El silencio que siguió no fue incómodo, sino más bien lleno de entendimiento mutuo. Asteria dejó que su mano libre subiera para rozar suavemente la mejilla de Lysandra, quien cerró los ojos por un instante, como si estuviera memorizando cada detalle de ese contacto. —Entonces, es un sí —dijo Asteria finalmente, su voz suave pero firme, mientras la sonrisa en sus labios crecía aún más. Lysandra abrió los ojos, y su mirada se llenó de una mezcla de alivio y algo más profundo, algo que ninguna de las dos necesitaba expresar con palabras. —Es un sí —respondió Lysandra, con una pequeña sonrisa que iluminó todo su rostro. El momento entre ambas era tan íntimo como cargado de significado. Aunque el mundo a su alrededor seguía siendo un lugar caótico y peligroso, en ese instante, nada más importaba. Asteria dejó que sus dedos permanecieran entrelazados con los de Lysandra, mientras una sonrisa suave se formaba en sus labios. La confesión de la detective, su deseo de formalizar lo qu
—Bueno, cuídense mucho, y suerte en su viaje —añadió, con una sonrisa sincera mientras les entregaba lo necesario para salir. Lysandra asintió, agradeciéndole con una breve inclinación de cabeza, y luego giró hacia Asteria, quien seguía mirándola con una expresión que mezclaba ternura y asombro. —¿Todo bien? —preguntó Lysandra, arqueando ligeramente una ceja mientras sonreía. Asteria simplemente asintió, incapaz de formar palabras en ese momento. Su corazón estaba demasiado ocupado acelerándose ante cada movimiento, cada palabra, cada mirada de Lysandra. Sabía que el día sería largo y lleno de desafíos, pero en ese instante, lo único que importaba era la mujer frente a ella. El sol de la mañana apenas comenzaba a calentar el aire fresco mientras Asteria y Lysandra cruzaban el patio hacia el auto. El cachorro trotaba alegremente a su lado, sin sospechar las miradas cruzadas y las emociones que giraban en el ambiente como un torbellino. Aunque todo parecía tranquilo, Asteria no
—¿Por qué siempre tan apresurada? —comentó Lysandra mientras salía del auto, cerrando la puerta detrás de ella con calma. Asteria se giró hacia ella, con una sonrisa ligera en los labios. —No lo puedo evitar —respondió Asteria mientras colocaba al cachorro en el suelo—. Alguien necesita atención inmediata, ¿verdad? El cachorro, aliviado de estar finalmente al aire libre, comenzó a olfatear con entusiasmo el césped antes de correr hacia un rincón. Asteria lo observaba con una mezcla de ternura y diversión, mientras Lysandra cruzaba los brazos y se apoyaba contra el auto, observando la escena con una expresión tranquila. —Deberíamos aprovechar para estirar las piernas también —comentó Lysandra, sin perder de vista al pequeño cachorro. Asteria asintió, poniéndose de pie y girándose hacia ella. Mientras lo hacía, una brisa ligera levantó algunos mechones de su cabello, y por un momento, Lysandra simplemente se quedó mirándola. —¿Qué? —preguntó Asteria, con una sonrisa nerviosa
Lysandra dejó el archivo sobre el banco, su mandíbula tensa mientras miraba hacia Evander. —Esto cambia todo —dijo Lysandra—. No podemos enfrentarnos a esto solos. Evander asintió, su expresión grave. —Por eso me uniré a ustedes. Esto no puede esperar y, definitivamente, no se puede manejar sin apoyo. Lysandra dejó escapar un pequeño suspiro mientras colocaba una mano en el hombro de Asteria, quien parecía más determinada que nunca. —Lo encontraremos, Asteria. Esto no termina aquí. El cachorro, como si entendiera la tensión del momento, movió su cola suavemente mientras se acercaba a ellas. Lysandra miró a Evander con una determinación que hizo que el hombre asintiera sin vacilar. —Entonces movámonos rápido —dijo Lysandra—. No tenemos tiempo que perder. Evander, relajando un poco su postura, dio un paso hacia el auto estacionado a unos metros. Giró hacia Lysandra antes de abrir la puerta trasera y sacar varias bolsas cuidadosamente colocadas. —Pensé que sería
