí. El cachorro, como si entendiera la tensión del momento, movió su cola suavemente mientras se acercaba a ellas. Lysandra miró a Evander con una determinación que hizo que el hombre asintiera sin vacilar. —Entonces movámonos rápido —dijo Lysandra—. No tenemos tiempo que perder. Evander, relajando un poco su postura, dio un paso hacia el auto estacionado a unos metros. Giró hacia Lysandra antes de abrir la puerta trasera y sacar varias bolsas cuidadosamente colocadas. —Pensé que sería
Lysandra soltó un pequeño suspiro, frunciendo ligeramente el ceño antes de caminar hacia la puerta. Aunque no dijo nada, sus hombros tensos delataban cierta incomodidad. Asteria, ajena al comentario, se quedó observando el camino de piedra que los llevaba a la entrada, disfrutando por un momento la calma antes de lo que sea que les esperaba. Evander se adelantó y tocó la puerta. Apenas pasaron unos segundos antes de que esta se abriera con un chirrido leve, revelando a Ari. Era un hombre de mediana estatura, más bajo que Evander, pero con un aire seguro que lo hacía destacar. Su cabello castaño claro caía en ondas suaves, y sus ojos verdes chispeaban con una mezcla de curiosidad y algo más... algo que Asteria sintió inmediatamente cuando la mirada de Ari se posó en ella. —Vaya, vaya —dijo Ari, con una sonrisa amplia mientras sus ojos recorrían a los recién llegados—. ¿Quién es esta preciosidad? Asteria parpadeó, sorprendida por el comentario, mientras el cachorro en sus brazos
Asteria, incómoda por la cercanía de Ari y su comentario, intentó mantenerse tranquila. Su mano tamborileaba suavemente sobre el brazo del sofá, buscando disimular su inquietud. Lysandra, quien había estado observando la interacción en silencio, decidió intervenir. Su postura se tensó, y aunque no levantó la voz, su tono era firme como una roca. —¿Qué intentas, Ari? —preguntó, su mirada fija en él con una intensidad que congelaría a cualquiera. Ari sonrió con una fingida inocencia, levantando las manos en un gesto de rendición. —Nada en particular, detective. Solo quería ser amable. —Quizás deberías intentar otra forma de “amabilidad” que no incomode a nadie —replicó Lysandra, sin apartar la mirada de él. La tensión entre ellos era palpable, tanto que algunas personas cercanas comenzaron a lanzar miradas curiosas, aunque pronto regresaron a sus conversaciones al no querer involucrarse. Ari, al ver que no sacaría más provecho de la situación, retrocedió lentamente.
El sol comenzaba a colarse por las cortinas, iluminando suavemente la habitación donde Lysandra y Asteria habían pasado la noche. El cachorro, aún acurrucado en su rincón, soltó un pequeño bostezo antes de levantarse y sacudir sus pequeñas patas. Asteria abrió los ojos lentamente, mientras Lysandra ya estaba sentada al borde de la cama, observando el amanecer con un rostro tranquilo. —Es hora de irnos —dijo Lysandra, con un tono bajo que parecía llevar consigo una firme determinación. Asteria asintió, levantándose con cuidado mientras tomaba al cachorro en sus brazos. Aunque la calma de la mañana era acogedora, ambas sabían que quedarse más tiempo en esa casa no era una opción. Después de un breve desayuno, el grupo comenzó a prepararse para salir. Ari, como siempre, apareció en el pasillo con su sonrisa confiada y esa mirada que parecía centrarse únicamente en Asteria. —¿Ya se van? —preguntó Ari, apoyándose casualmente contra la pared—. Qué lástima. Podrían quedarse más t
La luz de la mañana se filtraba a través de las enormes ventanas del salón, iluminando la opulencia que Asteria apenas notaba. En el aire flotaba una quietud pesada, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Frente a ella, sobre la mesa de mármol, descansaba una fotografía de Cadmus. Sonreía con una confianza desenfadada que ahora parecía un recuerdo lejano.Asteria cerró los ojos por un momento, intentando bloquear el eco de su ausencia. Pero el silencio era demasiado fuerte, y cada pensamiento se convertía en una espiral que volvía al mismo lugar: ¿Dónde estaba su hermano? ¿Por qué nadie podía ayudarla a encontrarlo? Con un suspiro entrecortado, se levantó y caminó hacia la cocina, buscando distraerse con el ruido mecánico de la cafetera.El timbre rompió la rutina. Asteria se congeló por un segundo ante de dirigirse hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Era temprano para visitas, demasiado temprano. Cuando abrió la puerta, se encontró con Nadia Veyra, su mejor a
Desde las sombras emergió una figura, alta y amenazante, con pasos deliberados que reverberaban en el espacio vacío. El aire parecía haberse congelado mientras las dos se preparaban para lo inevitable.—No deberías estar aquí —gruñó el hombre, su voz profunda reverberando como un eco siniestro.Lysandra avanzó un paso, su postura relajada pero alerta, como una pantera lista para atacar. Su voz, cuando habló, fue baja pero cargada de autoridad.—Y tú no deberías estar siguiéndonos. Pero aquí estamos. Así que, ¿por qué no vuelves por donde viniste antes de que esto termine mal para alguien? —Su mirada era afilada como una navaja, y en ella había una advertencia que incluso el hombre pareció entender.Pero en vez de retroceder, el desconocido continuó avanzando. Fue Lysandra quien rompió la inmovilidad, empujando a Asteria detrás de ella con un movimiento rápido.—Quédate atrás —ordenó, su tono lo suficientemente firme para no aceptar discusión.Asteria, aunque incómoda por la situación,
Finalmente, Lysandra logró desestabilizarlo con una patada en la rodilla que lo hizo caer al suelo. Pero el hombre delgado ya había recuperado su posición y se lanzaba hacia ella con un cuchillo. Lysandra reaccionó con rapidez, desviando el arma con su antebrazo y empujándolo con fuerza hacia un montón de escombros.—¡Lysandra! —gritó Asteria desde el auto, su voz cargada de preocupación.La detective la miró brevemente, un destello de satisfacción cruzando sus ojos antes de correr hacia el vehículo. Cuando Lysandra llegó al auto, se subió rápidamente y cerró la puerta de golpe.—Tenemos que irnos —dijo mientras encendía el motor y aceleraba, dejando a los atacantes atrás.El silencio dentro del vehículo era tan pesado como el aire del parque. Asteria miró a Lysandra, con el corazón aún latiendo con fuerza.—Gracias —murmuró, sin saber qué más decir.Lysandra soltó un pequeño suspiro y se permitió una leve sonrisa.—Por eso te dije que no vinieras sola —respondió, su tono suave pero c