Prefacio Observo su rostro dormida y me detengo en sus largas pestañas negras que parecieran el complemento de un ángel negro de la noche. Su pecho sube y baja pausadamente por su respiración relajada como sí por la mañana no hubiera discutido conmigo. Duerme tan en paz que me lleno de envidia. Me da rabia que sea tan perfecta. Ella está acabando conmigo; su mirada dulce y su voz angelical. No importa que tan mal la trate ella siempre tiene una sonrisa para mí.Debo seguir firme, aunque, cada día me cueste más demostrarle mi indiferencia. Ninguna mujer merece mi amor y ella es igual que su hermana. Debo estármelo recordando constantemente, pues temo caer en sus manos.La he alejado de su familia. Ellos no merecen mi consideración después de la manera en que me trataron. Yo que les salve la vida y ahora mismo un arrepentimiento fugaz cruza mi cabeza.¿Podría ella ser diferente? Me golpeo mentalmente por pensarlo. Ella es igual que todas.Salgo con mi amargura de la habitación. Tomo mi
¡Hola a todos y todas! En vista de que he recibido comentarios preguntando acerca del nuevo libro, he decido dejarles este mensaje. El nuevo libro "Amor Inmarcesible" aún no esta listo, estoy trabajando en él y será subido de forma independiente de este, me da mucha alegría saber que la introducción haya capturado su atención, decidí ponerla aquí como un regalo para ustedes y para que supieran que habría una historia de Rayan y Mirah, se que quisieran tenerlo ya, pero por el momento no será posible. Tampoco tengo una fecha para darles, pues no me gustaría quedarles mal, lo que sí puedo asegurar es que estoy trabajando en el. Se que les encantará y gracias por disfrutar de mis letras, aunque, no les conozco cuando leo sus mensajes me trasmiten mucho cariño ¡Los y las quiero! ¡Un abrazo enorme en donde quiera que se encuentren! Atentamente BRE
—¡Estoy tan feliz! —Doy saltos de alegría. Estoy a punto de alcanzar mi sueño más anhelado: mi libertad. —¡También lo estoy! No puedo creer que mañana vayamos a graduarnos —grita emocionada mi mejor amiga y, yo, por mi parte, no dejo de sonreír; no puedo disimular mi felicidad. —Mi vestido es precioso. Lástima que no pudieras acompañarme a comprarlo. Ahorré tanto para tenerlo —le reprocho haciendo pucheros. —Lo siento, tuve que acompañar a papá al viaje de negocios que te conté. Me presentó a los socios de la compañía —la veo con envidia, pero de la buena. Cuánto hubiera querido que mi padre fuera así—. Sabes, me duele y molesta escucharte decir que tuviste que ahorrar. ¡Eres rica! Tu familia lo es y te limitan. —Pero a mí... —Sé que a ti no te importa, Nailea; pero no es justo —me enternece. —Miranda, nuestra cultura es así en ese y muchos otros sentidos. Tristemente es muy injusta cuando las mujeres decidimos independizarnos. —¿Por qué no dejaste que yo te lo comprara? —P
Por las mañanas hago mis oraciones y pido a Alá que mi destino no sea cruel. Durante los últimos tres días no he comido prácticamente nada. Me siento débil, y lo único que puedo hacer es leer para no dejarme desfallecer. De pronto, una idea me asalta. Busco la cuchilla para cortar papel que he utilizado en mis trabajos de la universidad. Logro romper el cerrojo de la ventana y una esperanza surge ante mí. Sin pensarlo, salgo rápidamente por la ventana. Calculo la altura que me separa del suelo y me sujeto de las enredaderas que caen desde la terraza; enredaderas que, a su vez, me sirven como soporte para así lograr bajar. Siento que me lastimo las manos, pero ya nada me importa: lo único que quiero es salir de aquí. Mis pies por fin tocan la tierra, y la felicidad me invade momentáneamente. Sin embargo, aún peligro de ser descubierta, así que debo actuar velozmente. Sigilosamente atravieso el patio hasta llegar a escasos metros de la salida que utiliza el personal de servicio de la