Lysandra soltó un pequeño suspiro, frunciendo ligeramente el ceño antes de caminar hacia la puerta. Aunque no dijo nada, sus hombros tensos delataban cierta incomodidad. Asteria, ajena al comentario, se quedó observando el camino de piedra que los llevaba a la entrada, disfrutando por un momento la calma antes de lo que sea que les esperaba. Evander se adelantó y tocó la puerta. Apenas pasaron unos segundos antes de que esta se abriera con un chirrido leve, revelando a Ari. Era un hombre de mediana estatura, más bajo que Evander, pero con un aire seguro que lo hacía destacar. Su cabello castaño claro caía en ondas suaves, y sus ojos verdes chispeaban con una mezcla de curiosidad y algo más... algo que Asteria sintió inmediatamente cuando la mirada de Ari se posó en ella. —Vaya, vaya —dijo Ari, con una sonrisa amplia mientras sus ojos recorrían a los recién llegados—. ¿Quién es esta preciosidad? Asteria parpadeó, sorprendida por el comentario, mientras el cachorro en sus brazos
Asteria, incómoda por la cercanía de Ari y su comentario, intentó mantenerse tranquila. Su mano tamborileaba suavemente sobre el brazo del sofá, buscando disimular su inquietud. Lysandra, quien había estado observando la interacción en silencio, decidió intervenir. Su postura se tensó, y aunque no levantó la voz, su tono era firme como una roca. —¿Qué intentas, Ari? —preguntó, su mirada fija en él con una intensidad que congelaría a cualquiera. Ari sonrió con una fingida inocencia, levantando las manos en un gesto de rendición. —Nada en particular, detective. Solo quería ser amable. —Quizás deberías intentar otra forma de “amabilidad” que no incomode a nadie —replicó Lysandra, sin apartar la mirada de él. La tensión entre ellos era palpable, tanto que algunas personas cercanas comenzaron a lanzar miradas curiosas, aunque pronto regresaron a sus conversaciones al no querer involucrarse. Ari, al ver que no sacaría más provecho de la situación, retrocedió lentamente.
El sol comenzaba a colarse por las cortinas, iluminando suavemente la habitación donde Lysandra y Asteria habían pasado la noche. El cachorro, aún acurrucado en su rincón, soltó un pequeño bostezo antes de levantarse y sacudir sus pequeñas patas. Asteria abrió los ojos lentamente, mientras Lysandra ya estaba sentada al borde de la cama, observando el amanecer con un rostro tranquilo. —Es hora de irnos —dijo Lysandra, con un tono bajo que parecía llevar consigo una firme determinación. Asteria asintió, levantándose con cuidado mientras tomaba al cachorro en sus brazos. Aunque la calma de la mañana era acogedora, ambas sabían que quedarse más tiempo en esa casa no era una opción. Después de un breve desayuno, el grupo comenzó a prepararse para salir. Ari, como siempre, apareció en el pasillo con su sonrisa confiada y esa mirada que parecía centrarse únicamente en Asteria. —¿Ya se van? —preguntó Ari, apoyándose casualmente contra la pared—. Qué lástima. Podrían quedarse más t
La luz de la mañana se filtraba a través de las enormes ventanas del salón, iluminando la opulencia que Asteria apenas notaba. En el aire flotaba una quietud pesada, como si el mundo estuviera conteniendo el aliento. Frente a ella, sobre la mesa de mármol, descansaba una fotografía de Cadmus. Sonreía con una confianza desenfadada que ahora parecía un recuerdo lejano.Asteria cerró los ojos por un momento, intentando bloquear el eco de su ausencia. Pero el silencio era demasiado fuerte, y cada pensamiento se convertía en una espiral que volvía al mismo lugar: ¿Dónde estaba su hermano? ¿Por qué nadie podía ayudarla a encontrarlo? Con un suspiro entrecortado, se levantó y caminó hacia la cocina, buscando distraerse con el ruido mecánico de la cafetera.El timbre rompió la rutina. Asteria se congeló por un segundo ante de dirigirse hacia la puerta, su corazón latiendo con fuerza. Era temprano para visitas, demasiado temprano. Cuando abrió la puerta, se encontró con Nadia Veyra, su mejor a