Siento un fuerte dolor en el brazo, lo que me hace regresar a la realidad. Mi padre me está sujetando fuertemente, aunque la forma en que lo hace pareciera que no es así.—Camina, Nailea —habla entre dientes, casi sin mover los labios.Me jala sutilmente, obligándome a caminar, saliendo así del estado de shock en el que me encuentro.—¡Baba, por favor! —susurro suplicando.Todo parece una mezquita: los adornos, las bases, el jardín en sí es una pequeña mezquita improvisada. ¿Cómo no me di cuenta? La mirada de Tareq cambia completamente cuando me acerco. No es intensa, es, mas bien… cálida; pero cuando ve a mi padre se vuelve rabiosa, es como si quisiera destruirlo. Me dan escalofríos. Estamos uno a la par del otro, pero no nos tocamos.Mi tío prosigue con sus palabras. Es la primera azora del Corán. Me parece estar dentro de una terrible pesadilla, donde yo no puedo hablar ni moverme; quiero gritar y mi voz no sale. Mi alma llora en silencio, clamando por una libertad que nunca llegará
Tareq ha entrado al estudio. Me ha dicho que puedo bañarme y cambiarme con toda tranquilidad, que él estará atendiendo una llamada de negocios muy importante. Yo no tengo idea de dónde está mi ropa ni siquiera conozco la recámara, pero prefiero no molestarlo más; recorro sola el apartamento, aunque la verdad, por sus dimensiones, parece una casa. Abro la primera puerta a la derecha, enciendo la luz y veo una elegante habitación. Entro y deslizo la puerta del enorme armario y no hay nada de ropa. Decepcionada, apago la luz y sigo probando suerte en las demás habitaciones. La siguiente puerta conduce a otra habitación, pero esta es el doble que la anterior. Creo que esta debe ser la habitación principal. Tiene una salida independiente y de aquí también se aprecia el hermoso jardín. Abro la siguiente puerta —asumiendo que es la del baño, pero no es así—. Se trata de un impresionante closet con mucha ropa de mujer. Paso mi mano tocando las telas y me asombro al ver que toda la ropa es de
Tareq está muy serio. Tiene la mirada fija en su madre y ella, a su vez, me ve a mí con rabia. No sé qué pude haber hecho para ganarme su enojo; ni siquiera hemos convivido. No me conoce. Nunca suelo juzgar a las personas, aun cuando ante mis ojos actuaban mal. Trato de pensar en lo que tuvieron que pasar para llegar a ser lo que son. Tal vez por eso no odio a mi tío, a pesar de los maltratos que me dio. —Nailea, ven —Tareq extiende su mano, su voz es suave, pero tengo miedo. Él achica sus ojos como si leyera mis pensamientos—. No tengas miedo, no voy a lastimarte. —Camino despacio hasta tomar su mano. Siento su calidez. Con su pulgar frota el dorso de mi mano y me tranquiliza. —Hijo, escucha, tienes que saber que si actué así fue porque... —Ahora no madre —suspira —. Hablaré contigo después —se gira para que nos vayamos. —¡Pero, Tareq! Debes de escucharme a mi primero —le exige y él se detiene. —Madre, no me decepciones más —espeta dándole la espalda y continuando la marcha hac
Veo a Mirah sin comprender los reclamos de Lila. Yo no quería casarme. Si antes de mi graduación me hubiesen dicho que esta sería mi vida una semana después, jamás lo habría creído. —Lila, ella no tiene la culpa, fue decisión de mi hermano —Mirah se pone de pie frente a ella. —¡Ella se le metió por los ojos! ¡Alá tenga misericordia de ti! —me señala —Arruinaste un amor de años, un amor puro, un amor de niños que fue creciendo y… —su labio inferior tiembla. —Lila, yo lo lamento. Las cosas no fueron como tú te las imaginas, yo... —intento decirle. —¡Cállate! Alá es testigo de tu maldad, pero las cosas no van a quedarse así —sentencia. Unos pasos hacen que giremos nuestras cabezas hacia la entrada. Un hombre entra con dos maletas. Al ver su rostro lo recuerdo del día que me escapé de casa, es el hombre de túnica blanca. —¡Akram! ¡Qué alegría! —Veo a Mirah caminar hacia él y le da un abrazo. —Bienvenido, Alá te trajo con bien —él sonríe. —¡Adorada familia! ¿Me extrañaron? —Dic